El 8 de enero, grupos relacionados con la ultra derecha bolsonarista atacaron las principales sedes del poder estatal en Brasilia. Llegados la mayoría en micros y financiados por empresarios y apoyados por las tropas allí presentes, invadieron el Palacio del Planalto, el Congreso y el STF (Supremo Tribunal Federal). A pocos días de la asunción de Lula este hecho tuvo una atención mundial. Ubicándonos en el total repudio de la acción de estos grupos, publicamos esta nota que a nuestro entender aporta para comprender algunos de los procesos que se desarrollan en Brasil.
El próximo 30 de octubre, un Brasil dividido elegirá en las urnas un nuevo presidente, en una segunda vuelta electoral que mantiene en vilo a buena parte de América Latina. En la opinión pública, la expectativa es enorme. La tensión crece al ritmo de un periodismo con precipitados vaticinios sobre futuros hechos de violencia. Las encuestas han fallado, otra vez, en sus pronósticos electorales. Los resultados de la primera vuelta han traído más de una sorpresa. Pero, de entre todas las lecturas posibles, ¿cuál fue la sorpresa? ¿Y para quiénes?