El presente texto fue escrito en circunstancias muy peculiares. En el lapso de una semana, a mediados marzo de 2006, en medio de una dura huelga de los trabajadores y trabajadoras de la educación de Neuquén, agrupados en ATEN. Fue escrito, pues, contra reloj, en los ratos libres que me quedaban entre las marchas, las asambleas y los piquetes. Sin embargo, las ideas que aquí se exponen son fruto de mucho tiempo de serena reflexión.
En lo que se refiere a la dictadura militar, esa memoria, verdad y justicia solo ha hecho foco, en asesinados, desaparecidos, torturados, habiéndose accionado judicialmente para que supuestamente se hiciera justicia respecto a los responsables de tales hechos.
Sin embargo se ha guardado un silencio impenetrable desde los poderes públicos respecto a las acciones económicas de esa dictadura, a la estructura legal que instrumentó, a los compromisos externos que fueron asumidos por ella y que respetaron todos los gobiernos desde Alfonsín al actual, sin que a nadie de los grupos mayoritarios se les moviera un pelo.
Pasó otro 24 de marzo, de lucha en las calles, de marchas, de memoria y reclamo de justicia. Día también de disputa política por el significado de las fechas, del recuerdo de los 30 mil. De luchar contra quienes pretenden apropiarse de la memoria para fines electorales, propagandísticos o del tenor que sea. En este marco es que se inscribe el Documento del Encuentro Memoria Verdad y Justicia, espacio integrado por más de 300 organizaciones de derechos humanos, estudiantiles, sociales, sindicales y políticas; que todos los 24 de marzo marcha en todo el país, junto a familiares de los desaparecidos, como también a decenas de miles de personas que, cada generación, se suman a la lucha.
Cada año, el aniversario del golpe del 76 nos recuerda que este hecho de la historia que ya está cerca de cumplir el medio siglo, sigue formando parte inevitable del presente argentino: cada vez se revisan sus razones y se revuelven sus dolores y se traen al presente los datos –una de las modas más reciente – preguntarse si fueron o no treinta mil.
Eran cerca de las 20,30 y un Falcon Verde la interceptó cuando estaba cerca de llegar a su casa, regresando de hacer algunas compras en el barrio. La agarraron, ella gritó el nombre de Lucrecia, su vecina y a quien le alquilaba el lugar en el que vivía con José, su compañero, pero los captores la redujeron, la introdujeron en el auto y huyeron a toda velocidad.
El equipo de Borrador Definitivo, sin vueltas ni remordimientos, festeja la muerte de Etchecolaz. No solemos celebrar la muerte, pero los genocidas de esta calaña son la excepción a la regla. La haremos, entonces, como lo hicimos con Videla, con Pinochet y algunos miles más, que dejaron este mundo sin dar datos sobre los hijos e hijas de desaparecidos apropiados ni sobre la localización de sus cuerpos.
Después de tantos años, cuesta creer que haya algo no dicho sobre la última dictadura militar genocida que sufrió la Argentina, en consonancia con gobiernos similares en el resto del Cono Sur, en la década del ’70. Quizás por ello es que, en este espacio, queremos compartir un texto que, […]