Transitamos la última semana previa al ballotage entre el candidato de Unión por la Patria, Sergio Massa, y el de La Libertad Avanza, Javier Milei. Hemos tomado como base la editorial del último sábado de nuestro programa radial, para esta nota donde planteamos apuntes, reflexiones y nuestra posición sobre el mismo. Lo hacemos como parte del necesario debate que, opinamos, está planteado en la izquierda; tema sobre el cual hemos publicado varias notas en este mismo medio, aquí y aquí.
La trampa del ballotage
En primer lugar quisiéramos poner sobre la mesa la trampa que significa el Ballotage. Este mecanismo, producto de aquel famoso Pacto de Olivos entre Alfonsín y Menem, pretende dotar artificialmente al presidente electo de la legitimidad que significa haber sido votado por una mayoría, como mínimo, mentirosa. Puesto que, al establecer la disputa entre dos candidatos, una mayoría de votantes se ve obligada a elegir a quien, inicialmente, nunca fue su opción. Prueba de ello es que si las elecciones generales hubieran sido las definitivas, Massa sería presidente con poco más del 30 % de los votos a su favor (algo así como el 25 % del padrón electoral). Mientras que por este mecanismo, aquel que surja de esa elección lo habrá hecho con un porcentaje de votos por encima del 50 %; sin tener en cuenta en los números, los votos en blanco o la abstención. Negocio redondo.
Con esto, el sistema electoral evita que pase lo mismo que en algunas elecciones provinciales (en las que no existe este mecanismo), donde en este mismo año 2023, resultaron electos gobernadores con el apoyo de entre el 20 y el 30 % del total del padrón electoral, con altísimos índices de abstención y voto en blanco. Esto se dio en casi todas las provincias (a excepción de Buenos Aires, quizás arrastrada por las nacionales) con picos como los de Chubut, Córdoba, Tierra del Fuego y varias más, y da como resultado gobiernos débiles, con poco apoyo popular. Justamente el ballotage intenta evitar que lo mismo pase a nivel nacional.
Pero no olvidemos que este largo proceso electoral, que termina con el ballotage, comenzó con otro mecanismo, instaurado hace relativamente poco tiempo: las PASO. Estas Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, además de ser proscriptivas hacia pequeñas agrupaciones que no logran superar el 1,5% de los votos, pone al electorado en la obligación de resolver disputas al interior de los partidos y frentes electorales burgueses, disputas que, antes de ser instaurada, terminaban en peleas a dentelladas dentro de los mismos, con peligro de rupturas.
Desde el comienzo de este proceso, venimos escuchando, aquí y allá, frases como “no me gusta nadie “o “son todos más o menos iguales”. Esto no ha cambiado sino más bien se intensificó llegado a esta instancia, lo que hace que, aun quienes voten “positivamente” el próximo domingo, en un gran porcentaje no lo harán en adhesión de tal o cual candidato sino en contra de su contrincante. Se votará “contra quienes están gobernando este desastre” o “contra el loco desquiciado”. Uno podría especular que, de haber una tercer boleta que dijera: “No quiero a ninguno de los dos candidatos”, quizás ganaría la elección.
Todo esto da como resultado un mecanismo profundamente antidemocrático, en donde las grandes mayorías rara vez deciden nada de fondo. Lo cual es coherente con un régimen político, de conjunto, antidemocrático.
Podés leer las numerosas notas que venimos publicando sobre as elecciones aquí.
Los candidatos del régimen
No se puede decir que ambos candidatos sean exactamente lo mismo. Obviamente que hay diferencias entre ellos, ya no solo en sus formas de comunicar y de acercarse al electorado, sino en los sectores patronales que expresan.
Pero lo cierto es que, detrás de cualquiera de los dos, se erige un plan -como lo catalogara nuestro asiduo colaborador Pablo Pozzi- de reorganización política, económica y social del país. Este plan, obviamente es a favor de la gran burguesía como lo fue, en su momento el menemismo, por citar un ejemplo no tan lejano en la historia argentina. Y es el plan que cualquiera de los dos va a intentar aplicar con el “apoyo popular” que surja de los comicios.
Hay que decir que Milei fue, desde su surgimiento, absolutamente funcional al peronismo. Este espacio fue incluso quien le ayudó a armar sus listas en la provincia de Buenos Aires y a garantizar la fiscalización; y esto con el objetivo principal de mellar la posibilidad de victoria de Juntos por el Cambio. En el terreno de la especulación, uno supone que, de haberse dado un tête à tête entre el peronismo (que viene comandando el actual desastre económico y social) y Juntos por el Cambio (cuyo gobierno, igual de desastroso, ha quedado más lejos en la memoria de la mayoría), este último hubiera ganado en primera vuelta. Pero no, la elección se dio, como dijera Cristina Fernández, en tercios.
La figura de Milei, de hecho, cumplió bien ese rol, sacando a Patricia Bullrich de la pelea presidencial y permitiendo a Massa llegar a esta instancia. El detalle es que, como los brujos que desatan las fuerzas de la naturaleza, una vez cumplido su papel es difícil saber hasta dónde llegará este Frankestein y si, efectivamente, puede erigirse como presidente.
Esta posibilidad espanta a un sector muy amplio de la sociedad, a un sector transversal que no tiene una delimitación de clase clara. Muchos temen a un gobierno de Milei, tanto trabajadores y sectores populares, defensores de derechos humanos, pequeños comerciantes o empresarios. Pero también sectores importantes de la gran burguesía que ven en su figura el peligro cierto de inestabilidad, la ruptura del equilibrio del régimen de dominación, condición indispensable para asegurar sus ganancias.
No podemos menos que comprender a quienes se sienten amenazados por un posible gobierno de Milei por las razones correctas. Quienes se atemorizan con sus propuestas más reaccionarias, o por las más alocadas; por su reivindicación de los genocidas de los ’70, por su negacionismo respecto al cambio climático, por la idea de legalizar la venta de órganos, y un largo etcétera. Pero también nos preguntamos por qué una parte importante de estos sectores piensa que un gobierno de Massa sería mucho mejor, en términos económicos o sociales, o de respeto a los derechos humanos, para las mayorías oprimidas.
Las propuestas de Massa, el hombre amigo de la embajada yanqui y los grandes empresarios, aparecen así mucho más “serias” y aplicables. Seguir aplicando los planes del FMI, que nos llevaron a tener más de 150 % de inflación anual y una pobreza que ronda a la mitad de la población; eso sí, pagarles para liberarnos. Impulsar una reforma laboral “sin atacar los derechos” como un perfecto oxímoron; profundizar el extractivismo, pasando por encima a los pueblos que han resistido y han sido reprimidos (recordemos que el propio Massa llegó a comparar la cordillera con una torta que habría que repartir). Por el mismo tenor anda su propuesta de “un gobierno de unidad nacional” con los gobernadores que vienen desde hace tiempo ajustando y reprimiendo en sus provincias, destruyendo el ambiente en sus territorios en función de las ganancias de la multinacionales y criminalizando a las asambleas de vecinos que se movilizan en su defensa desde hace años y a los trabajadores Autoconvocados que defienden sus derechos (Arcioni, Sáenz y varios otros entre los que se incluye a su viejo/nuevo socio Morales). Pero no solo con gobernadores; unidad nacional con los empresarios explotadores, con la burocracia sindical que entrega cada una de las luchas y ha sido agente del avance de la flexibilidad laboral; la misma unidad nacional pregonada por Stanley, el embajador yanqui desde hace ya mucho tiempo. Es decir, una unidad nacional que no solo dejará afuera a los trabajadores y sectores populares, sino que amenaza, quizás con otros ritmos y “modales” que los de Milei, las pocas conquistas que hoy subsisten.
Milei, fascismo y patotas sindicales
Claro que todo este análisis cambiaría si considerásemos a Milei, como hacen muchos progres, como “la gran amenaza fascista”. Pero, ¿en verdad es sensato pensar que este personaje representa la amenaza cierta de un régimen fascista en la Argentina? A pesar de no negar su peligrosidad, sobre todo en el terreno de visibilizar y dar expresión política a un sector históricamente ultra reaccionario, (¿quién no ha escuchado alguna vez la expresión “que vuelvan los milicos”?), nos parece que esta mirada no es acertada. La argumentación en este sentido excede los objetivos de este artículo y por ello nos permitimos remitir al lector a la nota de Ariel Petruccelli publicada en este medio, PASO, PASO, PASO.
Pero aun comprendiendo, como dijimos, la preocupación de un importante sector ante la amenaza de que proliferen bandas parapoliciales dispuestas a ejercer la violencia sobre trabajadores y luchadores, nos parece importante señalar tres cuestiones en este sentido:
En primer lugar, hoy no existen esos grupos de choque a un nivel extendido; los pocos que se han expresado son marginales y no parecen tener vinculaciones con LLA. ¿Podrán los youtubers e influencers, unidos a un sector más marginal conformarlos a futuro? Parece improbable, aunque no absolutamente descartable.
Pero el hecho es que sí existieron y existen, en la historia argentina, bandas parapoliciales reaccionarias dedicadas a la represión de los sectores en lucha. Y no es necesario remitirnos a la Liga Patriótica de principios del siglo pasado o a la Triple A, conformada por un gobierno “peronista de Perón”. ¿Qué son, actualmente, las barras bravas al servicio de los partidos del régimen? ¿Qué son las patotas sindicales, que han demostrado más de una vez su disposición para la represión, las amenazas y el apriete? Es diario su accionar contra delegados y activistas anti burocráticos. Pero vayamos a ejemplos concretos: hace pocas semanas, una patota de la UOCRA (bajo la órbita del ex agente de la dictadura Gerardo Martínez), reprimieron una manifestación de ambientalistas en Chubut. Patotas sindicales atacan y hostigan a luchadores docentes desde hace años en el feudo kirchnerista de Santa Cruz. Las mismas patotas que actuaron para acallar las voces que se oponían en Neuquén al fracking en Vaca muerta. Las hubo y hay en Andalgalá (Catamarca), en Malvinas Argentinas (Córdoba). Las hubo también en la represión que terminó con el asesinato de Mariano Ferreyra. Y las hubo hace pocos meses en Jujuy, intentando desalojar a los pueblos originarios de la ruta durante el Jujeñazo. Sin contar que, en la mayoría de los casos, las mismas fuerzas represivas actúan con métodos de grupo parapolicial (sin identificación, en autos sin patentes, allanando domicilios o locales partidarios sin orden judicial y un largo etcétera). Patotas parapoliciales que en general han respondido a los gobiernos de turno, sobre todo al peronismo. Y que hoy están detrás de la candidatura de Massa.
Pero, en último lugar, aún si un gobierno de MIlei encarnara el peligro real de un régimen fascista, ¿no se impondría la vieja frase de que “al fascismo no se lo discute sino que se lo combate”? En ese caso, nos atrevemos a decir que el voto seria sólo un “detalle” que no frenaría lo que seguiría creciendo por debajo, y deberíamos movilizarnos, conformar comités antifascistas y de auto defensa, y preparándonos para una pelea en las calles, cosa que la propia izquierda que plantea esta caracterización no hace.
Hacia dónde vamos
Habría que preguntarse cómo se ha llegado a esta situación, en la que nos hacen creer que la única opción posible es una moneda al aire entre un delirante ultra liberal que promueve la libre portación de armas y la venta de órganos, o un hombre directo de la embajada norteamericana. Seguramente la explicación hay que encontrarla en la absoluta ausencia de alternativas desde el lado de los sectores populares que, asentadas en la independencia de clases permitan vislumbrar una salida distinta, de cambios profundos contra este sistema capitalista imperante.
Varios años de gobiernos “progresistas” que no cambiaron ningún factor a largo plazo, deben haber colaborado también para llevarnos al momento presente, en que estos sectores han quedado no solo sin influencia política, sino también guardando un “piadoso silencio” frente a las ofensivas sobre el nivel de vida –represión mediante- de millones. Al mismo tiempo que no paran de “comer sapos” -como se dice vulgarmente-, mientras todo el arco político se va corrido profundamente hacia la derecha.
La izquierda, las izquierdas
Siempre hemos considerado nuestro espacio dentro del amplio espectro de la izquierda y, sin negar la intervención electoral, hemos sido críticos a las políticas de los partidos que integran el FITU, tanto en el terreno puramente electoral como en otros aspectos. Por ello creemos necesario un debate, lo suficientemente amplio y fraterno, que permita debatir sin chicanas ni aparatismos. Para, de esa forma, discutir entre todos (los partidos, organizaciones y quienes estamos por fuera) las políticas y estrategias que permitan superar la fragmentación de la izquierda y, fundamentalmente, reorganizar a los trabajadores y sectores populares sobre la base de la autorganización y la democracia directa, para enfrentar a las patronales y a los gobiernos a su servicio.
Hoy frente al balotaje existe una nueva dispersión de la izquierda donde un sector amplio llama solamente a “no votar a Milei”, o más osadamente a “votar contra Milei” sin otra consideración de peso. Nos preguntamos si esto no significa un apoyo electoral “vergonzante” a Sergio Massa. Otro sector que convoca claramente al “voto sin apoyo político” o “con la nariz tapada” a Massa, para frenar al “fascista Milei”. Sector con el cual disentimos profundamente, pero del cual reconocemos la valentía de decirlo y poner negro sobre blanco el debate.
Un tercer sector plantea “ni Milei ni Massa”, llamando al voto en blanco o la abstención. Postura con la cual acordamos como colectivo, aunque somos conscientes de los límites de esta posición ya que en sí, no constituye una opción política propositiva. De todas maneras, entendemos que tiene la virtud de la denuncia implacable a los actores en juego y que es una herramienta para restarle al ganador la legitimidad política que pretenden para llevar adelante sus planes de ajuste, gane quien gane.
También somos conscientes de que venimos de un proceso de desmovilización. Las luchas que se han encarado, como la de la provincia de Jujuy, han sido aisladas y derrotadas con la complicidad de los gobiernos y las burocracias sindicales, alineadas centralmente detrás de Massa. En los últimos años, se emprendió, de un lado y otro de la grieta, una cruzada contra los reclamos obreros, la lucha ambientalista, los pueblos originarios y nuevamente un largo etcétera. La verdad, compañeros, que pedirles el voto para Massa a los pueblos hostigados, perseguidos y reprimidos hasta el momento, cuando ven que esa ofensiva se agravará, no nos parece lo más correcto.
Por último, hay honestos compañeros que plantean que la cuestión del voto es un problema “táctico”. Eso es cierto en un aspecto, pero en esta situación es quizás más que eso. Hoy, llamar votar a Massa o quedarse a medias tintas ayuda poco al día después. Llamar o sugerir votarlo poco ayuda en la tarea de explicar la necesidad de la conciencia y organización que debemos darnos post elecciones para pararle la mano a quien sea. Y más aun, reconociendo que hay incluso un sector de trabajadores que piensa votar a Milei, debemos batallar contra la idea que el voto nos divida, enfrentando así, toda expectativa en el futuro gobierno.
Si bien sabemos que no solo las organizaciones, sino miles de militantes independientes, ex militantes, simpatizantes de la izquierda, piensan en votar a Massa contra el monstruo de Milei, apostamos a que deberían reflexionar sobre estas cuestiones. Quizá sirva para ello citar un ejemplo internacional: en las últimas elecciones en Francia, el candidato de la derecha Emmanuel Macron fue apoyado por sectores progres en el ballotage, para evitar un eventual gobierno de la ultraderechista Le Penn. El resultado no demoró en saltar a la vista: Macron usó esos votos y la legitimidad que dieron a su gobierno para impulsar una reforma previsional regresiva, incluyendo una brutal represión contra el pueblo que se movilizó en oposición.
Palestina: el apoyo de los candidatos al genocidio
Por último, un tema no menor para quienes nos reclamamos internacionalistas: el genocidio en marcha contra el pueblo palestino, llevado adelante por Israel. Ambos candidatos se han alineado incondicionalmente con el estado genocida. Milei pretende llevar, al igual que Trump, la embajada argentina a la Jerusalén ocupada. Massa participa alegremente en los actos de la DAIA y la Embajada de Israel junto a su amigo, el embajador Stanley. Pero más aún, el candidato a vice ratificó explícitamente la intención de su gobierno de declarar a Hamas como una organización terrorista. Más allá de la posición política que tengamos sobre Hamas, significa un aval a la matanza israelí y una nueva estigmatización del pueblo palestino. Con un agravante: existe desde el 2007 en la Argentina, votada en plena “década ganada”, la llamada ley antiterrorista, por la cual, de aplicarse estas políticas pueden llegar incluso a tachar de terrorista a quien ose enarbolar una bandera palestina. La pregunta es: con nariz tapada, con delimitación política o como quieran llamarle: ¿es posible, desde la izquierda, justificar el voto a Massa? Si es asi, lo consideramos un desatino completo.
Ni Milei ni Massa
Quienes integramos este espacio periodístico no nos sentimos quiénes para sugerirle a nadie qué hacer en el cuarto oscuro el próximo domingo. Pero no somos neutrales (el nuevo hit de los creadores de “le hacen el juego a la derecha”). Seguiremos batallando y apoyando las luchas de los trabajadores y sectores oprimidos y por una salida de fondo a este sistema capitalista. Por eso, si se trata de votar por agentes de la burguesía, no cuenten con nosotros, porque no pensamos votar a ninguno de los candidatos en disputa. Votaremos en blanco o no iremos a votar. NI MILEI NI MASSA.
EQUIPO DE BORRADOR DEFINITIVO
15 de noviembre de 2023