Finalmente, los Republicanos y Trump ganaron en toda la línea. Aventajaron a los Demócratas en casi seis millones de votos populares; en 295 a 226 votos electorales; ganaron 3 senadores para tener una mayoría de 52 en el futuro Senado; su bancada en diputados aumentó a 190 contra 172; y 27 gobernadores sobre 50 serán republicanos. Considerando que los trumpistas han sido acusados de incitar a un golpe de estado y que su portaestandarte ha sido procesado cuatro veces, además de que insisten en su fascismo y en que es un títere de Putin (y un criptocomunista), la verdad es que les fue muy bien.


Por Pablo Pozzi

Reconozco que me hicieron dudar a último minuto. Hace un mes que pensaba que Trump iba a ganar la elección, pero amigos en Estados Unidos, analistas políticos varios, y sobre todo la reputada prensa internacional como The Guardian o The New York Times, me hicieron pensar que Kamala podía ganar. Sobre todo, porque insistían que Harris podía lograr un triunfo arrasador e “histórico”. A pesar de eso había cosas que indicaban lo contrario: México buscando dialogar con Trump; el secretario de Estado Blinken pidiendo a los aliados que reconocieran el triunfo de Kamala rápidamente; varios candidatos a diputado por los Demócratas que expresaban sus acuerdos con las políticas trumpistas; Kamala acercándose cada vez más al programa republicano; la desesperación de Obama y de Clinton conminando a los negros a votarla; el vicepresidente de Bush, Dick Cheney, y su amable señora, haciendo campaña por Harris como si fueran progres; un par de amigos neoyorkinos que insistían que muy a pesar de ellos ganaba Trump y que la colectividad judía lo apoyaba porque era “mejor para Israel”; Trump insistiendo que sus políticas proteccionistas iban a generar una recuperación de la industria automotriz en Detroit, mientras Kamala seguía hablando sobre su mamá y riéndose desaforadamente antes cualquier tontería que pudiera decir.

Finalmente, los Republicanos y Trump ganaron en toda la línea. Aventajaron a los Demócratas en casi seis millones de votos populares; en 295 a 226 votos electorales; ganaron 3 senadores para tener una mayoría de 52 en el futuro Senado; su bancada en diputados aumentó a 190 contra 172; y 27 gobernadores sobre 50 serán republicanos. Considerando que los trumpistas han sido acusados de incitar a un golpe de estado y que su portaestandarte ha sido procesado cuatro veces, además de que insisten en su fascismo y en que es un títere de Putin (y un criptocomunista), la verdad es que les fue muy bien. Ni hablar que los Demócratas detentaban el aparato estatal y el apoyo de los medios de comunicación y buena parte del establishment. Todos los viejos trucos no alcanzaron, con lo cual es probable que el margen de votos trumpista sea aún mayor (se calcula que el fraude bien pensado puede incidir en 3 a 5 por ciento del resultado en el voto popular). Asimismo, Trump obtuvo 54% del voto masculino y 44% del femenino; 55% del voto blanco, 12% del negro, y 45% de los “latinos”; 55% de los votantes sin educación universitaria lo votaron junto con 42% de los jóvenes menores de 29 años y 53% de franja entre 45 y 64 años. Comparado con las dos elecciones anteriores, el voto trumpista no hace más que aumentar.

Más allá de eso no hay que llamarse a engaño: Trump sacó 2 millones de votos menos que en 2020 cuando perdió mientras que Harris recibió 13 millones de votos menos que Biden cuatro años antes. Digamos, 15 millones de norteamericanos (casi un 15%) no votaron en lo que todos consideraban una elección clave.

La gran pregunta es ¿por qué? Mis amigos profesores universitarios insisten en que hay muchos “horribles, ignorantes, tontos” entre los votantes norteamericanos. Puede ser, aunque no veo por qué hay más hoy en día que hace 16 años cuando ganó Obama. Al mismo tiempo si opinamos que la gente es “tarada” entonces ¿para qué participar en elecciones que serán definidas por animalitos de Dios? Mi sensación es que hay cosas más complicadas y que se han consolidado tendencias desde hace ya cuatro décadas (desde Reagan). Por un lado, la crisis económica no hace más que impactar sobre sectores medios y obreros, de todas las razas y creencias. De Clinton en adelante, los Demócratas han sido instrumentales en poner fin a las conquistas de Nuevo Trato de Roosevelt, traicionando a su histórica base electoral entre obreros, negros e hispanos. Y por si faltaba algo, el gobierno de Biden redujo el seguro de salud de Medicare, dejando a 25 millones de trabajadores norteamericanos sin cobertura. Trump es el único que reivindica al trabajador común, y la realidad es que durante sus primeros dos años de gobierno el salario obrero aumentó apreciablemente. Asimismo, la concentración de la riqueza no hace más que crecer. Hace dos semanas estuve en Nueva York: donde vi restaurantes carísimos (una hamburguesa 28 verdes, un hotel medio 500 la noche, el metro 3,25 y un café 4,25) llenos de gente mientras afuera había largas colas de ollas populares en las parroquias y gente tirada mendigando en la calle. El gobierno de Biden dio luz verde al conflicto de Ucrania, al de Gaza, al de Yemen, mientras la inflación no hizo más que aumentar. Kamala era su vicepresidente, cuya fama era como fiscal de California conocida por meter presos a jóvenes negros. Agreguemos a eso que 30% de los norteamericanos se definen como nacionalistas cristianos cuyas iglesias son todas trumpistas. Digamos el neoliberalismo no sólo ha cambiado la faz de la tierra, y a la sociedad norteamericana, sino que también está gestando sus propios sepultureros.

Pero a no engañarse. La complejidad es mucho más profunda de lo que nuestros reputados analistas consideran. Por ejemplo, Harris recibió el voto del 54% de los votantes con ingresos mayores a 10 mil dólares por mes, mientras que Trump recibió el 49% de aquellos que perciben menos de 4 mil dólares mensuales, y la misma cifra de aquellos cuyos ingresos están entre 4 y 9 mil dólares (Harris recibió el voto de 48 y 47% respectivamente). Estos son los mismos que mayoritariamente votaron por Obama en 2008 y 2012; 55% de ellos votaron por Biden en 2020. O sea, los ricos apoyaron a Harris lo cual explica cómo hizo ella para reunir mil millones de dólares para su campaña en sólo tres meses.

El estratega del partido Demócrata, Ally Sammarco, insiste que “hombres blancos sin educación universitaria están arruinando este país”. La suposición es que “los horribles de siempre” prefirieron al troglodita antes que a la “progresista” Kamala. ¿Fue así? En realidad, no. Los mismos ciudadanos que votaron a Trump aprobaron un aumento del salario mínimo en Alaska y en Missouri; en Oregón aprobaron una ampliación del derecho a sindicalizarse; Arizona rechazó una reducción en el salario mínimo; en Nueva Orleans se votó una nueva, y mejor, carta de derechos para los trabajadores; Arizona, Missouri, Colorado, Maryland, Montana y Nevada aprobaron el derecho al aborto; en Colorado, Nebraska y Kentucky los votantes derrotaron propuestas de utilizar fondos públicos para financiar escuelas privadas. En Michigan Trump ganó por el 49,7%, pero la progresista (y pro Palestina) Rashida Tlaib fue reelecta por el 62%. Diversas encuestas han revelado que muchos de los votantes hispanos y árabes, tomaron en cuenta la retórica antibélica de Trump con relación a Gaza y a Ucrania. Asimismo, muchos votantes obreros le otorgaron su voto a The Don por sus promesas de limitar las importaciones chinas, restringir la fuga de empleos hacia el Tercer Mundo, y reactivar la industria automotriz.

Debería ser evidente que una cosa es lo que promete Trump, y otra lo que va a hacer. Si es probable que intente reducir el nivel de conflictividad con Rusia e impulsar la paz en Ucrania. No así en Gaza donde lo más factible es que continúe en su apoyo a Israel. Sus promesas proteccionistas es posible que sean cumplidas, sobre todo porque es lo que considera su frente de batalla principal contra China. De ser así, se va a enfrentar a los grandes grupos multinacionales, fuertes inversores en China, mientras puede ser que se reactive la base industrial norteamericana.

¿Y América Latina? Una ausencia notable en la campaña electoral de ambos contrincantes fue cualquier referencia a las naciones al sur del Rio Bravo, excepto en insistencia de Trump de expulsar a los inmigrantes ilegales. En eso lo más probable es que Milei, Bolsonaro, Bukele y otros encuentren poco apoyo más allá de algunas medidas simbólicas, como otorgarles una reunión en la Casa Blanca, o hacerles una llamada telefónica.

¿Qué se viene? No sé. Pero tiendo a pensar que va a haber cada vez más crisis en Estados Unidos, más conflicto político y social. Unos van a tratar de “ir por todo” mientras los otros van a tratar de lograr que Trump deje el gobierno. En el medio Estados Unidos tendrá escasas posibilidades de intervenir en el mundo, excepto como reflejos desesperados de una situación que se les va de las manos.