El sábado 6 de octubre se realizará en Buenos Aires y en un montón de ciudades alrededor del país, la 30º Marcha del Orgullo LGBTIQ+. De manera anticipatoria, la ciudad de Rosario la celebró el día 30 de octubre. Presentamos una galería de fotos de ese evento que es, a su vez, celebración y lucha.
Texto: Elizabeth Moretti
Para quienes hacemos política desde una perspectiva de los sectores oprimidos, siempre hay un punto en el que las libertades y los derechos individuales, se transforman en luchas colectivas, sin por ello perder su identidad individual. A ello hacía referencia Rosa Luxemburgo, cuando nos enseñaba a luchar: «por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres».
En esa diferencia, en esa diversidad que nos hace humanos es donde se asientan los reclamos por el libre ejercicio de las libertades individuales, que, cuando se ejercen desde sectores no hegemónicos, únicamente pueden garantizarse en la pelea colectiva por la libertades de todos, todas y todes. La Marcha del Orgullo es ejemplar de esto que venimos diciendo porque no solo se trata de conquistar una libertad futura, para algún mundo utópico por venir. Sino que es el ejercicio in situ de la libertad y la diversidad que existe y en general permanece oculta, en tanto que amenaza la estructura hétero patriarcal capitalista que nos oprime.
Más allá de las roscas de aparato que se dan en todo evento político masivo, la Marcha del Orgullo, con sus decenas de miles de personas movilizadas de manera independiente, se percibe por sus participantes como la oportunidad de evidenciar las identidades individuales diversas, pero también de expresar las necesidades de un colectivo que pelea por reclamos concretos, un colectivo que ve en Tehuel de la Torre (joven trans desaparecido desde marzo) a cada persona trasgénero que sufrió discriminación y violencia por la asunción libre de su identidad, por citar un ejemplo de la actualidad.
No olvidemos que las primeras manifestaciones políticas significativas de este colectivo tuvieron lugar en los ’60 y ’70, en EE.UU., donde la lucha por la libertad identitaria se daba la mano con la pelea de la comunidad afro estadounidense y con el reclamo de la comunidad hippie en contra de la guerra de Vietnam. Cuando se comprendía perfectamente que las libertades de cada une se garantizan con la libertad de todes.
Hoy, la pelea por la libertad de ejercer libremente nuestras identidades está siendo tomada colectivamente por una joven generación que la ha convertido en su bandera. Su fuerza transformadora dependerá, como al inicio de este movimiento, de la capacidad que tenga de tender alianzas con los demás sectores que luchen y se organicen por la construcción de ese mundo igualitario, libre y diverso con el que soñaba Rosa.