Las últimas semanas, el proceso electoral, con su propaganda, ha tomado la centralidad de las notas periodísticas, sobre todo en Santa Fe donde se realizarán las PASO el domingo 16. Allí, los candidatos de unos y otros hablan de seguridad y narcotráfico. Sin embargo Rosario sigue siendo una ciudad sitiada por las bandas narco y las muertes continúan siendo una cuestión cotidiana. Con sus altas y bajas son ya cerca de 145 los homicidios en lo que va del 2023. Hace poco hubo cinco muertos en un solo día.
Para adentrarnos en la complejidad de lo que ocurre en la ciudad del sur santafecino, entrevistamos a Martín Stoianovich, periodista que publica en varios medios rosarinos. Martín viene siguiendo la compleja problemática ligada a la inseguridad y la situación de la juventud y los niños en los barrios periféricos rosarinos, agobiados por las balaceras.
Si bien este reportaje salió al aire en nuestro programa radial en junio, creemos que las razones que posibilitaron que llegáramos a esta situación no se han modificado y, por lo tanto, entendemos que las reflexiones de nuestro entrevistado siguen teniendo total actualidad.
Borrador Definitivo: La última vez que hablamos, en octubre del año pasado, se vivía en la ciudad de Rosario un proceso de violencia muy fuerte, de balaceras, de muertos. Parece que, tantos meses después, todo eso se ha recrudecido.
Martin Stoianovich: Sí, totalmente, es algo que está a la vista. Está a la vista en lo que pasa en la calle, lo que la gente comenta, en mi trabajo, en la cobertura diaria. Pero también es algo que está visto en los números, ¿no? Nosotros hablamos en octubre del año pasado cuando todo pintaba que, de acuerdo a como venía la cosa, se iba a superar el récord histórico de homicidios en un año, que es algo que terminó sucediendo. Y es una tendencia que viene manifestándose también en lo que va de este 2023, si yo no me equivoco, son 137 homicidios en medio año. En mayo, por ejemplo, cerramos un mes donde hubo un promedio de un homicidio por día. Entonces, que la situación se agravó es algo que está en los números y también en la calle; porque creo que ya está en la idea de la gente, en el comentario de la gente, está mucho más presente lo que está pasando en Rosario que hace un tiempo.
BD: Y es algo más que percepción diaria, vos hace un tiempo publicaste una nota donde marcabas que, desde el año pasado hasta la actualidad, hay 43 menores muertos
MS: 43 menores en lo que en lo que va de 2022 y 2023, que es una manera de acotar, pero desde que empezó a subir dramáticamente la cantidad de homicidios en Rosario, hizo que el año pasado hubieran más víctimas menores de edad que en los años anteriores. En total en la última década son 216 niños y adolescentes que fueron asesinados. El tema es que en el año 2021 hubo 14 y en el año 2022 hubo 34. Entonces ahí hay algo, ¿no? Es algo que me parece que hay que pensar, que hay que analizar. ¿Por qué de repente se duplica y se supera la cantidad de menores asesinados en un año?
Yo creo que tiene que ver en parte con la problemática del narcotráfico, donde hay cada vez más jóvenes involucrados. Entonces, la gran mayoría de los 34 adolescentes muertos que hubo el año pasado, al menos 26, se investigan como parte de un contexto de criminalidad, sean víctimas directas o indirectas. Quiero decir, que tal vez ellos participaban de alguna trama, de alguna banda. Pero también se daban los casos en que eran familiares y la ligaron de rebote y demás, y ahí está la otra cuestión: esa alza también tiene que ver con que hay un aumento en los niveles de violencia con los que se están manejando las bandas, que hacen que haya tiros por todos lados y hacia cualquiera. Con esto me refiero a que si, por ejemplo, el problema es una casa, tiremos contra la casa, no importa quién haya adentro. Y es allí donde, por ejemplo, la liga un menor. Pero también, y me parece igual de grave, el hecho de que haya tantos menores que estén involucrados, no solo los que han sido asesinados, sino que hay muchos otros más que están vivos y que están involucrados en esta cuestión. Estamos viendo la punta de un iceberg en realidad. Cada vez más pibes en la calle tienen la oferta de agarrar un fierro a cambio de un par de pesos o de vender droga.
Entonces, ahí está esa cuestión, ¿no? Y para no decir que son solo números, alrededor de esos menores asesinados, además de historias de vida que se cortan abruptamente, hay una gran complejidad de cómo están funcionando en la calle esas pequeñas bandas que están comandadas y organizadas en parte desde la cárcel; y me atrevo a decir que en parte en otras áreas donde no se corre peligro.
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BD: Te referís, específicamente, a la policía y las fuerzas de seguridad…
MS: A comisarías. Las comisarías son los búnker más protegidos. Hoy tenés las comisarías más cuestionadas de Rosario, que son la 12, la 20 y la 24, en la zona noroeste, están valladas con unas vallas de metal sólido por las balaceras. Las balaceras aparecen públicamente como la represalia de las bandas por el supuesto accionar de la policía en su contra. Lo cual para mí, siguiendo alguna situación, sobre todo ahí en zona noroeste, son en realidad represalias porque, por ejemplo, la comisaria 12 promete protección y no lo logra, o porque protege a una banda y no a otra, metafóricamente son los bunkers más protegidos.
BD: Sí, claro, esa es, por otro lado, la sensación de la gente en muchos barrios, abundan los ejemplos.
MS: Es tremendo el día a día en distintos barrios. Porque uno puede decir: “bueno, es un imaginario de que la policía hace tal cosa”. Pero por el contrario estamos en condiciones ya de pensar que no es casualidad que en todos los barrios la gente dice “A la comisaría no voy a hacer la denuncia porque se cagan de risa, a la comisaría no voy a denunciar una bandita que vende droga en el barrio porque después los veo a ellos pasando a cobrar la coima”. Y así toda la sospecha y todas las cosas que surgen del boca en boca de la gente que, lamentablemente, no se comprueban y no se juzgan como debería ocurrir en la justicia, y entonces termina siendo el relato de la gente.
BD: Convengamos que la justicia está bajo la misma sospecha, como el poder político.
MS: A ver, para no hablar a boca de jarro, hay investigaciones puntuales donde se sabe que desde la fiscalía se filtra información de que se está investigando a tal persona. Todo lo que es la causa del juego clandestino es como un gran ejemplo de eso. Y cómo llega hasta el poder político esa cuestión. Me refiero a que en Rosario hay como una narrativa instalada que es generalmente la que bajan los poderes judicial y político: acá hay dos bandas, que son los Monos y Alvarado, y debajo de ellas sub-estructuras que funcionan en cada barrio, que compiten con las bandas contrarias y demás. Esa es la narrativa que se viene construyendo hace diez años. Pero por afuera se empieza a ver que hay otras cosas, hay algunas investigaciones que van por el lado del lavado dinero y otras cuestiones que hemos conversado en la última charla, que un poco da cuenta de que es algo que sigue sucediendo y que no hay tanta evidencia, como sí lo hay de la violencia más concreta que repercute en la calle, y nos viene a decir que la cosa está peor. En lo demás, es más un diagnóstico y algo que todos ya empezamos a saber que pasa, y a la vez nos preguntamos ¿Y por qué no pasa algo más? ¿Por qué no se termina de destapar estas ollas?
BD: Hablando con un abogado que se llama Alberto Sarlo, que viene trabajando hace años en una unidad penitenciaria en la provincia de Buenos Aires, me decía que lo que pasa en Rosario no es distinto a lo que puede pasar en el Gran Buenos Aires. Con una diferencia: en Buenos Aires todavía la policía y los poderes políticos tienen el control de estos sectores; mientras que en Rosario se ha perdido el control, es decir, se ha fragmentado. ¿Hay algo de esto?
MS: Yo creo que sí, que se percibe que la policía y el poder político perdieron el control. Y que también tiene que ver con que el propio control de la policía, que nunca dejó de estar, se fragmentó. Entonces tal vez lo que los medios y el poder político y las directivas judiciales describen como, por ejemplo en la zona noroeste, enfrentamientos entre bandas; tal vez en el fondo son enfrentamientos entre comisarías. Por eso te digo que son los búnker más protegidos. Porque para graficar digamos que en una zona determinada, en un distrito determinado, hay cuatro comisarías, con sustentos judiciales digo esto, que están involucradas en algún grado en lo que pasa con las bandas. Entonces, lo que vemos ahí es que el poder y el control policial están fragmentados también y eso genera un enfrentamiento, choques en la calle entre personas, pero probablemente diagramados o con algún grado de participación mucho más complejo de las fuerzas de seguridad.
BD: Muchos insistimos que las políticas de militarización tienen poco efecto y más con lo que vos decís. Y esto tiene su correlato en que, en algún momento, la gente pedía más policía y hoy duda sobre esa cuestión porque sabe que la policía está directamente imbricada.
MS: La gente dice eso y esto también tiene un costado peligroso. Porque la gente va tachando. Primero se pedía más policía. Bueno, en el año 2012, 2013, policía comunitaria: fracasó, la tachamos. Después, 2014, 2015, policía de acción táctica: fracasó, la tachamos. Luego gendarmería, también tachado. Y eso también es peligroso porque se va pidiendo cada vez más rigor y se va a terminar pidiendo el ejército. Y es algo que sucede, que ya sucede. Entonces yo creo que la corrupción, además de generar esta magnitud de violencia en la calle y crecimiento de todos los circuitos ilegales, la corrupción también lo que hace es favorecer más pedido de mano dura porque si la policía es corrupta no contemos más con ésta, vamos con el ejército que no es corrupto y nos seguimos comiendo chascos, entonces creo que se entra en un bucle peligrosísimo.
BD: En los últimos tiempos hemos asistido a estas balaceras y amenazas en las escuelas. ¿Por qué las escuelas según tu visión?
MS: Hay que ver que la cuestión de las balaceras a instituciones públicas empezó con las balaceras a los centros de Justicia Penal, a Tribunales. Después a otras sedes de fiscalía, a oficinas de la Agencia de Investigación Criminal; y que todas esas cuestiones tenían como trasfondo el generar impacto público y además de estar acompañada de mensajes, de visibilizar un mensaje. Creo que, con el paso del tiempo, perdieron esa capacidad de impacto y que tal vez por eso le están apuntando a las escuelas, que es como el nuevo límite superado y está generando más conmoción pública. Se están metiendo con las escuelas intentando generar más conmoción, generar impacto y verlo como un pedido de negociación o de advertencia.
Y después hay otra cuestión que tiene que ver -porque también ha pasado- que no son ataques a las escuelas pero que ocurren muy cerca de éstas. Por ejemplo se la tienen que pegar al padre de un alumno y lo agarran cuando está saliendo de la escuela, o cuando está llevando al hijo. Y eso también afecta muchísimo a la comunidad educativa.
Pero principalmente creo que tiene que ver con superar un límite. Porque las balaceras a los centros de justicia penal se controlaron bastante rápido porque son en el macrocentro, entonces es mucho más difícil para un tipo que pasa en moto, tirar y escapar en esa circunstancia, hay más cámaras de vigilancia y por eso me parece que ahora apuntan a las escuelas. Y no atacan a cualquier escuela, sino que atacan a escuelas de barrios donde sabemos que no son las mismas condiciones que en el macrocentro. Entonces ahí tenés menos vigilancia policial y más corrupción, menos cámaras de seguridad y sobre todo más cercanía a los lugares donde se terminan refugiando o guardando la moto. Las personas que pasan y tiran sobre todo lo hacen a la noche, pero ahí también está esta cuestión de ¿Por qué la policía no puede prevenirlo? Porque ahora, de repente, hay custodias en las escuelas. Pero hace un tiempo balearon a un nene y había un patrullero ahí a 50 metros, y no lo pudieron prevenir. Y si bien pudieron después agarrar a los dos tipos, no lo pudieron prevenir. En síntesis, creo que las balaceras a las sedes judiciales ya estaban agotadas y. como no alcanzaban. buscan el impacto de las escuelas. Y luego está la lógica reacción de la comunidad educativa, incluido los paros docentes, que muestran que ya hay un poco más de la necesidad de los de las distintas áreas del estado de manifestar el repudio ante ese tipo de ataques, como que hay mucho más nivel de conmoción en general.
BD: Hasta ahora hemos tomado mayormente el problema de la policía, pero no entramos en el tema del poder político. Tenemos un senador, Traferri, amparado por fueros de senador provincial, con denuncias de vinculación con el juego clandestino, y yo creo que eso lleva directamente a todo el tema del narcotráfico. Más aun, entrando profundamente en la campaña electoral, Carrió denuncia a uno de los candidatos a gobernadores como Pullaro, por estar vinculado al narcotráfico.
MS: Sí. Y hay otra cuestión volviendo al tema de estos atentados públicos, donde quizás debería investigarse la posibilidad de que sean también para generar conmoción y desestabilización. Porque la narrativa narco acapara todo, pero también sabemos que el poder de fuego narco es poder de fuego de algunos otros intereses. Entonces, cualquiera puede ir y pegar un tiro. Cualquiera que tenga acceso a esas herramientas, puede ir y pegar un tiro contra una escuela, contra una institución y lo que es muy difícil de acreditar es el real motivo de eso. Y no habría que descartar, desde mi punto de vista, que las contiendas políticas o esos trasfondos más oscuros se jueguen ahí con el nivel de desestabilización que genera que baleen en una escuela.
BD: Junto con estas balaceras lo que aparece muy fuertemente en los barrios es esta cuestión del robo, de la rapiña, de la extorsión a comerciantes. Esto ha planteado una situación de desmadre. ¿Son las mismas bandas narcos o son sectores independientes que aprovechan la situación?
MS: Yo creo, por un lado, que rateros hubo siempre y esto del robo, el arrebato de celular, es algo que se mantiene. Creo que el miedo que genera todo este contexto de violencia y la desprotección que padece el vecino que sufre un homicidio o una extorsión, es la misma desprotección que lo deja expuesto a un ratero cuando está esperando el bondi para ir a laburar. Y a veces eso genera incluso más impotencia que el hecho de una balacera que, cuando no le toca a uno, parece algo lejano. En cambio el robo de lo material es como que lo identifica a uno más, porque todos tenemos un celular en el bolsillo. Y después, lo que creo es que hay banditas, grupitos, que aprovechándose de todo este contexto actúan por la suya. Por ejemplo con el tema de las extorsiones: hoy cualquiera con un celular, con un arma y con un par de datos, se anima a hacer una extorsión en nombre de los Monos, en nombre de Alvarado, en nombre de la mafia. Entonces cualquiera, pertenezca o no a esa trama, personas que están presas (y esto también ha saltado) que no tienen en principio vinculación directa o muy importante con alguna banda grande, pero tienen tal vez el acceso a conseguir un arma o algo, orquestan desde la cárcel con la ayuda de algún ser cercano que está en la calle, una extorsión a los comerciantes.
Y de repente hay barrios en donde, extorsionados y extorsionadores, viven ahí, conviven en la misma dinámica. Y después, más grave, hay otro sistema de extorsión más planificado, que se vio mucho también en algunos sectores de la zona sur y también de la zona noroeste, donde hay organizaciones, como por ejemplo la banda de Barrio Ludueña (que se la conoce como la banda de Mauro Jerez) que vendían drogas y también extorsionaban comerciantes. Y también gente vinculada, por ejemplo, al viejo Cantero en la zona sur, también extorsionaban en nombre de los Cantero. Nadie va a poner en duda si alguien viene y te deja un papel y te dice “somos la mafia, danos veinte mil pesos, cincuenta mil pesos -lo que sea- por mes o te baleamos”. Dicen los fiscales que se denuncian algunas, pero que hay muchas más que no se denuncian. Porque el miedo es tanto que la gente prefiere poner la plata antes que poner su vida en riesgo. Entonces accede muy fácilmente a una extorsión. El miedo penetra mucho, y eso hace que cierren los negocios, hace que las calles queden vacías. Entonces, es como una especie de dictadura de ese miedo que se genera por distintas situaciones y lo que hace es favorecer a que todo eso siga creciendo.
BD: Volvemos a hablar de esta situación de cierto desmadre.
MS: Sí, totalmente. Yo diría que con un nivel de gravedad muy complejo en todo lo que es por afuera del macrocentro. Porque hay otros sectores de la ciudad que históricamente padecen los arrebatos y toda esa cuestión, que también genera mucha molestia y mucha percepción de miedo y de inseguridad que antes no estaba. Todos siempre nos cuidamos cuando salimos de noche, pero yo percibo personalmente en mi círculo cercano que hay mucho más temor y mucho más cuidado en estos días que antes.
BD: Por supuesto que sí. Pero ¿Cómo se sale de esto? Porque el problema que vos citás es, en gran medida, las fuerzas de seguridad, la implicación de la política y la justicia. Entonces, ¿uno podría pedirle al poder que reforme el poder?
MS: Sí, creo que la situación está muy grave y a medida que crezca esa gravedad, va arrinconando cada vez más a los gobiernos de turno a tomar una decisión que es profundamente política y es que se necesitan recursos en los barrios. Pero para llegar a eso se necesita dinero y yo creo que ahí está la cuestión también, cambiar la orientación de la política. Pero eso quizás no ha sucedido todavía porque, aunque sea duro decirlo y escucharlo, las víctimas todavía son los pobres. Entonces hay una cuestión de clase que hace que Rosario siga siendo hacia afuera, si bien va creciendo cada vez más el estigma de ciudad narco, también es una ciudad que atrae al turista. ¿Por qué? Porque dentro de los bulevares y del río, Rosario sigue siendo una ciudad linda. Pero si esta cuestión sigue agravándose, vamos a estar cada vez más arrinconados a la decisión de decir: “bueno che, paremos la pelota y revirtamos esto antes de que los tiros empiecen a llegar cada vez más cerca”. Porque tengo esa sensación de que incomoda hasta ahí nomás cuando las víctimas son pobres. Por eso nos acordamos tanto de los casos resonantes, que en los medios de comunicación se traducen, como suelo decir, con esta idea de la profesión antes del nombre de la víctima. Entonces: ¡qué conmoción que genera el asesinato del arquitecto tal… o la bailarina tal…! Y ahí de repente se ve como que la violencia está llegando cada vez más cerca. Y lo cierto es que cuando matan a alguien en un barrio pobre, a los medios les cae mal poner en los títulos: “El changarín tal… o el cartonero tal”. Y en esos sectores ya hace rato que se vive con la sensación de que la cosa no da para más; y parece que en otros sectores de la sociedad todavía no. Cuando eso empiece a pasar, como ha sucedido en otras ciudades del continente, se van a dar cuenta de que tienen que destinar más presupuesto a desarrollo social que a otra área.
Tienen que poner más plata en crear un polideportivo en un barrio antes que en modificar las baldosas de la plaza San Martín o repavimentar calle Maipú 200 veces (todas en el centro de la ciudad). Creo que cuando eso apriete, verdaderamente se van a disponer a generar políticas públicas dirigidas a personas en situación de vulnerabilidad de verdad. Como sucedió en el año 2012-2013, cuando esta cuestión de la violencia había aumentado drásticamente en relación a los años anteriores. Entonces el estado ideó esta cuestión del Plan Nueva Oportunidad y demás, que era como decir: “Bueno, algo tenemos que hacer porque esto se nos está yendo de las manos”. Un poco se controló pero sabemos que no sirvió, la historia ya lo contó, no fue acompañado, no fue sostenido. Pero volviendo a tu pregunta, yo creo que mientras sigan muriendo los pobres sobre todo, seguimos estando lejos. Lamentablemente es horrible, pero es lo que pasa porque la gran mayoría de personas asesinadas, por no decir todos, vivían en los barrios periféricos, más allá de si son o no son pobres, vivían en los barrios periféricos. Es como si fuera otra ciudad, por afuera de los grandes bulevares. Es como si empezara otra ciudad, y lo que ahí pasa es algo que a todos nos preocupa pero que evidentemente no genera el nivel de decisión política que generaría si se corriera un poco más para este lado.
BD: Claro, y todo lo que se termina haciendo es reflotar que con más policía, más gendarme o con el ejército vamos a resolver el problema.
MS: Estamos en el sexto o séptimo desembarco de Gendarmería en nueve o diez años y ya sabemos que no sirve. ¿Sirve quizás para qué?: para que el electorado se sienta un poco más seguro al ver a un gendarme caminando cerca de su casa. Creo que la cuestión de la seguridad se gestiona todavía con la opinión pública.