Sobre el conflicto obrero de Siderar Canning Por Juan José Lázzari (entrevista y edición)
Tras 25 días de duro conflicto, con varias conciliaciones dictada por el Ministerio de Trabajo y órdenes de desalojo a pedido del hombre que integra el podio de los más ricos del país (Paolo Rocca), los trabajadores de la Siderar Canning, cansados por la cantidad de días que llevan en lucha y agobiados porque en la vereda de enfrente no sólo está la patronal de Techint, sino que codo a codo con ellos, juegan los gobiernos nacional y provincial y, en las sombras y con mayor disimulo, el propio gremio, terminaron acatando la conciliación obligatoria.
El conflicto de la metalúrgica del Gran Buenos Aires tomó cierta visibilidad, como el de ARREBEEF, y se inscriben en una ola creciente de conflictos que se vienen dando, sobre todo en el interior del país, ola de conflictos de distintos sectores (laborales, ambientales, de género, pueblos originarios, etc.) que marcan las potencialidades del momento actual pero también, sobre todo, las enormes dificultades que las cruzan.
Las luchas obreros, que son las que en este caso nos interesan, si bien han crecido en cantidad y magnitud, aun no superan el carácter defensivo, de resistencia a un ataque feroz que vienen desarrollando las patronales, sobre todo a partir de la pandemia. No está de más decir que en esta escalada han trabajado en tándem con el gobierno de los Fernández y contando además con la inestimable colaboración de las “direcciones sindicales”, siempre dispuestas a ofrecer sus servicios de bomberos para entregar la lucha de aquellos a quienes debieran representar. En este último aspecto es interesante remarcar que en este tiempo se viene viendo un crecimiento en la bronca de las bases con estos burócratas, quizás los compañeros del frigorífico de Perez Millan sean quienes mejor lo han demostrado, pero al momento esto no ha dado lugar a procesos de auto organización independiente por abajo que superen esta verdadera losa y que rompan el aislamiento que en cada conflicto se está dando.
Entrevistamos a un trabajador de la metalúrgica de Ezeiza, que nos cuenta la situación del conflicto y nos aporta cuestiones sobre las que deberemos seguir reflexionando (escuchar audio completo de la entrevista arriba).
Nuestro entrevistado nos cuenta que tras 25 dias de dura pelea y varias conciliaciones que ellos desoyeron, este 6 de marzo “Se decidió acatar la conciliación a un día de su vencimiento. Asi que la planta ahora está en actividad”.
En sus orígenes éste fue un conflicto salarial, porque la patronal se negaba a cumplir con lo pautado en paritarias: “A partir de enero había que aplicar los nuevos valores básicos para la rama 17 de UOM, pero esta empresa tiene la mayoría de sus plantas en la rama 21, que recién acordó modificaciones del básico en abril. Los otros tres meses se congelaba el básico en 173 y la diferencia eran $50 no remunerativos.
Nosotros ya habíamos padecido un año completo sin modificaciones al básico.
Ahí la única medida de fuerza que hicimos nosotros fue cortar las horas extras. Al cortar las horas extras, automáticamente hubo sectores de la planta que se empezaron a parar porque hay mucha gente que se jubiló, otra tanda por la pandemia, por ser de edad avanzada, diabetes u otras cosas, no pueden prestar servicios. La única forma de que sea operativa la planta eran las extras.
Empezaron con los descuentos de horas, con un montón de cosas y con las sanciones disciplinarias: suspensiones. Hasta que nos echaron a uno y ahí paramos todo”.
Es en este punto donde empiezan a actuar otros protagonistas nada secundarios: el Estado provincial y luego el nacional: “Ahí viene la primer conciliación obligatoria, la acatamos. Cuando la empresa se sienta a negociar, como quien dice, no trae nada en concreto. Y dos o tres días después de dictada la conciliación (que era por 10 días) nosotros la rompemos, volvemos a parar la planta, eso es a nivel provincial.
Cuando interviene Nación es porque la empresa dice que le estábamos desabasteciendo la planta, porque de acá de Canning sale material para construcción, material para línea blanca y automotriz. Vinieron con la segunda conciliación, esa a nivel nacional, dijimos que sí en primera instancia. Dieron una serie de fechas de reuniones. Tampoco hubo avances de ningún tipo y ahí dijimos: ya está, no están buscando soluciones. Y volvimos a parar.
Los primeros fueron 14 despidos y después cerramos con un numero de 35. Nación le dicen a Techint que no puede echar trabajadores, ahí entran los 35 que habían despedido.
Y ahora, antes de acatar de vuelta la conciliación, estaba como premisa que ninguno se quede afuera. Así que decidimos volver a la actividad y ver qué pasa con los puntos que quedaron por discutir. Más que nada por el desgaste”.
Pero detengámonos un segundo en lo que acaba de contar el compañero, por si en el fragor de la lectura se pasó por alto el detalle, nada secundario, de que la empresa considera conflicto no realizar horas extras. ¿Será esto parte de la flexibilización laboral que tanto piden y que en las plantas de los Rocca, como en tanta otras fábricas, se aplica sin ley?: “Pero el sistema de trabajo es ese. Ellos ven como una medida de fuerza no hacer horas extras. Ellos lo tienen normalizado a hacer 12 horas. Nosotros no.
Nosotros siempre dijimos lo mismo: que las horas extras, como horas suplementarias, quedan a criterio del trabajador. Y la empresa pone dentro de la conciliación obligatoria normalizar las actividades, y ellos toman como normal 12 horas”.
La fábrica está ubicada en la localidad de Ezeiza, antiguamente se llamaba Comessi y, a pesar de ser un establecimiento relativamente pequeño, siempre fue una piedra en los negocios del grupo Techint por su nivel de producción. Por lo tanto la compraron y, ya en mano de los Paolo Boys, siguió vendiendo a full, aun en las peores crisis como en estos días, nivel de producción que no condice con los sueldos que paga: “Por eso decíamos: nosotros estamos pidiendo que nos pague lo que marca el convenio. Yo tenía que cobrar $223 la hora; 100 horas son $22.000, y 200 son $44.000. No llegamos a las 50 lucas. ¡Y estamos peleando por centavos, por un alfajor! ¡Estuvimos 25 días parados por un alfajor!”
En estos 25 días los trabajadores han hecho un verdadero curso de lucha sindical y política, vieron cómo todos se complotaban contra ellos y sólo contaban con sus propias fuerzas y la solaridad de compañeros de otras fabricas.
“Es totalmente desigual la lucha, porque estábamos nosotros que hacemos todo a pulmón, contra un sistema, el gremio no estaba de acuerdo con lo que estábamos haciendo. Un ministerio que dictó tres conciliaciones obligatorias, de las tres, ninguna fue pedida por los trabajadores, o sea que ninguna se hizo eco de la demanda que hacíamos nosotros. Una fue por el desabastecimiento, la otra porque la empresa lo pidió, y una más porque Nación también metió la cuchara, pero nadie dijo qué está pasando en Canning con el tema salarial.
Y todas esas cuestiones, sentado uno debajo del árbol como estábamos, con el acampe que sosteníamos delante de la planta, te ponés a pensar y decís: ¡Guau loco, este sistema es re para atrás! Vos escuchás que todo el mundo pide justicia, y acá te das cuenta que parece que todo el sistema esta corrupto…
“No hay un centro para nosotros. Vos lees los motivos que dan para las conciliaciones, y son todas relacionadas a la industria, nada relacionado a los trabajadores.
Yo no quiero hablar mal de un estado que fue votado democráticamente y que se supone que está para velar por los intereses de todos los trabajadores de este bendito país, pero por el momento, nosotros no recibimos ninguna respuesta favorable de nadie, ni de nuestro gremio ni de nuestro estado nacional”.