Artículo publicado en Cosecha Roja
El joven de 18 años estaba desaparecido desde el lunes a la madrugada. En medio de una razzia policial en la capital correntina corrió con un amigo hacia la costa del Paraná. Apareció esta madrugada ahogado con golpes en el cuerpo. Tres efectivos fueron pasados a disponibilidad. Por Cosecha Roja
Juana Sotel llevaba más de medio día sin noticias de su hijo Lautaro Rosé cuando le dijeron que se había tirado al río escapando de una razzia policial. Con su familia fueron a las orillas del Paraná, en la ciudad de Corrientes, y decidieron que no se iban a mover de ahí hasta encontrarlo. Si era necesario iban a acampar en la playa Arazaty hasta tener alguna noticia.
-Me voy a quedar acá hasta que alguien me dé alguna respuesta- dijo Juana a los medios desde la playa de Corrientes.
Mientras esperaban, 700 personas marchaban por las calles de la ciudad para pedir la aparición con vida del pibe de 18 años. Este miércoles a la madrugada unos pescadores vieron un cuerpo flotando en el río, frente al Cementerio del barrio Virgen de los Dolores. La familia lo reconoció: era Lautaro.
Lautaro había salido de su casa en el barrio Trujillo el domingo a la noche. Iba a encontrarse con un amigo. No volvió a la madrugada, ni a la mañana siguiente. El lunes a la tarde su madre fue hasta la Fiscalía N° 6 y denunció la desaparición.
La reconstrucción de la Fiscalía y de los testigos sobre qué pasó con Lautaro conecta su desaparición y su muerte con la Policía. El lunes a la madrugada cerca de las 4.30 decenas de uniformados llegaron en motos y patrulleros a la salida de la sede de Boca Unidos, en la Costanera Sur. Había un evento por el Día del Empleado Municipal y alguien había llamado al 911 por una supuesta pelea entre jóvenes.
Los policías llegaron a los gritos y con las armas en alto. Más que intervenir en la pelea hicieron una razzia contra un grupo de pibes y pibas que estaban en la zona del ex regimiento del Ejército, en la Costanera General San Martín.
Varios de los jóvenes salieron corriendo.
“Lautaro estaba con su amigo Ismael, de 16 años, quien nos comentó que fueron golpeados y perseguidos por la Policía, en medio de la noche”, dijo Juana, la mamá de Lautaro, a los medios locales.
Desde el Ministerio Público Fiscal informaron que Lautaro y su amigo se tiraron al río Paraná. Y que su amigo después salió, pero él no. Según su familia, Lautaro no sabía nadar.
Desde el lunes al mediodía la familia lo buscó en comisarías, hospitales y en las inmediaciones de la costanera. El hermano encontró sus zapatillas cerca del Paraná.
A partir de la denuncia de Juana la Fiscalía ordenó la búsqueda de su hijo, tanto dentro del Paraná como en los alrededores, que estuvo a cargo de la Prefectura Naval Argentina.
El martes unas 700 personas se movilizaron en Corrientes para pedir por la aparición de Lautaro. La familia no se movió del lugar donde horas después encontraron el cuerpo. “No nos dicen nada. Desde el lunes estamos esperando que me den alguna respuesta o que Dios me traiga a mi hijo. Vamos a seguir esperando, vamos a hablar con quien tengamos que hablar. A mi hijo lo vi el domingo a las 9 de la noche, y después no supe más nada de él”, dijo la madre antes de que lo encontraran muerto.
La Fiscalía comprobó que hubo una llamada al 911, pero que no hay actas que detallen la intervención de la Policía. “Por lo cual se trataría de un procedimiento irregular”, dijeron en un comunicado.
Tres policías que participaron en el operativo fueron apartados de sus cargos preventivamente.
Después de reconocer el cuerpo, la familia dijo que tenía golpes.
Esa costumbre de perseguir y matar
El caso de Lautaro Rosé recuerda a la historia de Ezequiel Demonty, el joven de 21 años a quien en 2002 nueve policías federales detuvieron, torturaron y obligaron a saltar al Riachuelo, a la altura del Puente Uriburu que conecta el barrio Pompeya, de la Ciudad de Buenos Aires, con Valentín Alsina. Ezequiel fue encontrado ahogado en el Riachuelo una semana después.
En 2004 la Justicia condenó a los policías por torturas y privación ilegal de la libertad: tres de ellos recibieron cadena perpetua.
El Puente Uriburu era conocido como Puente Alsina. Desde 2015, por un proyecto de ley, pasó a llamarse Ezequiel Demonty.
Franco Casco desapareció el 7 de octubre de 2015 en Rosario. Lo encontraron 23 días después. Su cuerpo apareció flotando en el río Paraná, frente al Parque España. Había muerto hace tres semanas: lo reconocieron por un tatuaje en el brazo con el nombre de su hijo Thiago.
La versión policial dijo que lo liberaron el mismo día a las 22. La familia desconfió y culpó a la comisaría 7º por el crimen. Tres autopsias, y varios meses después, quedó demostrado que al joven de 20 años lo tiraron al agua cuando ya estaba muerto. El próximo 6 de diciembre comenzará el juicio que tiene a 19 efectivos de la policía de Santa Fe acusados por desaparición forzosa.
El 1 de agosto de 2017, Santiago Maldonado desapareció tras una represión de Gendarmería en la Lof Cushamen, en la provincia de Chubut. Su cuerpo apareció 78 días después en el Río Chubut. Cuatro años después, su familia espera que se active la causa por desaparición forzada.
El 30 de abril de 2020, en plena cuarentena, Facundo Astudillo Castro, de 22 años, salió de la localidad bonaerense de Pedro Luro rumbo a Bahía Blanca. Pensaba hacer esos 125 kilómetros a dedo hasta la casa de su ex novia. La policía dice que lo detuvieron en un retén, le labraron un acta por romper la cuarentena y lo dejaron seguir. Facundo nunca llegó a destino ni nadie más volvió a verlo. Su cuerpo apareció tres meses y medio después semienterrado en Bahía de Ballenas, un lugar de difícil acceso porque la marea sube y se convierte en un cangrejal.
El caso de Facundo se convirtió en un emblema de lucha contra la violencia institucional durante la pandemia. Desde un principio la familia denunció la desaparición forzada por parte de la Policía Bonaerense.