«Miren cómo nos hablan del paraíso
cuando nos llueven penas como granizo»
Violeta Parra
Cuando resolvimos publicar esta nota de Patricio Eleisegui, nos dio algo más que indignación: para decir verdad, nos asco. Y es indignación y asco por muchas cosas. Porque más allá que, desde estas paginas, pongamos en tela de juicio las políticas capitalistas que llevan a estas situaciones: cuando se presentan así, tan fuertes y potentes frente a nuestros ojos, repugnan. Porque es indignante que se les dé de comer venenos a 30 niños para su “engorde”, para compararlos con aquellos a quienes, sabiendo que también tienen, hambre no se les da nada. Porque el experimento parte de pensar que están tratando con “cosas” con hambre, y no con personas. Asco de presenciar un experimento de dar de comer veneno a niños, ya no wichis, sino pobres. Y de pensar que, detrás de esto, ni siquiera funciona el conservador pensamiento de “Damas de Caridad”, sino empresas que buscarán sacar ganancias, y estados que tratarán de alimentar menesterosos con veneno, haciendo en algún momento campaña electoral con esto. Publicamos esta nota con esta indignación. Con la misma tenemos cuando vemos a niños y niñas muertos por bombardeos en Palestina o en Siria; o los que se ahogan en el Mediterráneo tratando de evitar esas bombas; o los muertos por el hambre y la violencia capitalista en América Latina o África. Pero con la cercanía de «acá», de esta noticia ocultada por unos y otros. Y crece la indignación frente al silencio de muchos que, diciéndose progres, miran para otro lado frente a esta realidad, que desdice todas sus opiniones.
Pobres y hambrientos, laboratorio a cielo abierto:
el experimento que hicieron con niños wichi
El gobierno de Salta utilizó a menores de una comunidad originaria para testear una mezcla de transgénicos, azúcares y conservantes que pretende instalar en los comedores bonaerenses. Sus promotores promocionan a esta bomba ultraprocesada como una receta antidesnutrición.
Por Patricio Eleisegui
Nota publicada en Revista Sudestada
aaaaaaaaaaa
Eligieron a 30 de los más pobres. De los más desnutridos. No se consultó a ninguna organización ligada a ese segmento de la población: tanto desde la delegación salteña de la Sociedad Argentina de Pediatría como del local Colegio de Nutricionistas aseguran no haber sido interpelados.
Sin embargo, durante al menos un mes y por exigencia del gobierno de la provincia de Salta, los chicos comieron. Día tras día, masticaron y tragaron esa mezcla de soja transgénica –OGM, en la jerga–, harina de trigo, proteína láctea, colorantes, azúcares y conservantes. Las niñas y niños sometidos al experimento pertenecen a la comunidad wichi de Alto La Sierra, departamento Rivadavia, en el límite de Salta con Formosa.
La prueba con los menores se llevó a cabo entre los meses de junio y julio. De este año, sí.
En forma de magdalena, los chicos ingirieron entre dos y tres dosis diarias de esa fórmula. Al producto se lo bautizó Bloque Nutricional. A la par de lo funesto del ensayo con la niñez wichi hay un hecho también grave: las autoridades de la provincia de Buenos Aires ya aprobaron su elaboración y comercialización a instancias de estos testeos en Salta.
La intención de la gestión que encabeza Axel Kicillof es incluir la magdalena basada en soja transgénica –por ende, en instancias de cultivo, sometida a reiterados baños con agrotóxicos como el cancerígeno glifosato– en escuelas, comedores y merenderos comunitarios.
Hacia adelante, la producción a gran escala correrá por cuenta de Monte Lirio, una compañía orientada mayormente a la elaboración industrial de pastas con sede en Lobos, provincia de Buenos Aires.
Un ultraprocesado a base de productos de laboratorio manipulados genéticamente para funcionar con bombas químicas: eso se planea que consuman niñas y niños bonaerenses de los sectores más pobres.
Transgénico fumigado para atender la desnutrición infantil.
En un comunicado emitido a fines de julio, el gobierno de Salta se ufanó del examen y sus resultados.
“Luego de un mes de consumido el alimento proteico, se controlaron los datos biométricos, talla y peso y los datos fueron contundentes: los niños que recibieron Bloque Nutricional en forma de magdalenas, subieron de peso y mejoraron los niveles de condición nutricional analizados por el equipo de salud”, se informó de manera oficial.
Para enseguida anticipar que se vienen más experimentos en poblaciones ancestrales. “Las autoridades sanitarias evalúan extender la exitosa iniciativa a otras comunidades originarias”, avisó el Ejecutivo salteño.
El texto expone dichos de Gabriela Dorigato, subsecretaria de Medicina Social en esa provincia, que aportan detalles adicionales de la prueba con niños.
“Hicimos una prueba en el norte para ver la aceptabilidad. Primero eran unas galletitas que resultaban muy duras, así que tuvimos una entrevista con la empresa pidiendo que fueran más esponjosas, con menor líquido para que tuviera más durabilidad. Les explicamos la temperatura del área, y todo eso fue mejorando el producto”, comentó la funcionaria.
Las porciones del veneno
“Probaron con dos grupos de chicos. A unos les dieron de comer esas magdalenas, varias por día. A otros directamente no les dieron nada. Los que impulsaron el experimento dicen que los niños que comieron eso, bueno, subieron de peso. Pero eso es algo lógico porque estamos hablando de chicos que prácticamente no comen. Cualquier harina que se les de tendrá ese efecto, lo cual no implica que se les esté aportando alimento”, explicó Medardo Ávila Vázquez, especialista de labor médica incansable en los territorios fumigados y referente de la Red Universitaria de Ambiente y Salud.
“Mediante ese procesado se les dio de comer soja en varias dosis, lo cual es un peligro para los niños por sus fitoestrógenos. En el caso de los más chicos, la ciencia ha probado que el consumo de soja tiende a feminizar a los varones y provoca disfunciones hormonales en las nenas. Por ejemplo, menarquía precoz”, añadió.
Medardo precisó que el experimento se llevó a cabo con “desnutridos de muy bajo peso, prácticamente en instancia de internación”.
“Y se realizó sin ningún tipo de autorización en bioética y descartando por completo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y también de Médicos sin Fronteras, que cuentan con trabajos extensos sobre cómo favorecer la recuperación de peso en niños sin caer en estas cargas tóxicas”, puntualizó el médico.
En nuestro intercambio, Ávila Vázquez afirmó que tampoco hubo pruebas para constatar la presencia o no de agrotóxicos en las magdalenas.
“No sé midió cuánta presencia de glifosato tiene el llamado Bloque Nutricional. Las pequeñas dosis del herbicida, puestas en ese producto que se les dio de comer durante tantos días a los chicos, por supuesto que tienen consecuencias negativas. Los efectos de los agrotóxicos en lo que hace a la generación de problemas cognitivos, autismo, están por demás de comprobados por científicos y médicos”, expresó.
Referente de la Soberanía Alimentaria en Argentina y la región, Miryam Gorban también criticó con dureza las pruebas realizadas en Salta y la decisión política de incluir las magdalenas a base de transgénicos en comedores y merenderos. “Nunca experimentan en la Recoleta, donde también hay desnutridos. A las poblaciones originarias siempre las utilizan de cobayos”, me comentó vía telefónica.
Enseguida estableció un paralelo con el plan “Soja Solidaria”, una iniciativa promovida en 2002 por AAPRESID, la asociación que integra a los promotores de la siembra directa para agroexportación, que procuraba instalar el consumo multiplicado de la oleaginosa OGM sobre todo en los sectores de menores ingresos.
“Ya en ese entonces la Sociedad de Pediatría se pronunció sobre la soja en general, no sólo la transgénica. Confirmó que ese cultivo tiene disruptores endocrinos, estos actúan como falsas hormonas. Entonces, su consumo debe estar prohibido para menores de 2 años, en pleno crecimiento, y no es recomendado para niñas y niños de entre 2 y 5. La soja tiene estos disruptores endocrinos que alteran el metabolismo de los chicos. Es una afectación directa”, remarcó Gorban.
Amplitud de rechazos
A principios de esta semana, más de 85 organizaciones sociales, sanitarias y ambientales divulgaron una carta en la que exigen a los gobiernos bonaerense, salteño y nacional se retire Bloque Nutricional y no se avance con los planes para expandir el experimento.
“La soja transgénica que utilizan para este producto tiene una carga de residuos de agrotóxicos que no fue testeada y que convertirá el consumo del suplemento nutricional en un micro envenenamiento continuo”, sostuvieron los firmantes del documento.
Añadieron, también, que “la SAP –sigla que hace referencia a la Sociedad Argentina de Pediatría– acaba de emitir un clarísimo y contundente informe sobre los efectos de los agrotóxicos sobre la salud infantil, la exposición a bajísimas dosis de agrotóxicos daña el desarrollo cerebral infantil entre otras cosas, esta iniciativa genera más riesgos que beneficios”.
“Desde el punto de vista nutricional el hambre no se soluciona dando este tipo de productos ultraprocesados; lo que se necesita es variedad de alimentos, es necesario que las políticas públicas tomen el concepto de soberanía alimentaria y no se presten a estratagemas del agronegocio que solo agravaran situaciones ya de por sí dramáticas”, concluyeron.
Del otro lado, silencio. O, por lo menos, la ausencia de cualquier respuesta oficial directa a estos argumentos. En estos días, la política operó a través de los medios de comunicación pro transgénicos, que no ahorraron adjetivos celebratorios a la hora de referirse al ultraprocesado.
Algunos diarios y portales incluso agregaron un ingrediente que, desde hace algunos años, actúa casi como un afrodisíaco en la mente y el espíritu de gran parte del colectivo social: la expresión “desarrollo nacional”. La etiqueta, el sello patriota, parece, todo lo habilita.
Caídos de los párrafos de alabanza quedaron las niñas y niños wichi. A los ojos de autoridades políticas, judiciales y actores del agronegocio, otro sacrificio que vale la pena. Entienden que esa infancia ya estaba fuera del sistema. Los pequeños que antes no comían ahora al menos degustan algo, que Bloque Nutricional sea una bomba de veneno es sólo un detalle: así lo ven los promotores de semejante locura. El experimento está justificado.