La explosión del miércoles a la madrugada, se suma a la que ocurrió hace 7 años atrás y, como en aquellos días la planta de Atanor en San Nicolás fue clausurada, pero…
Por Juanjo Lázzari
En la madrugada del miércoles 20 de marzo, un sector de la ciudad de San Nicolás parecía escapada de una escena de El Eternauta, una serie de explosiones sacudía la fábrica Atanor, dejando un trabajador seriamente herido y liberando un polvo blanco, que después supimos que era cloruro de cianurillo. Las primeras imágenes que se pudieron ver mostraban cómo de a poco la zona se fue cubriendo de esa nube blanca y espesa; y la desesperación de los vecinos, despertados por el estruendo y por esa niebla que entraba por las ventanas. Vecinos que empezaban a reportar inconvenientes en sus vías respiratorias, irritación en la vista, entre otros síntomas; y que no recibían ninguna respuesta sobre cómo debían proceder en un caso como este. Ante esta situación optaron por cerrar todo para impedir el ingreso de la nube toxica, dando la impresión, cuando el día despuntó, de que estábamos en un barrio fantasma, en un verdadero páramo.
Para aquellos que no conocen la planta, debemos decir que está ubicada en el casco urbano, a solo 20 cuadras del centro de la ciudad de San Nicolás, al norte de la provincia de Buenos Aires. Esto, que no es dato menor, se complejiza porque Atanor (actualmente propiedad de una multinacional estadounidense) es una planta productora de agrotóxicos. Produce glifosato, 2-4d y atrazina, tres herbicidas altamente tóxicos denunciados por los Pueblos Fumigados, que han hallado rastros de los mismos en el agua, la vegetación y la lluvia, entre otras matrices ambientales. Tres herbicidas que, por si fuera poco, están prohibidos en más de 40 países, incluyendo toda la Unión Europea.
Este hecho no es nuevo y se suma a una larga cadena de desastres que la planta produce en la zona. Sin ir muy lejos, señalaremos que el 21 de noviembre del 2016 se produjo otro incendio y, como en esta ocasión, los vecinos denunciaban casos de broncoespasmos, dolores fuertes de cabeza y náuseas. También alertaban sobre el desamparo en que se encontraban, mientras un fuerte olor comenzaba a ganar esta ciudad del norte de la provincia de Buenos Aires.
Recomendamos leer la completísima investigación de la Agencia La Vaca sobre el tema:
Dos meses antes de aquel incendio, la empresa había estado clausurada por denuncias de la ONG Protección Ambiental del Rio Paraná por vertido de sustancia prohibidas en el curso de agua. Pero la clausura no duró mucho ya que el poderoso Don Dinero logró levantarla.
Todo siguió su curso hasta este nuevo desastre que, como agravante, dejó la vida de un trabajador pendiendo de un hilo y que también produjo una nueva clausura, horas después del estallido, cuando la justicia “comprobó” que la empresa no había llevado adelante ninguna de las obras que se le habían exigido. Nos preguntamos cuántos días durará la clausura esta vez.
Pero las desgracias para los vecinos del barrio Química y otros aledaños no terminan con esta serie de explosiones. Desde hace tiempo vienen denunciando un crecimiento de los casos de cáncer, como bien ha documentado la agencia de noticias La Vaca. Incluso una vecina se dio a la triste tarea de elaborar, hace más de 10 años, un “mapa del cáncer”, que muestra la alarmante cantidad de muertos y enfermos por casa y cómo, a medida que nos alejamos de la planta, los casos bajan, sin dejar de estar muy por encima de la media.
Este último incidente, vuelve a poner de manifiesto la urgencia de tomar medidas para proteger la salud de los residentes locales y preservar el ambiente. Las autoridades locales volvieron a prometer una investigación exhaustiva para determinar las causas de la explosión y garantizar que se tomen medidas para prevenir futuros incidentes. Una vez más queda de manifiesto lo demencial de esta forma de producir a base de estos productos, fomentando el monocultivo, que enferma y mata en los lugares fumigados, pero también enferma y mata en el lugar de producción. Y que solo beneficia a los negocios de las grandes empresas.
Con tantos precedentes, no quedan excusas para evitar que esto siga sucediendo.