Artículo publicado por Herramienta

El juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, fútbol para mirar, y el espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue”. 

Eduardo Galeano

Por Silvio Schachter

Pese a la violación sistemática de derechos humanos, a su nula tradición futbolística, a su escasa amplitud territorial y sus agobiantes temperaturas que obligaron a correr la competencia a los inéditos meses de noviembre y diciembre, ¿cómo pudo Qatar ser elegido anfitrión de la primera Copa del Mundo en Medio Oriente? Una trama tejida de negocios y corrupción, digna de un relato de no ficción, lo hizo posible.

El pequeño emirato y la FIFA, socios y algo más

Qatar tiene una  superficie 11.571 km², la mitad de una provincia como Tucumán. Allí viven   2,5 millones de habitantes pero solo el 10 % es considerado ciudadano. El pequeño emirato está gobernado por una monarquía absoluta hereditaria, la dinastía al Thani, cuyas figura principales son el emir Hamad Ben Khalifa al Thani y su hijo y príncipe heredero, Tamim Ben Hamad al Thani.

Cuenta con una Asamblea consultiva de 45 miembros de los cuales 15 son designados directamente por el Emir; el resto es elegido por distrito y su constitución fue postergada varias veces hasta concretarse en 2021, en vísperas del mundial. Como era de esperar ninguna mujer fue elegida.

Tiene unas mínimas fuerzas armadas, puesto que este rol lo delegaron en EEUU y el Reino Unido a cambio de que les permiten tener una base militar que se mantiene desde la Guerra del Golfo.

A pesar de todos los factores en su contra, el jueves 2 de diciembre de 2010, en Zúrich, el Presidente de la FIFA, Joseph S. Blatter, anunció el resultado de la votación en el ejecutivo de la FIFA: el país árabe sería la sede del mundial de 2022. La designación final llegó en una cuarta instancia con 22 votos a su favor contra 14 para la candidatura norteamericana.

Lo primero que hizo sospechar que Qatar fuese elegida como sede fue la climatología. Todos los candidatos (Australia, Corea del Sur, Estados Unidos y Japón) eran compatibles con la histórica  celebración de los mundiales en los meses de junio y julio en el verano del norte. Todos menos Qatar. Este simple hecho debería haber descartado su candidatura, pero no, la FIFA prefirió alterar el calendario de todas las competiciones nacionales y regionales para encajar el torneo a finales de año. En la temporada estival las temperaturas superan los 40 grados.

Al poco tiempo se fueron acumulando los testimonios y pruebas que demostraban que la votación a favor de Qatar estuvo atravesada por actos flagrantes de corrupción. Las investigaciones de la prensa europea revelaron que el presidente de la federación qatarí y también titular de la Confederación Asiática de fútbol, el millonario Mohammed bin Hamman, pagó hasta 3,6 millones a miembros de la FIFA para asegurarse el voto favorable a Qatar.

En 2016, el británico The Sunday Times publicó nuevas informaciones que afirmaban que Qatar pagó a la FIFA 880 millones de dólares a cambio de la adjudicación del mundial en dos partidas presupuestarias diferentes. La primera fue en 2010: 400 millones, en secreto y 21 días antes de la votación. La oferta era de Al Jazeera por conseguir los derechos televisivos de los mundiales de 2018 y 2022 con una cláusula extra de 88 millones si Qatar era la elegida.

Luego se conoció que nueve días antes de la votación se reunieron  el entonces presidente de la UEFA, el francés Michael Platini, el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy y el jeque Tamim bin Hamad al Thani, emir de Qatar, el jeque Hamad Ben Jassem, en aquel momento primer ministro y ministro de relaciones exteriores del emirato, y Sebastien Bazin, como representante del fondo Colony Capital, dueño del PSG. En ese encuentro habría un intercambio de favores: el jeque compraría el PSG para salvarlo de la quiebra y ayudaría a hundir a Canal Plus Francia, muy crítica con Sarkozy, a cambio de adjudicar el mundial a Qatar. En 2018, para promover su libro Mi verdad, Blatter ya había declarado lo siguiente: “Qatar ganó después de la intervención política del expresidente francés Sarkozy junto a Platini”.

En junio de 2011, Qatar Sports Investments se convirtió en dueño PSG. Nasser Al-Khelaïfi, empresario qatarí, ejerce desde 2011 el cargo de presidente del Paris Saint-Germain lo que le permitió, además, ocupar un puesto importante en la UEFA.

El diario inglés The Sunday Times publicó una investigación basada en correos electrónicos y recibos bancarios, donde se acreditaba el pago de 7 millones de dólares a miembros del Comité Ejecutivo y a presidentes de federaciones por parte del comité qatarí encargado de presentar la postulación de su país como anfitrión del mundial 2022. Escándalo que salpicó a dos glorias del fútbol mundial: al alemán Franz Beckenbauer y al francés Michel Platini.

EEUU abrió una megacausa conocida como FIFA-Gate, impulsada por la fiscal general Loretta Lynch que, además del caso Qatar, investigó irregularidades en los contratos multimillonarios de televisión de Copas del Mundo (2018 y 2022) y Copas América.

 A pesar de los sobornos y de la caída y prisión de dirigentes que arrastró el caso y las denuncias sobre comprobadas violaciones de los derechos humanos, el torneo se celebra donde y como estaba previsto.

Las obras nunca se detuvieron y los organizadores no dudaron en invertir los recursos necesarios para concretarla. Entre los 8 estadios, 2 reformados y 6 nuevos que se desmantelarán terminado el mundial, los hoteles, las autopistas, las obras en el aeropuerto, y otras instalaciones, todo en un mínimo radio de 65km, la Copa del Mundo de la FIFA en Qatar cuesta más de 140 mil millones de dólares. Es considerado el más caro de la historia.

¿Cuál es el sustento de esa certidumbre? El poder del petróleo, el  gas y sus negocios en el mundo. Sus reservas de petróleo son de 25 mil millones de barriles que le permitirían una producción durante al menos 40 años. Además, el país cuenta aproximadamente con el 14% de las reservas de gas en el mundo.

El fondo de la familia real, llamado The Qatar Investment Authority, fue fundado en 2005 para hacer crecer el dinero de los recursos naturales de la nación. Este fondo forma parte de un grupo de inversores que compró una participación del 61% en la red de tuberías de gas británica de la National Grid, se asoció con el grupo de materias primas Glencore para comprar una participación de 19,5% en el gigante ruso Rosneft. También posee una participación de 4,6% en Royal Dutch Shell. Es el tercer mayor inversor en Volkswagen después de la familia Porsche y del estado alemán de Baja Sajonia. El fondo tiene una participación del 13% en Tiffany Co. También posee el 9% de Glencore y el 21% de Siemens. Qatar fue recompensado con una participación de 6% en Barclays después de rescatarlo durante la crisis financiera mundial. Posee el 8% de Credit Suisse.

Esta trama tejida en la economía mundial, le aseguró la base para intervenir en el fútbol mundial junto a sus vecinos del Golfo Pérsico, Arabia Saudita y Emiratos Árabes. Además del PSG, el club con el tridente ofensivo más envidiado y más caro del fútbol, Neymar, Mbappe y Messi, los cataríes son dueños del Málaga, cuyo presidente es el jeque Nasser Al Thani, que es miembro de la familia real de su país. El club inglés Newcastle United (conocido como “las Urracas”) pertenece a un conglomerado wahabita; Mohammad bin Salmán bin Abdulaziz, el príncipe heredero ​de Arabia Saudita es su presidente. El jeque árabe Sheij Mansour, perteneciente a la familia que gobierna Abu Dhabi, con una fortuna estimada en 20.000 millones, es, junto a Khaldoon Al Mubarak, el propietario del City Football Group, un conglomerado deportivo dueño del Manchester City, el Melbourne City y el New York City. Así, las ligas futbolísticas de países como Inglaterra, Francia, Italia y España entre otras se han convertido en coto de caza de empresarios multimillonarios, oligarcas, políticos y miembros de casas reales. El dinero que circula por parte de estas billeteras influyentes, les permite comprar silencios de gobiernos que se dicen democráticos, ante los crímenes y atropellos contra los derechos humanos que se cometen en estos países, que gozan de absoluta impunidad.

La avanzada empresaria de las monarquías del Golfo sobre el deporte y particularmente sobre el fútbol es nueva, pero siguen la historia de otras corporaciones. La Juventus de Turín pertenece al grupo Agnelli, dueños entre otras cosas de la Fiat y la Ferrari; el Milán integra la constelación de las múltiples empresas del grupo Berlusconi, la Philips es dueña del club holandés PSV, el Bayer Leverkusen pertenece a firma Bayer y la Toyota es dueña del club Nagoya. La operatoria empresarial toma como modelo el sistema de propiedad privada de las franquicias de los equipos deportivos de las principales ligas de EEUU.

Tecnología del siglo XXI, sobre trabajo esclavo y opresión de género

Qatar ha explotado a sus trabajadores y trabajadoras inmigrantes, importados del sur de Asia y África para hacer posible la Copa del Mundo. Según el Parlamento Europeo, tiene la proporción más alta de inmigrantes en el mundo: el 85 % de su población son inmigrantes y el 94% de su fuerza laboral viene del extranjero. Sin estos trabajadores, la Copa del Mundo no hubiera sido posible y, sin embargo, están sujetos a todo tipo de abusos, violencia legitimada durante décadas por el sistema de esclavitud moderna conocido como “Kafala”. Con ella ciudadanos y empresas privadas toman el rol de patrocinadores y el estado monárquico delega en estos contratistas la supervisión y responsabilidad de trabajadores extranjeros. Sin el permiso de estos patrocinadores, un trabajador no puede ni cambiar de trabajo, ni renunciar al trabajo ni volver a su país. Si bien recientemente, de cara al mundial, se suprimió legalmente la “Kafala”, testimonios confirman que en la práctica se siguen aplicando sus reglas. Por otra parte, sigue sin reconocerse el derecho de la población trabajadora migrante a afiliarse a un sindicato.

Las empresas y el Estado se aprovechan de la necesidad de cientos de miles de huir de la pobreza y el hambre en países como Nepal, Bangladesh, Sri Lanka India, Kenia y Filipinas, quienes además para conseguir empleo deben abonar comisiones a los contratistas. Trabajan en empleos de casi 20 horas, siete días a la semana y a 50 grados y se ven obligados a vivir en campamentos, hacinados, a menudo sin agua corriente ni sistema de alcantarillado. Según las denuncias de varios organismos internacionales de DDHH, han muerto 6.500 trabajadores en las obras del mundial. Como revelan estos informes, el trabajar con altísimas temperaturas, sumado al esfuerzo físico, deriva en infartos. El gobierno se niega a informar las causas de estas muertes. El cambio de calendario fue pensado para proteger a los protagonistas del mundial, pero no para quienes hicieron posibles sus obras. No solo es devastador el impacto emocional para las familias de las víctimas, sino también la pérdida de su sostén principal. La falta de compensación económica los  deja en una situación de pobreza aún más profunda.

Las trabajadoras domésticas, cuyo número se estima en más de 170.000, son aún más invisibilizadas que los obreros en las obras. Son maltratadas en la intimidad de los domicilios privados donde se encuentran recluidas y padecen abusos y violaciones sistemáticas. Sufren el  doble apremio como empleadas y como mujeres.

Amnistía Internacional destacó en 2020 en un informe demoledor en que se sostiene que “de las 105 mujeres entrevistadas, a 87 sus patrones les confiscaron sus pasaportes, la mitad de ellas trabajaban más de 18 horas al día y la mayoría sin un solo día de descanso”.

El lema de Qatar 2022 es “Espera lo increíble”. Lo increíble es verificar cómo la FIFA ha hecho la vista gorda ante todo este cuadro y como, junto a su socia la monarquía del gas, hacen oídos sordos a los reclamos de indemnización a los trabajadores migrantes.

Patriarcado, machismo y homofobia rigen en un sistema opresivo de desigualdad de género que está en plena vigencia en el emirato. El primer artículo de la constitución permanente del Estado de Qatar señala que la Ley Sharia (Ley Religiosa Islámica) será la fuente principal de sus legislaciones y es la que rige las relaciones familiares. Ese mismo artículo ordena a los Tribunales aplicar la Ley Sharia en caso de Zina. La Zina, según la Ley islámica, son las relaciones sexuales ilegales (extramatrimoniales). A pesar de que se habla de vínculos heterosexuales, por defecto las personas LGBTIQ siempre van a estar bajo un marco ilegal.

Hasta hace poco la homosexualidad se castigaba con la muerte. Nasser Al Khater el director ejecutivo del comité organizador respondió a principios de diciembre de 2021, ante la pregunta de si durante el evento se permitirá mostrar abiertamente la homosexualidad, “que se respete la cultura del país y no se traspase un límite, el de las muestras públicas de afecto”. El 28 de junio de 2022, el Día Internacional del Orgullo LGBTQ y, ante la posibilidad de alguna protesta, expresó en un nuevo comunicado: “lucir la bandera LGTBIQ en el Mundial se puede castigar con 7 a 11 años de cárcel”

Si bien Qatar tiene una realidad más flexible ante los temas de género que sus vecinos fundamentalistas del Golfo, el sistema discriminatorio de tutela masculina que se aplica niega a las mujeres el derecho a tomar decisiones clave sobre sus vidas, como señaló en su informe la Human Rights Watch “Everything I Have to Do is Tied to a Man: Women and Qatar’s Male Guardianship Rules” [Todo lo que tengo que hacer está ligado a un hombre. Las mujeres y las normas de tutela masculina en Qatar], donde se analizan las normas y prácticas oficiales de tutela masculina. Las mujeres en Qatar deben conseguir el permiso de sus tutores masculinos para casarse, estudiar en el extranjero con becas del gobierno, acceder a muchos empleos gubernamentales, viajar al extranjero hasta cierta edad y recibir algunas formas de atención de la salud reproductiva. Este sistema discriminatorio también niega a las mujeres la posibilidad de desempeñarse como tutoras principales de sus hijos e hijas, aunque estén divorciadas y tengan la custodia legal.

Periodismo y sportwashing

Como sucede cada cuatro años en vísperas de la Copa del Mundo, los medios de comunicación masivos alimentan, con programas interminables, la pasión futbolera. Horas y horas de transmisiones con detalles insignificantes, polémicas absurdas, análisis superficiales, se repiten agotadoramente; un cúmulo de obviedades que llenan espacios de tv, radio y diarios para promover el evento de mayor audiencia mundial. Los jugadores, protagonistas principales, son a su vez el producto que vende productos. Los espectadores también son parte esencial de los eventos deportivos, como lo demostró la pandemia; nada hay tan vacío como un estadio de fútbol sin público ni fans. Pagan para ofrecer  su contribución al negocio.

Casi todos los gobiernos de países con tradición futbolera y expectativas triunfalistas se suben al carro negacionista. Argentina no es la excepción. Dentro del amplio menú de divisas ahora apareció el “dólar Qatar”; el presidente de Aerolíneas Argentinas anunció que un avión de la empresa que viaja con turistas a Qatar llevará la imagen de los futbolistas pintada en su fuselaje. Como noticia de tapa se publicó que la Secretaria de Comercio recibió a los kiosqueros porque la empresa que fabrica las figuritas del Mundial no le garantiza la exclusividad y el abastecimiento ante la inusitada demanda. El éxito en la Copa América y la presencia de Messi, el multimillonario número 10, alimentan las expectativas.

El periodismo, particularmente el de las grandes cadenas de comunicación, ESPN, FOX, TNT  dueñas de los principales derechos de transmisión,  contribuyen a lo que se denomina  sportswashing o “blanqueo de la imagen deportiva”, convirtiéndose en una práctica habitual de usar el deporte como  un mecanismo donde se reemplaza determinada imagen que se tiene de un país y su régimen, donde se verifican crímenes y violaciones sistemáticas a los derechos humanos comienzan a aparecer noticias relacionadas con el auspicio a equipos o eventos deportivos, para así cambiar la percepción pública de un país.

Así, los medios de comunicación de todo el mundo realizan una campaña publicitaria para lavarle la cara a Qatar. Mujeres hablando en noticieros o incluso en programas televisivos de chimentos que intentan alivianar la discriminación a las personas LGBTIQ y la falta de libertad que padece el género femenino. Hay un pequeño detalle, ninguna de las personas que hablan son qataríes, todas las voces son extranjeras

Casi ningún medio importante ha reflejado las protestas por la realización del mundial en un país que viola sistemáticamente los derechos humanos. Noruega, Alemania y Australia son algunos de los equipos que al salir a la cancha han exhibido leyendas de apoyo a los trabajadores inmigrantes. Los jugadores holandeses han posado con camisetas en las que se podía leer la frase: “Derechos humanos, fuera y dentro de la cancha”, la consigna que popularizó la selección de fútbol de Noruega sobre el Mundial de Qatar.

Según una encuesta realizada por Public First para la iniciativa “More in Common”, el 62 % de los británicos cree que el tratamiento del movimiento LGBTQ+ en el país, con penas de hasta siete años de prisión, debería ser suficiente para prohibir a Qatar organizar la Copa del Mundo. Son parte de los múltiples rechazos a Qatar 2022 que organizaciones y colectivos feministas, LGTBQ+ y movimientos de trabajadores han expresado a lo largo de estos años. Estos actos no hacen más que exponer el silencio ominoso de otras selecciones y jugadores que eluden comprometerse.

Durante décadas la existencia del Apartheid en Sudáfrica motivo la separación de ese país en todas las asociaciones deportivas del mundo. Nada indica que algo semejante podría ocurrir ahora. Como una versión deportiva del film The Truman Show, donde nada es lo que parece, pero igualmente todos lo consumen como si fuera real, se repiten los videos que muestran la reluciente imagen de Doha como una ciudad perfecta, con estadios y hoteles relucientes. Nada dicen sobre cómo los brillantes rascacielos de Oriente Medio y los sofisticados estadios se construyeron con el sudor y la sangre de los trabajadores esclavizados de Asia y África.

FIFA, negocios y corrupción. Cuando lo importante no es competir

“A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí. El fútbol profesional condena lo que es inútil, y es inútil lo que no es rentable”. Eduardo Galeano

La FIFA, que posee 211 federaciones adscritas, con más miembros que la propia Organización de las Naciones Unidas (ONU), una cifra que no supera a la Cruz Roja (164), o la UNESCO (150) y otras. El 31 de marzo informaron que la FIFA registró ingresos por 6.400 millones de dólares durante el período 2019-2022. Por lo tanto, estiman que se superarán los 7 mil millones antes de finalizar el año mundialista. Además, los activos de FIFA aumentaron un 21% en 2021, alcanzando así los 5.500 millones de dólares. Por derechos de televisación tiene garantizados 2.640 millones de dólares, el 56% del total, los patrocinios le aportarán 1.353 millones de dólares, un 29% de la factura, el ticketing y hospitality generarán 500 millones de dólares, mientras que por derechos de licencia facturará 140 millones de dólares.

La FIFA, para este mundial, sumó el patrocinio global de Hisense, el gigante de productos electrónicos propiedad del gobierno chino; de Mengniu Dairy, otra empresa china de fabricación y distribución de productos lácteos y helados; a Crypto.com, la mayor aplicación para intercambio de criptomonedas; a Byju’s, la corporación india de enseñanza virtual; a Vivo; McDonald’s y Budweiser, que se agregan a sus socios históricos de Qatar Airways, Visa, Adidas, Coca-Cola, Wanda y Hyundai. Se trata de las únicas entidades comerciales a las que se les permite reclamar para sí una asociación directa con la FIFA y usar la marca del mundial en sus productos para promociones, anuncios y marketing.

Con todo este volumen de dinero e intereses en juego es fácil entender porque el qatarí no es el único caso de corrupción que agita a la FIFA. ¿Cuándo se produjo el cambio que llevó al fútbol a esta situación? Fue básicamente a partir de 1974, cuando el brasilero João Havelange llegó a la cumbre de la FIFA anunciando: «He venido a vender un producto llamado fútbol”. Cuando asumió de la Copa del mundo participaban 16 equipos, número que se fue ampliando hasta llegar al doble en Qatar y que será de 48 en 2026, en el mundial con triple sede en Canadá, Estados Unidos y México. El mandamás brasilero llegó en el momento justo en el cual el deporte y el espectáculo del fútbol en particular, lograron a través de la tecnología satelital tener presencia en todos los rincones del planeta, ampliando así hasta límites impensados el mercado de consumidores para las principales corporaciones.

Havelange tuvo su acto bautismal  con el primer mundial organizado por la FIFA bajo su  mandato, el de Argentina 1978. La idea fue limpiar la imagen de la brutal dictadura. En ese mundial se puso en práctica el primer gran sportwashing del futbol, en el olimpismo se recuerda el oprobio de la misma operatoria para las realizadas en 1936, las Olimpíadas de Hitler. “Argentina está ahora más apta que nunca para ser sede del torneo” fueron las palabras pronunciadas por Havelange, para respaldar el torneo que buscó tapar con la pelota los crímenes de la dictadura de Jorge Rafael Videla y que generó amplio repudio en el mundo. Lamentablemente, contó con multitudes que festejaron el título obtenido en el estadio de River próximo a la ESMA y con la imagen celebratoria en primer plano de los dictadores Videla, Massera y Agosti. Havelange se relacionó muy bien con todos las dictaduras del mundo, además de la argentina, con la chilena, la de Brasil y con numerosos autócratas africanos y asiáticos.

En 1994 João Havelange habló en New York ante prominentes hombres de negocios y comentó eufórico: “Puedo afirmar que el movimiento financiero del fútbol en el mundo alcanza anualmente la suma de 225 mil millones de dólares. Es casi el doble de los 136 mil millones de dólares facturados en este año por la General Motors”, empresa que figuraba a la cabeza de las mayores corporaciones multinacionales. Fue el dirigente que estableció relaciones estrechas con empresas como Coca Cola, VISA y Adidas, convirtiéndolas en socias y que a partir de esa alianza multiplicaron sus ventas por miles de millones de dólares.

Havelange y su trama delictiva le otorgaron a la FIFA el poder que hoy posee y como señaló Diego Armando Maradona: “Allí donde iba Havelange no se hablaba de fútbol, sino de negocios, sobornos, de pagos ilegales para conseguir sus objetivos”. “Es la organización más corrupta y deplorable sobre la Tierra”, señalo Gary Lineker, el exfutbolista de la selección inglesa en los años 1980 y goleador del mundial de México.

No casualmente la FIFA tiene su sede en Zúrich; ha aprovechado muy bien las condiciones muy generosas y discretas con que Suiza trata a quienes tienen que ocultar los orígenes de sus dineros.

Un ejemplo de sus operatorias ilegales lo refleja la empresa International Sports and Leisure, ISL, que fue creada por Horse Dassler, el hijo de Adi Dassler, fundador de Adidas, para comercializar eventos deportivos ligados al fútbol y que se concentró principalmente en Latinoamérica. Las investigaciones sobre la actuación de esta empresa determinaron que ILS fue la base para que decenas de funcionarios de la FIFA recibieran sobornos y comisiones ilegales de las empresas de mercadeo a cambio de conseguir los llamados “derechos de comercialización de los eventos organizados por el ente rector del fútbol”.

En diciembre del 2015, el presidente de la FIFA, el suizo Joseph Blatter fue procesado por la mega causa FIFA Gate junto otras 42 personas, entre dirigentes y empresarios, cinco de ellos de nacionalidad argentina. Fue reemplazado en la conducción el ítalo-suizo Gianni Infantino, quien prometió terminar con la corrupción pero no con los negocios y es quien avala todo lo actuado en Qatar.

El futbol de nuestro continente es parte importante  de esta red mafiosa. El ex presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) durante 2013/2014, el uruguayo Eugenio Figueredo, recibía sobornos de hasta 90.000 dólares mensuales. Figueredo admitió que “recibía importantes sumas de dinero para mantener el statu quo” en el seno de la institución bajo su mando. Figueredo fue extraditado por la justicia de Suiza a Uruguay, donde fue encarcelado por estafa y lavado de activos. Las investigaciones a la Conmebol demostraron la participación de los argentinos Meiszner y Burga en una serie de sobornos relacionados con la concesión de los derechos de televisión y marketing de torneos de la CONMEBOL y de torneos de la Concacaf, durante los periodos comprendidos entre 2004 y 2012, 2012 y 2015 y 2010 y 2015 respectivamente, Meiszener fue secretario general de la Conmebol. También tuvo el mismo cargo en la Asociación de Futbol Argentino (AFA). Quien logró eludir todas las investigaciones apañado paro los sucesivos gobiernos de Argentina fue Julio Humberto Grondona, quien se desempeñó como presidente de la AFA durante 35 años (1979-2014),  siendo la persona que más años estuvo al frente del ente regulador del fútbol argentino. El 6 de abril de 1979, casi un año después de la Copa Mundial de Fútbol disputada en el país, durante la dictadura, fue designado presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), con el importante apoyo del vicealmirante Carlos Lacoste, hombre de Massera y primo de Videla, quien controló hasta el último resorte del Mundial 78. Lacoste apareció involucrado en varios actos de corrupción ligados al EAM78, Ente Autárquico Mundial 78. Asimismo, Grondona fue vicepresidente primero de la FIFA desde el 30 de abril de 1988, ocupando la presidencia de la Comisión de Finanzas y el Consejo de Mercadotecnia y Televisión de la misma entidad. A pesar de innumerables pruebas de su participación en actos ilícitos, protegido por los sucesivos gobiernos, logró evitar la cárcel y mantenerse en el cargo hasta su muerte en 2014.

Entre los que no pudieron zafar de la justicia se destaca la figura de Alejandro Burzaco, ex CEO de Torneos y hermano de Eugenio, quien fuera Secretario de Seguridad del macrismo. Macri, quien usó su paso por la presidencia de Boca Juniors para lanzarse a la política que lo llevo a la Casa Rosada, se reunió recientemente en la Patagonia con Al Rumayán, el saudita presidente de Newcastle, con quien jugó al golf en la estancia de su amigo, el inglés perseguidor del pueblo mapuche Joe Lewis. Seguramente habrán conversado, entre otros temas, cómo administrar los fondos de la Fundación FIFA que preside el ex-presidente involucrado en los Panamá Papers.

Noviembre de 2022