En el congreso de la FIFA, realizado en Qatar, país anfitrión del próximo mundial, la dirigente del fútbol noruego Lise Klaveness tuvo la ocurrencia de tocar temas “prohibidos” y, por supuesto, sus pares masculinos la mandaron, poco menos, que a lavar los platos.
Por Juanjo Lázzari
El pasado 1 de abrilse realizó en Qatar el 72 congreso del ente máximo del futbol mundial y sirvió de marco para definir el sorteo del propio mundial, a disputarse en el país del oeste asiático. Normalmente estas reuniones son meramente formales: se discute alguna nueva regla; se avala, salvo excepciones, la gestión gobernante y, en casos como el de este año, se sortean los partidos de la próxima contienda deportiva. Los negocios finos se arreglan en otros lados y en secreto.
Sin embargo, en este caso, tuvo al menos una voz discordante y fue una voz de mujer que venía de la lejana Noruega. La dirigente Lise Klaveness pidió igualdad en el fútbol y mejoras para los obreros que trabajan en la construcción de los estadios del Mundial.
En un potente discurso, horas antes del sorteo, habló de derechos humanos, transparencia, igualdad de oportunidades e hizo una fuerte crítica a las condiciones de trabajo de los obreros que estuvieron a cargo de la infraestructura de la Copa.
“Estoy aquí ahora como la primera mujer presidente de fútbol de Noruega para hablar frente a ustedes. Ya no llevo la pelota a todas partes, pero mis sueños siguen siendo el fútbol. Fútbol donde niños y niñas, de todos los colores, heterosexuales y queers, todos, sean tratados con igual respeto y reconocimiento”, puntualizó la exfutbolista y abogada.
Ya había señalado su desacuerdo con el mundial de Sudáfrica en 2010, ya que las consecuencias fueron “inaceptables”. “Los derechos humanos, la igualdad, la democracia, los intereses fundamentales del fútbol, no estuvieron en el once inicial”, dijo, haciendo hincapié en las pésimas condiciones de trabajo de los obreros. No contenta con esto puso el foco en las malas condiciones de trabajo y muertes en la construcción de los estadios para el presente mundial. Si bien la organización, en noviembre de 2021, indicó que fallecieron tres personas, distintos organismos de derechos humanos hablan de cientos de víctimas.
“Los obreros migrantes heridos o las familias de los muertos deben ser atendidos. La FIFA, todos nosotros, debemos ahora tomar todas las medidas necesarias para implementar realmente el cambio”, agregó. Pero lanzada como estaba no se detuvo ahí. “No hay lugar para los empleadores que no garantizan la libertad y la seguridad de los trabajadores de la Copa Mundial. No hay lugar para líderes que no pueden albergar el fútbol femenino. No hay lugar para anfitriones que no puedan garantizar legalmente la seguridad y el respeto de las personas LGBTQ+ que vienen a este teatro de los sueños”, cerró.
Por supuesto que los dichos de Klaveness cayeron como un baldazo de agua fría sobre el pleno y fueron el delegado del fútbol de Honduras y el CEO Qatarí los encargados de salirle al cruce. El representante centroamericano le recordó que estaban en un congreso para hablar de fútbol y no en una tribuna política. “Quisiera concluir tomando las palabras de Infantino: estamos aquí por el fútbol y para el desarrollo del fútbol, no nos desenfoquemos” dijo. A su turno, el CEO del Mundial, Al Thawadi, también le contestó: “Estoy decepcionado de que no haya buscado el diálogo. Nuestras puertas siempre están abiertas y siempre estamos listos para recibir críticas constructivas”.
Justa deportiva o gran negocio político-económico
El primer mundial de fútbol fue organizado por nuestro vecino Uruguay. Pero el primero en comprender la potencialidad propagandística que este evento tenía fue el dictador Italiano Benito Mussolini, que presionó y logró quedarse con la realización del segundo encuentro mundialista en 1934, interesado en vender al exterior los logros del fascismo italiano. Y para que la fiesta fuera completa apretó a los jugadores de la azzurri y -por qué no- a algunos árbitros también, para que, como en definitiva ocurrió, la selección tana levantara la copa. Algo parecido entendió Hitler a la hora de transformar los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín en una fenomenal demostración propagandística del nazismo alemán.
Podríamos mencionar al propio mundial organizado por nuestro país en tiempo de la dictadura militar como un hito más de lo que estamos hablando: esconder las motivaciones políticas detrás de un partido de fútbol. Todos recordamos la infaltable presencia del dictador Videla en cada partida de la celeste y blanca en el monumental, a pocas cuadras de la Escuela de Mecánica de la Armada, donde el horror y la tortura se potenciaban con cada gol argentino. Pensemos en lo importante que era la victoria para la junta militar, que hoy nadie duda de que se haya comprado el partido contra Perú, para que la selección no faltara a la cita en el último partido de aquel mundial. Es que al gobierno de facto, el futbol le servía para limpiar su imagen a nivel internacional y seguir aplicando un plan económico al servicio de los grandes pulpos económicos, ayudado por la anestesia que producía cada gol de Kempes, que disimulaba el descontento que ya empezaba a expresarse en amplios sectores de la población.
Sin embargo con el desarrollo de los modernos medios de comunicación, capaces de replicar a todos los rincones del planeta cualquier cosa que ocurra, los mundiales se volvieron además un fenomenal negocio. Con esto, estos certámenes se convirtieron en un hecho político-económico, con restos de un deporte llamado fútbol.
Para entender mejor este proceso recurriremos a Karl Marx, quien nunca se cansó referirse al hombre como un animal social y, por lo tanto, señalaba el carácter social de los procesos económicos; pero junto con esto nunca dejaba de mencionar el carácter privado de la apropiación de la riqueza. Para ir a un ejemplo con respecto a lo que nos ocupa en esta nota, el campeonato de Qatar se puede hacer gracias al trabajo casi esclavo de miles de trabajadores, la mayoría inmigrantes, y se solventará en los casi -se calcula- 50 mil millones de telespectadores que se registrarán a lo largo del torneo. Ese dato por sí solo habla del enorme carácter social de este deporte. Por otro lado, la FIFA estima que, en concepto de derechos de televisión y otras menudencias, ganará al final de la contienda más de 2 mil millones de dólares, que quedarán en unas pocas manos y empresas. He allí la más fenomenal síntesis del capitalismo: el producto del trabajo y las penurias de varios miles y la pasión de millones, quedará en pocos bolsillos, ni más ni menos que los bolsillos de los que dominan el mundo.
El futbol y la paz
En ese mismo congreso en que la representante Noruega mostrara el polvo debajo de la alfombra y tan presto salieran a contestarles los servidores del poder de la FIFA, su presidente, el ítalo-suizo, expresó su deseo de que éste sea el mundial de la paz. No lo dijo pero es claro que hacía referencia a la invasión de Rusia a Ucrania, motivo por el cual la entidad rectora del fútbol marginó de toda competencia a los equipos de Rusia y a la propia selección de aquel país, que por esto perdió el derecho a la repesca por un lugar en el mundial. Por supuesto que me parece justo el repudio a la invasión Rusa de Ucrania y la consecuente matanza de inocentes que esto conlleva, pero las declaraciones del mandamás de FIFA solo pueden definirse como hipócritas. Recordemos que este mundial se realizará en Qatar, donde se condena a prisión a mujeres, con penas que incluyen además latigazos, por solamente denunciar violaciones; donde los organizadores locales ya anunciaron que no tolerarán las muestras públicas de afecto no heterosexual durante el evento y la negativa a que se ondeen banderas de la comunidad LGTBIQ en cualquiera de los estadios durante el desarrollo del mundial. Esto a la FIFA no le interesó, como tampoco el hecho de que el anterior mundial, en la hoy sancionada Rusia, se diera en un marco de represión interna muy similar a la vigente en suelo qatarí. En aquella oportunidad, como en esta, eso no mereció ninguna referencia por parte del ente rector, mientras que sí se interesaron, tiempo atrás, en sancionar al por entonces delantero del Sevilla, Frederick Kanoutte, por lucir una camiseta en apoyo a la lucha Palestina, ¿más claro…?
El futbol como hecho social
Que el fútbol es la actividad humana que logra alejarnos de los problemas diarios, enajenándonos por lo que dura su desarrollo, no solo en nuestro país, sino a escala planetaria, no es algo que necesite demasiada demostración. Es fácil entender que buena parte de la sociedad, agobiada por las pocas oportunidades que la realidad le brinda, encuentre en este deporte un lugar para perderse a sí mismo. Por eso en el fútbol de estos días se amalgaman un montón de sectores económicos, dedicados a explotar esta vía de escape de masas. Los propietarios de los clubes -hoy en buena partes de las ligas grandes los clubes son sociedades anónimas-, las empresas publicitarias; las de ropa deportiva; los medios de comunicación, los periodistas y por últimos los propios jugadores. Todos trabajan para hacer más flacos nuestros bolsillos como enfermos de este espectáculo.
Podrá parecer extraño que haya incluido en esa lista a los jugadores, ellos son nuestros héroes, el nexo natural con lo que es un hermoso deporte, lo demás parece no existir, no entra en nuestro radar. Pero ellos se convierten, consciente o inconscientemente, en la herramienta para que compremos tal o cual zapatilla deportiva, la camiseta de un club, o varios, paguemos el servicio de cable o Internet para poder ver los partidos y a nuestros héroes en acción… y así podríamos seguir.
Volvamos al viejo filósofo alemán, quien nunca dejó de plantear que un capitalista ve en todo un negocio. Para que algo, en este caso el fútbol, se transforme en negocio, debe transformarse inevitablemente en mercancía. A vuelo de pájaro recordemos que el balompié, en épocas pretéritas, estaba en manos de sociedades civiles; luego vinieron las sociedades anónimas y todo cambió, esa primera transformación -aun en ligas como la nuestra, donde los clubes siguen siendo sociedades civiles mentirosas- fue convirtiendo al fútbol en una mercancía. ¡Gran triunfo del capitalismo que, poco a poco y cada vez más, fue alejando al futbol-negocio de su lúdico origen!
El próximo mundial de Qatar es parte de este engranaje perverso que sacrifica en el altar de los negocios vidas humanas, descartables si son trabajadores, como bien señalara Lisa Klaveness; y que utiliza a su favor este sentimiento convirtiéndolo en una mercancía, manchando la pelota como diría Diego -aunque lamentablemente él también haya sido parte de este engranaje, como lo es Messi en estos días.
Soy consciente de que puedo barruntar estas reflexiones porque faltan más de 6 meses para que comience el mundial, cuando la pelota entre a rodar se cumplirá aquella sentencia de que cuando el avión se cae no hay ateos, por lo tanto, con el pitazo inicial, desaparecerá toda posibilidad de pensamiento racional y crítico, qué le vamos a hacer.