Entre gallos y medianoches la cámara de diputados dio media sanción a la ley que declara a la educación como un servicio esencial, limitando el ejercicio de la huelga. La ley expresa dos cuestiones fundamentales, en primer lugar buscar quebrar la resistencia docente al ajuste gubernamental y al proyecto educativo que las clases dominantes buscar imponer y, al mismo tiempo, es un paso importante en legalizar un cambio de carácter de la educación que pasa a ser considerada una mercancía y no un derecho humano fundamental.

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Por Alejandro Morales

Estamos viviendo momentos decisivos para la educación pública Argentina que para una buena parte de la población es un bien preciado, considerada como un derecho y un factor elemental para el progreso individual y social. Este afecto ciudadano quedó demostrado en la multitudinaria movilización impulsada por autoridades universitarias en abril pasado.

No obstante, ignorante del rechazo social, el gobierno y sus aliados continuaron sus planes de destrucción del sistema educativo público mediante un salto en el desfinanciamiento, el desguace, el ajuste, la licuación de salarios y de fondos. Los libertarios mantuvieron obstinadamente el corte total de los recursos nacionales a las provincias que conformaban parte de los sueldos (fonid) y para abastecía comedores, para nombrar tan solo un ejemplo de la política ajustadora.

Este ajuste viene acompañado de una escalada en el hostigamiento y la persecución hacia la docencia con campañas de desprestigio, calumnias y desinformación para responsabilizar de la crisis educativa a los trabajadores y lograr apoyo social para las reformas reaccionarias en curso.

Para ver la película completa, tenemos que incluir este fuego constante del poder político, económico y mediático contra la educación pública y contra la docencia como parte de un proceso de corto, mediano y largo plazo, de décadas de desidia estatal planificada, con momentos de mayor inversión por presión de las luchas sociales. Porque vale recordar, en tiempos de desmemoria y desmoralización, que el colectivo docente fue uno de los sectores de la clase trabajadora que más se movilizó y resistió a los planes de ajuste implementados por cada gobierno en las últimas 4 décadas a pesar de sus direcciones burocratizadas.

Y en estos momentos la docencia también está sacando la cara encabezando procesos huelguísticos masivos en varias provincias: Neuquén, Córdoba, Santa Fe, Chubut, Jujuy, Entre Ríos. Procesos que ocurren junto a otros simultáneos como la lucha de los universitarios y de los estatales. Aclarando lo obvio, estas huelgas no son por capricho o porque los gremialistas nos llevan de las narices como quieren hacer creer. Estallan por motivos concretos, para resistir el ajuste salarial, el desfinanciamiento, la precarización educativa y la quita de derechos.

Por un lado, estos procesos vuelven a reflejar una constante: que el sector educativo es uno de los sectores que siguen sosteniendo acciones de resistencia contra el ajuste, en contraste con el resto del movimiento obrero que se encuentra en un momento de reflujo y fragmentación de las luchas obreras y populares. Por el otro, reflejan una debilidad estratégica de la clase trabajadora que da pelea en algunos sectores pero de manera fragmentada y desarticulada entre sí y sin la construcción de alternativas.

Semejante situación de debilidad popular envalentona a las clases dominantes para avanzar en un proyecto educativo más funcional a sus necesidades estratégicas.  

Una ley de disciplinamiento y  de mercantilización

En la madrugada del jueves 15 de agosto pasado un proyecto represivo educativo que declara a la educación como un servicio esencial presentado por el ex ministro de educación macrista Alejandro Finnochiaro logró media sanción de la cámara de diputados gracias a los votos del oficialismo y sus aliados reaccionarios de variado color.

Apelo a la palabra represivo porque en el contenido de la ley solo aparecen líneas que limitan la acción huelguística de los docentes, obligando a mantener las escuelas abiertas con guardias mínimas durante los conflictos. No aparece ni una sola medida que se ocupe de lo educativo en sí. El carácter represivo de la medida es evidente.

A lo largo de nuestra historia la represión fue la condición necesaria para imponer planes económicos y sociales concretos que atacan las condiciones de vida populares. La actualidad no es la excepción. La ley que declara a la educación como esencial está para aumentar la presión sobre la docencia con el objetivo de quebrar la resistencia a los planes educacionales del gobierno, y así poder implementar un nuevo proyecto educativo de las clases dominantes que pretende transformar a la educación en una mercancía más y que esté al servicio exclusivo de las necesidades de éstas, ya sea con escuelas bajo gestión pública o privada. Para ello, el poder concentrado necesita derrotar la resistencia de los docentes mediante herramientas legales normativas y la represión.

Es decir, que la medida es parte del plan general de disciplinamiento de la clase trabajadora para poder desplegar el ajuste y la destrucción de lo público y popular, y de todas las conquistas obtenidas con grandes y continuas luchas.

En la avanzada reaccionaria y anti educativa, el gobierno tiene el apoyo de los gobernadores y de los partidos más reaccionarios, incluyendo a parte del peronismo. Es decir, hay consenso de la casta política que acompaña por acción u omisión. Porque la oposición peronista no presenta un atisbo de resistencia ni de alternativa a este nuevo proyecto educativo burgués desde ninguna institución que dirija o influya. Este factor es fundamental para pavimentar el camino de la burguesía.

La pasividad opositora, en especial del peronismo, se refleja en los gremios docentes mayoritarios del país comenzando por CTERA que ellos dirigen. La CTERA y los gremios más grandes que la conforman privilegian la subordinación al peronismo “progre” antes que la representación del conjunto de la docencia. La inacción de estas direcciones quedó plasmada el día de la votación en el congreso que solo llamó a una jornada de lucha limitada sin convocar a un contundente paro nacional.

El disciplinamiento y desmovilización van en paralelo con el consenso logrado por la burguesía de que buena parte de la población acepte la necesidad de un ajuste y de cambios. Aquí la acción de un poderoso aparato mediático es cualitativa con un bombardeo constante de informes, estadísticas, y datos tendenciosos y descontextualizados sobre alfabetismo, abandono escolar, ausentismo, comprensión, etc. que dan cuenta, según los “especialistas” de panel,  de una supuesta crisis terminal de la educación. Así justifican sus reformas archirreaccionarias y antieduactivas. 

La educación tiene un doble carácter, puede ser crítica o reproductora del orden establecido. Para que la estrategia del poder surta efecto deben contar con la aceptación de la función reproductora de una parte de la docencia y estudiantes que compren el discurso dominante, incluso de manera inconsciente. La alienación es, entonces, uno de los factores de mayor incidencia en el proceso, y es lo que también está marcando la subjetividad mayoritaria.

Cuando los planes hegemónicos son perjudiciales para la mayoría de la población, estos solo pueden implementarse con represión, autoritarismo y disciplinamiento. La avanzada represiva está desplegándose en todos los frentes sociales contra los trabajadores, lo popular y lo público.

Desde la asunción de Milei, las clases dominantes decidieron lanzar y aplicar su proyecto educativo para la Argentina. En el decálogo del pacto de mayo firmado en julio el cuarto punto rezaba sobre lo educativo: “una educación inicial, primaria, secundaria útil y moderna con alfabetización plena y sin abandono escolar”.

¿Útil para quiénes? ¿Para qué modelo de país? El gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, lo dejó bien claro en declaraciones recientes: hay que “adaptar los planes de estudio a lo que necesita Vaca Muerta”.

El proyecto educativo que nos están proponiendo es el de una educación al servicio de un país con un modelo económico extractivista, de saqueo de los recursos naturales, de las materias primas, de los alimentos y de explotación de la clase trabajadora. Para este tipo de educación necesitan docentes y estudiantes disciplinados y sumisos, que trabajen en un sistema que adoctrine realmente y no promueva el pensamiento crítico.

Pero digamos también que esta situación no se configuró de la noche a la mañana. Los gobiernos anteriores ya vienen abriendo las puertas a la entrada de ONG, de fundaciones, de empresas, de empresarios al sistema educativo. Las empresas y sus organismos asociados tienen cada vez más injerencia en las políticas educativas, que da centralidad al saber, a la competencias, a los conocimientos requeridos por el mercado alejándose de las necesidades del ser humano como tal. Los casos de injerencia en los niveles primario, secundario, terciario y universitario abundan y dan cuenta del avance privado.

El transformar a la educación en un servicio la convierte en una mercancía para ser vendida o comprada, o tercerizada como lo son las escuelas de gestión privada en la actualidad. Los colegios privados existentes reciben los subsidios de Estado para pagar sueldos. ¿Esta metodología que abarataría los costes de mantenimiento según la lógica economicista del gobierno actual y de gobernadores afines no será una propuesta futura para la gestión escolar? Es un posible curso de acción si tienen éxito.

Además, al tomarse como un servicio, la educación se convierte en un campo para inversión privada para hacer negocios y obtener ganancias, objetivos alejados a los de educar. ¿Qué sucederá con aquellas escuelas que no sirvan para generar negocios? Ensayo una hipótesis: pueden quedar administradas por la gestión estatal bajo criterios impuestos por el mercado, pero con recursos escasos limitando al extremo su labor educativa.

La mercantilización de la educación implica una transformación profunda de carácter cualitativo opuesto al del sistema educativo que la mayoría soñamos con tener.

Pensar nuestro proyecto educativo

Lamentablemente desde la docencia, los estudiantes, las organizaciones sindicales, ni desde las clases populares no pudimos generar alternativas al proyecto educativo burgués. Ni siquiera nos hemos puesto a pensar alternativas al modelo educativo imperante. Aquí está la principal debilidad y es al mismo tiempo la fortaleza de las clases dominantes.

El pensar otro tipo de educación para otro tipo de país es esencial para enfrentar la destrucción, degradación educativa y cultural en curso; para enfrentar y construir un proyecto educativo surgido de las entrañas del pueblo. Una educación que desarrolle al ser humano de manera integral, en cuerpo, mente, emociones, experiencias y demás en relación amistosa con otros seres humanos, y con el medioambiente.

Es insólito que en las instituciones educativas los protagonistas no hablemos sobre educación, sobre la naturaleza de la educación en el sistema capitalista y en un país dependiente. Tampoco hablamos de pedagogía, de las teorías que sustentan nuestras prácticas, delinean nuestras estrategias y métodos de enseñanza, y establecen los objetivos de aprendizaje para mencionar tan solo algunas cuestiones del universo educativo.

En los últimos años nos han transformado a los docentes en aplicadores de las bajadas institucionales que solo se preocupan por cumplir con los guiones oficiales.

Para romper esta lógica alienante es necesario salir de la concepción económica de la lucha para adquirir una de carácter política pedagógica. Porque en los últimos tiempos la lucha está reducida a lo sindical y ultra limitado a lo salarial, la infraestructura y el presupuesto. Además, en lo sindical entran varios temas más como el régimen laboral, las obras sociales, los recursos, etc. Temas que poco se hablan en 63 mil escuelas del país, o en las 4.741 escuelas de la provincia de Bs As.

Para pensar soluciones tenemos que encarar nuestros propios diagnósticos de las problemáticas y delinear nuestra estrategia de lucha desde las escuelas, con los barrios, con las comunidades, con las fábricas, con las organizaciones socioeducativas de cada región. El pensar una educación debe ir más allá de las escuelas y del sistema educativo oficial. El tema educativo debe ser introducido en todo ámbito social de manera seria porque lo educativo es el único ámbito por el que transita el conjunto de la población. Todo habitante de la sociedad tiene o tuvo contacto con las escuelas o con una instancia educativa. ¿Entonces por qué menospreciar semejante campo de acción?  

En la década del 90 el menemismo traspasó las escuelas secundarias a las provincias configurando un sistema educativo fragmentado, desigual y debilitado. ¿Por qué no plantear una unificación del sistema educativo a nivel nacional? Uno que esté integrado y al mismo tiempo respetando las diversidades de cada región, que funcione como un todo solidario en la defensa y en la construcción de un proyecto educativo.

La política de subordinación de los sindicatos mayoritarios provocó un estado de quietud, de pasividad, de desmovilización desmoralizante. Es necesario romper este estado. Reunirnos, juntarnos, solidarizarnos para hacernos más fuertes en las calles, y en especial en las escuelas, en los barrios, en la comunidad.

Pensar y construir una educación alternativa, humanista, crítica, integral, democrática en oposición a la útil y moderna que nos proponen y que es funcional a los intereses empresariales, es una tarea urgente.