Silvio Schachter es miembro del consejo de redacción de la Revista Herramienta, donde se publicó esta nota originalmente el 19 de mayo del 2021, y que fue reproducida por otros medios entre los que nos encontramos. Nota original : Argentina: De la emergencia  a la catástrofe sanitaria


Por Silvio Schater

En el mes de mayo se produjeron más de 3.000 muertos por semana de COVID, el 18 de mayo hubo 35.543 contagios y 745 fallecidos, a la fecha suman 72.000 a los cuales  habría que sumar  los que se mueren de otras dolencias, porque no pueden ser atendidos. Frente a éste cuadro ya no se puede seguir hablando de una emergencia sanitaria, es en realidad una catástrofe sanitaria sin precedentes. Habría que remontarse hasta 150años hacia atrás, hasta el siglo 19 cuando las epidemias de fiebre amarilla y cólera diezmaron las poblaciones de Buenos Aires, Córdoba y Corrientes. Ocurrieron en  un  mundo que no admite ninguna  analogía con el  actual.

¿Cuál es la vara con que medimos la situación? ¿Cuántos muertos son tolerables, estamos hablando de números o seres humanos? En mayo del año pasado, cuando supuestamente tendríamos el pico de infectados y  para cuyo momento nos preparamos, pues  habíamos logrado ganar  tiempo, era el tiempo donde abundaban las filminas comparativas, autorreferenciales, con Horacio a la vera del presidente y el promedio de casos era 400 y  12 las muertes por día. Tal vez el COVID afectó nuestra memoria y no dimensionamos la magnitud del drama que estamos viviendo un año después.

Argentina tuvo la semana pasada el más alto nivel de muertes por habitantes en un día, superando en porcentajes  a la India y Brasil, en el total de fallecidos por millón está más cerca de las peores situaciones, lejos de países como Chile, Uruguay, incluso de Paraguay, gobernados por la derecha.

Argentina  tiene al día de hoy 1.620 muertes por millón de habitantes, Uruguay 1.000, Paraguay 1.100, Colombia 1.580 y Brasil 1.980.  En total Nuestra América ha sufrido más de un millón de muertes, hoy es el continente donde el virus se halla más activo. A pesar de ello ha sido imposible coordinar una política sanitaria regional,  que hubiese potenciado las defensas ante el virus. Por el contrario en varios momentos se hicieron análisis que subrayaban las diferencias y los méritos locales en una absurda y fratricida competencia. Quedó al descubierto la inoperancia de las estructuras regionales como la Organización Panamericana de Salud y  la OEA, muy activa para condenar a Venezuela pero paralizada ante el avance de la pandemia.

El plan de vacunación está retrasado, incluso en relación a nuestros vecinos, el COVID se esparce más rápido que la inmunidad. Esto a pesar que el congreso  aprobó la ley exprés que deja al Estado nacional como responsable de la demandas por daños que puedan producir las vacunas, eximiendo a los laboratorios de cualquier culpa y cargo legal.

Más allá de cierto exitismo inicial y la falta de control sobre el Laboratorio Insud de Hugo Sigman, una corporación privada que eludió su compromiso con el país y hasta ahora no entregó ninguna vacuna, la realidad es que, como la mayoría de países estamos afectados por la manipulación espuria de las vacunas por parte de los laboratorios, que  muestran la cara más infame del capitalismo. La  salud de la humanidad es rehén de un pequeño grupos de monopolios  farmacéuticos, que defienden sus ganancias negándose a liberar las patentes, escudándose en falacias tanto teóricas como fácticas. Lamentablemente el reclamo del gobierno  en esa dirección es más formal que convencido, adormecido  porque no ha sido abordado por el  pueblo con la potencia que hace falta.

Nuestro país tiene cuatro médicos cada mil habitantes, duplica, por ejemplo, la cantidad de Colombia y tiene porcentualmente un 50 % más médicos que Chile,  es el segundo en el continente en este ítem, sólo superado por Cuba que tiene nueve médicos por cada mil habitantes, estas  proporción que nos debería colocar en situación ventajosa, se dilapida porque entre otros factores su distribución es pésima y el grueso está volcado a la práctica privada, también nuestro país está  entre los primeros en cantidad de centros de salud pública, a pesar de toda la campaña de desmantelamiento a la que fue sometida. La CABA es la ciudad con más hospitales  de América Latina. Tampoco se aprovecha la capacidad y cantidad de científicos, que producen  la mayor parte del conocimiento que se genera en el país, dejando en manos de privados toda la provisión de medicamentos y ahora de vacunas.

Se sigue pensando que la única respuesta además de la vacuna es la cuarentena, un método eficaz, y en situaciones como las actuales, imprescindible, pero sigue siendo una  respuesta  propia  del siglo XIV, surgida en Venecia  como único recurso cuando prácticamente  no existía la ciencia. Una  medida que debe usarse en periodos y territorios claramente determinados, acotados y combinados con otras medidas. Argentina tuvo la más larga cuarentena del mundo con resultados a la vista y ahora cuando se debe aplicar puntualmente, encuentra a la sociedad con un alto nivel de deterioro  económico, con una inflación descontrolada, con  urgencias laborales múltiples de quien debe pelear el día a día, con un  desgaste y un fuerte impacto psicológico y emocional, con falta de credibilidad y un sentimiento de desesperanza  aun mayor que hace un año

Está claro el papel canallesco y oportunista de la derecha, con  su cretino negacionismo y las provocativas  acciones transidas de cálculo electoral. Esta derecha que se mueve bajo el abrigo mediático, que no hace otra cosa que sumar  miedo y confusión, boicoteando cualquier medida del oficialismo. Recordemos que en 2018 el gobierno de Larreta propuso cerrar cinco hospitales de la ciudad, entre ellos el de Rehabilitación Respiratoria Ferrer y el Hospital de Infecciosas Francisco Javier Muñiz, dos instituciones estrechamente vinculas al tratamiento del COVID.  Nadie  honesto, puede decir que el gobierno no hizo nada, pero no hizo todo lo que podía y debía hacer y erró demasiado .No se  puede ocultar que no se aprovechó el mas de un año transcurrido para tomar medidas básicas en términos sanitarios y sociales.

En un territorio tan vasto y poblado como el AMBA, se mantuvo  un sistema de transporte público ineficiente e insuficiente, siendo  un medio vital para la actividad y clave para el control de los contagios, donde los principales afectados son los trabajadores.

En medio del debate sobre la presencialidad se puso en evidencia la falta de equipamiento escolar para quienes no tienen posibilidad de acceder a una computadora y a una señal de internet, esta situación afecta a cientos de miles de niños que enfrentan de modo desigual la propuesta de educación virtual. Sabiendo que la pandemia se prolongaría era fundamental realizar la adaptación física de las escuelas para poder dar clases reduciendo el riesgo para docentes y alumnos. Tampoco se dedicó esfuerzo a incorporar nuevas metodologías  de enseñanza, con otras dinámicas pedagógicas.

No se protegió a los más vulnerables, no hay ayuda suficiente para quienes carecen de las  condiciones más elementales para aislarse en  hábitats precarios. Son 4 millones que viven en villas y asentamientos, en su mayoría sin agua corriente ni cloacas, cuya situación sigue igual o peor  que hace un año. Por otra parte el gobierno quito la IFE, Ingreso Familiar de Emergencia, sin que fuera reemplazado por otra ayuda a los desocupados producto de la pandemia

Falta  parte de  la  información que es clave para entender y  enfrentar la pandemia, se desconoce por ejemplo  cuantos contagios se producen en los lugares de trabajo o en las villas. La línea a seguir no debe ser esperar que suban los infectados y que las personas decidan ir a hisoparse, sino que hay  ir a buscarlos con testeos en  los lugares donde se concentran los casos de mayor reproducción del virus.

El  seguimiento de los contagiados es errático y en muchos casos es  formal o inexistente, en los pueblos  chicos se carece de la infraestructura mínima y las ciudades de cabecera están desbordadas. Seguimos sin un sistema integrado de salud,  que permita optimizar recursos, actuar con la premura necesaria y dar las respuestas apropiadas. En cada provincia y localidad las autoridades se manejan muchas veces con su personal  criterio, con parámetros diferentes y resultados negativos.

¿Donde están los recursos para abordar un plan integral que revierta la situación?  No pagando la deuda externa y actuando sobre los sectores que  deben aportar lo que se apropiaron del trabajo humano y la naturaleza. La  expropiación, en situaciones de extrema necesidad, como al actual, debe ponerse a debate, no puede permitirse que en plena pandemia haya sectores que especulen y se enriquezcan, en un contexto de enormes carencias 

Todos estamos recibiendo  a diario información de víctimas, son  amigos,  familiares o conocidos que mueren por desatención y mala gestión. Muchas son las  muertes que  se podrían haber evitado si no se hubiese actuado con desidia o incapacidad. La consigna “la vida está por encima de la economía”, se ha vuelto un eufemismo. El enfoque de estar  librando una   guerra contra un enemigo invisible, tiene entre otros el vicio que nos remite a un pensamiento  militar que donde las víctimas son anónimas bajas civiles, daños colaterales que se registran en estadísticas que sirve para tomar determinadas decisiones tácticas.

Recorramos el país y veremos que dentro del espacio del Frente de Todos hay muchos personajes parecidos al siniestro Larreta, con prácticas políticas y actuaciones frente al COVID, muy semejantes. La derecha no solo está en Juntos por el Cambio. Hasta ahora nunca se escuchó una mínima autocrítica del gobierno, necesaria para corregir rumbos, y no seguir a los tumbos. Simplificar como hizo el presidente,  culpando de la situación solo a Larreta y su banda, corresponsables sin duda del drama, tanto por lo que no hacen hoy y por todo el daño que hicieron cuando fueron gobierno,  es también parte del juego electoral. 

Es recurrente el malestar de los profesionales de la salud, con las autoridades y con la  conducta de una parte de la población, que ya solo no los aplaude ni reconoce su esfuerzo, sino que no cumple con la medidas de prevención, fiestas clandestinas, abandono del uso de barbijo, o actividades en comercios y locales gastronómicos cerrados sin cumplir los protocolos. Es lógico y no se puede más que compartir. Desde otro lugar las autoridades  tienden a justificar la disparada de casos, basándose la crítica a la indisciplina social. No sorprende, debemos reflexionar sobre el tipo de sujetos que ha formado el capitalismo neoliberal en décadas de hegemonía ideológica y cultural. Es la sociedad del sálvese quien pueda, del individualismo más cerril, la insolidaridad de la meritocracia, sumada al racismo y la xenofobia, el irracional consumismo. En situaciones extremas los humanos podemos realizar actos heroicos y de enorme sacrificio por los demás, de hecho a pesar de todo siguen ocurriendo basta ver cómo funcionan los solidarios comedores populares,  junto a  otros ejemplos  que en general son protagonizados por los que menos tienen, los nadies. Pero  la mayoría actúa en sentido inverso,  alienado y modelado por un sistema perverso y egoísta donde los referentes que dirigen, no solo en los gobiernos, son un espejo donde mejor no mirarse.

Lamentablemente ninguna de las medidas que apuntaban a cambiar el patrón productivo y cultural del capitalismo neoliberal que nos llevó a esta pandemia, están en el centro de las preocupaciones, se sigue pensando  en acciones de coyuntura con la lógica de volver a una ficticia normalidad,  sin modificar ningún rasgo estructural. Peor aún,  ni siquiera se apunta a crear conciencia de esa necesidad.

La situación tiene  un nivel de gravedad inédito, una dimensión tal,  que no puede quedar atrapada en una disputa entre el gobierno y la oposición. La sociedad debe actuar, hacer escuchar su voz y demandar participación y respuestas acordes a la magnitud del  drama que estamos viviendo.