En vísperas de un nuevo 24 de marzo, el historiador Pablo Pozzi nos propone reflexionar sobre un aspecto no muchas veces mencionado de la dictadura genocida del ’76: la profunda resistencia obrera que hubo a dicho régimen represivo. “… la gran mayoría de las historias cuentan a los trabajadores como víctimas, nunca como luchadores antidictatoriales. Y sin embargo, sin esa decisión obrera no habría habido apertura electoral en 1983” sostiene Pozzi, autor del libro Oposición obrera a la dictadura (1976.1983), Editorial Contrapunto, 1988; entre tantísimos otros títulos sobre la historia del movimiento obrero argentino y norteamericano.
Ángel Hugo Blanco Galdos, dirigente histórico de la lucha campesina peruana, líder popular y de la izquierda latinoamericana, falleció en Suecia este domingo 25 de junio a los 88 años de edad. A continuación reproducimos una reseña biografía junto al texto de Hugo Blanco, Construyamos poder.
El 29 de abril se cumplían 20 años de aquellos días en el que el río Salado ocupaba literalmente gran parte de la ciudad de Santa Fe.
Barrios enteros quedaban bajo dos metros de agua mientras el gobierno de Carlos Alberto Reutemann -responsable de haber dejado una defensa sin terminar por la que pasaron millones de litros de agua- ni siquiera atinó a ordenar la evacuación de la ciudad.
El resultado fue que hubo más de 130 mil evacuados, 15.000 viviendas destruidas y más de un centenar de víctimas fatales por causas directa e indirectas.
El 1 de mayo como jornada de lucha mundial fue históricamente unos de los eventos quizás más importantes (junto con la Comuna de París), que constituyó a la clase obrera como un sujeto social y político.
Dentro de los círculos ligados al estudio de la historia en la Argentina, Pablo Pozzi es un referente insalvable, por ser uno de los primeros historiadores en hacer lo que comúnmente se conoce como historia oral. Esto es: sentarse con trabajadores y demás miembros de las clases oprimidas, a escuchar sus historias.
Por todo ello y más es que lo consultamos a la hora de reflexionar sobre la situación actual de la clase obrera, en vísperas de un nuevo 1 de Mayo, día internacional de los trabajadores.
Hernán Camarero es docente universitario e investigador del CONICET, pero según él mismo nos dice, su verdadera pasión es su función como director del Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas y editor de la Revista Archivos. Trabajo ligado a investigar esos hechos del pasado, sus enseñanzas y reflexiones sobre el presente. Esta interesante entrevista que reproducimos, sobre los orígenes del 1 de Mayo y los problemas de la clase obrera en la actualidad, sigue estrictamente ese criterio.
En lo que se refiere a la dictadura militar, esa memoria, verdad y justicia solo ha hecho foco, en asesinados, desaparecidos, torturados, habiéndose accionado judicialmente para que supuestamente se hiciera justicia respecto a los responsables de tales hechos.
Sin embargo se ha guardado un silencio impenetrable desde los poderes públicos respecto a las acciones económicas de esa dictadura, a la estructura legal que instrumentó, a los compromisos externos que fueron asumidos por ella y que respetaron todos los gobiernos desde Alfonsín al actual, sin que a nadie de los grupos mayoritarios se les moviera un pelo.
Cada año, el aniversario del golpe del 76 nos recuerda que este hecho de la historia que ya está cerca de cumplir el medio siglo, sigue formando parte inevitable del presente argentino: cada vez se revisan sus razones y se revuelven sus dolores y se traen al presente los datos –una de las modas más reciente – preguntarse si fueron o no treinta mil.
Juan Julián Giovetti nació el 4 de diciembre de 1880 en la comuna de San Giorgio Canavese, provincia de Turín, región de Piamonte, Italia; hijo de Rosa Maschero y José Giovetti. De oficio mecánico, llegó a la Argentina el 13 de noviembre de 1900 y tuvo una vasta trayectoria en el movimiento obrero y anarquista.
Eran cerca de las 20,30 y un Falcon Verde la interceptó cuando estaba cerca de llegar a su casa, regresando de hacer algunas compras en el barrio. La agarraron, ella gritó el nombre de Lucrecia, su vecina y a quien le alquilaba el lugar en el que vivía con José, su compañero, pero los captores la redujeron, la introdujeron en el auto y huyeron a toda velocidad.