Como ya reflejamos en otras notas, la película Argentina 1985, sobre el juicio a las Juntas Militares, demostró que la herida abierta por la dictadura militar sigue doliendo en la sociedad argentina, abriendo un debate sobre los diferentes miradas del tema, que obviamente incluye al propio film.
En este caso, presentamos una entrevista que hiciéramos a Rubén Plataneo, cineasta y también militante en defensa de los derechos humanos.

A los 93 años, murió Hebe Pastor de Bonafini, Presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo e histórica luchadora contra la última dictadura militar y por el juicio y castigo a los responsables.
Hebe, a quien el estado terrorista secuestró a dos de sus hijos y a su nuera, inició su lucha con su búsqueda y el reclamo por su aparición con vida, así como la de las decenas de miles de desaparecidos y desaparecidas.

Argentina 1985 se ha convertido  en un éxito de taquilla con más de un millón de entradas vendidas, y seguramente también tendrá un éxito importante en las plataformas. Justo es decir que ha generado un debate, sobre todo en sectores militantes de derechos humanos  e intelectuales y quizás también, aunque más dudoso, en el denominado “gran público”. Si bien todo hecho artístico expresa razones ideológicas, inevitablemente, como Argentina 1985 aborda hechos históricos recientes desde determinadas miradas políticas, merece no solo una crítica estética, sino una clara delimitación de estas miradas.

Un caso insignia es el de Luciano Arruga. Un joven de La Matanza, que a sus 16 años, y después de sufrir de acoso policial por años, fue secuestrado por la Bonaerense. Su cuerpo recién apareció el 17 de octubre de 2017, más de cinco años después de su secuestro, gracias a la incansable lucha de su madre, su hermana y de un grupo de activistas políticos, sociales y culturales reunidos en la Asociación Amigos y Familiares de Luciano Arruga.

Casi 15 días han pasado de aquel jueves 6 de octubre en que los hinchas triperos -así se autodenominan y son reconocidos los simpatizantes de Gimnasia y Esgrima de La Plata- se acercaron a su estadio para vivir una fiesta. Familias enteras, jóvenes parejas con sus pequeños hijos de la mano o aun en brazos; todos esperaban un eventual triunfo de su equipo que los acercaría al tope de la tabla, habilitándolos a soñar con ese campeonato que les coqueteó en varias ocasiones pero que nunca pudieron consumar. Iban con la sensación de que si ellos ponían todo desde las tribunas, los jugadores en la cancha sentirían ese jugador extra y tal vez, esta vez sí, el milagro alumbrara. Iban armados solo con la pasión y las banderas, inocentes, a disfrutar de las pocas cosas en que los sectores populares pueden encontrar disfrute por estos días. Nadie esperaba la represión furiosa y artera que estaban a punto de sufrir.