La motosierra de Milei, que todo lo arrasa, arremete contra uno de los blancos preferidos del presidente, aún cuando era candidato: la educación pública. Particularmente la Universidad.
Hasta allí llegó también la rosca de los legisladores; muchos de los cuales, habiendo apoyado la Ley de financiamiento educativo (que no resolvía el ahogo presupuestario pero sí le ponía un límite al ajuste), no dudaron en darse vuelta y decir, como Groucho Marx: “Estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros”; al avalar el veto presidencial a dicha ley.
Pero la educación pública es un enemigo desafiante, en un país que ha hecho de su educación universitaria una especie de marca de identidad. Así es que, tanto en el mes de abril como el pasado 2 de octubre, cientos de miles de personas salieron a las calles en defensa de la Universidad pública. Docentes, estudiantes y trabajadores universitarios, pero también personas que nunca en su vida pisaron ni pisarán los pasillos de una facultad; pero que reconocen la importancia vital de seguir formando profesionales.
Este proceso viene movilizando, además, a un incipiente movimiento estudiantil que venía desde hacía varios años sin tener un protagonismo político importante, y que actualmente está respondiendo con tomas de facultades, asambleas, clases públicas y otros métodos de lucha a la aprobación del veto presidencial.
Pero también en este tema, como en todo, hay varias posturas. Y es que, en la masa de gente movilizada, y particularmente entres los convocantes a la defensa de la universidad, encontramos a muchos de quienes, desde hace años, vienen lucrando con los recursos universitarios, vendiendo posgrados y tecnicaturas; haciendo acuerdos con grandes empresas para que los conocimientos generados por la universidad pública sean usufructuados por los capitales nacionales y transnacionales; vaciando y viciando de parcialidad los planes de estudio de carreras estratégicas para el capital y decenas de etcéteras.
Es menester, entonces, preguntarnos, más allá de la defensa irrestricta de la educación pública; qué universidad necesitamos, para generar qué profesionales y qué conocimientos, en beneficio de los pueblos y no de las corporaciones económicas y financieras.
Sobre estos tópicos, preguntamos a algunos de los colaboradores habituales de este medio, con la idea de seguir abriendo el debate sobre cuestiones que deberán ser tomadas por las bases del movimiento docente y estudiantil. Estas fueron sus respuestas.
Pablo Pozzi es PhD en Historia (SUNY, EE. UU., 1989) y profesor titular de la Cátedra de Historia de Estados Unidos, en Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Especialista en historia social contemporánea, particularmente en clase obrera post 1945, tanto norteamericana como argentina. Publicó numerosos artículos y libros. Es director del Programa de Historia Oral del Instituto de Ciencias Antropológicas (UBA); asesor académico del Centro de Estudios Americanos (Argentina); editor del Journal of American History y de Latin American Perspectives; miembro del Consejo Consultivo del Archivo Nacional de la Memoria, y representante electo por América Latina en International Oral History Association.
Hernán Camarero es Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires e Investigador Independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), en el Instituto de Historia Argentina y Americana «Dr. Emilio Ravignani» (Facultad de Filosofía y Letras, UBA/CONICET). Tiene un centenar de publicaciones, entre las que se encuentran sus libros A la conquista de la classe obrera. Los comunistas y el mundo del trabajo en Argentina, 1920-1935 (2007) y El Partido Socialista en Argentina. Sociedad, política e ideas a lo largo de un siglo (2005). Es director de la revista académica Archivos de historia del movimiento obrero y de la izquierda.
Marcos Britos es trabajador no docente universitario retirado. Fue un importante referente político y sindical en la organización de los trabajadores universitarios durante el menemismo. Es un activista en defensa de la Universidad Pública y de la necesidad de su real democratización. Publica habitualmente columnas de opinión sobre política universitaria y sobre teatro en medios digitales como Contrahegemonía Web y Rebelión.