
El martes pasado, en el espacio de nuestro programa radial que llamamos Segmento Literario, quisimos encarar una reflexión sobre el 24 de marzo y su actualidad, al mismo tiempo que un homenaje a todxs aquellxs que lucharon por otro mundo, y pagaron de distintas formas, las consecuencias. Y quisimos hacerlo recuperando sus palabras. Textos dejados en sus casas, que después serían descubiertos por familiares; cartas escritas desde el encierro, palabras que nos acercan a sus sentimientos y reflexiones más íntimas. Compartimos aquí el audio de aquel segmento y su texto, para seguir luchando por Memoria, Verdad y Justicia.
49 años. Nada más ni nada menos que 49 años, casi medio siglo del golpe genocida del 76. De luchar por memoria, verdad y justicia, y contra la impunidad de un estado que se construyó sobre múltiples genocidios.
Hoy, en este espacio que nos gusta llamar Segmento Literario, invitamos a hacer ejercicio de la memoria. Pero no sólo como el acto de recordar lo olvidado, sino como el trabajo arqueológico de rescatar lo oculto, de rebuscar entre papeles enmohecidos y cosas cubiertas por el polvo, esas palabras que nos acerquen a comprender, a comprendernos. Rescatamos, entonces, las palabras garabateadas por aquellos y aquellas que pusieron, entre el mundo real de la crueldad y el mundo deseado de la libertad, lo que tenían, su vida y su cuerpo.
Hacemos memoria para grabar el horror de la dictadura y su régimen de sangre, pero también para no olvidar que la profunda represión al movimiento obrero comenzó mucho antes, durante el gobierno de Perón – Perón. Mucho antes de lo que muchos están dispuestos a aceptar.
- José Colombo, periodista. Asesinado en la redacción en que trabajaba, por una patota de la Triple A el 3 de octubre de 1973.
A veces uno sabe que se cansa
de ser lo que uno es y trata en vano
de ponerse dos alas en la espalda
o arrollarse lo mismo que un gusano.A veces uno siente que se oxida
de tanto andar seguro y abrigado
y quiere desnudarse en los inviernos
y regalar la sangre en los veranos.A veces nada más, porque sucede
que al fin y al cabo triunfa la cordura
y se acostumbra uno al sobretodo,
a buena mesa, el vino y la gordura.A veces, sólo a veces
y menos cada vez
pesan muchos años
y se vive al revés.A veces, sólo a veces
y menos cada vez
uno sabe en el fondo
que es un débil burgués.
Fue su última poesía, la dejó manuscrita y sin título
La salvaje represión contra los obreros y el pueblo de villa constitución, las bandas fascistas y parapoliciales de la Triple A que amenazaron y asesinaron a cientos de militantes populares y el nefasto operativo independencia, firmado por el peronista Luder, fueron anticipos trágicos de los métodos que generalizaría la dictadura cívico-militar, matanzas masivas, simulacros de enfrentamientos, torturas y desapariciones.
Tal como marcaba Rodolfo Walsh en su Carta Abierta a la junta militar, fueron decenas de miles quienes fueron a parar, con sus cuerpos, a las mazmorras del gobierno militar, centros de encierro, tortura y exterminio, donde se vivieron los peores de los infiernos, y desde donde se batallaba día a día por sostener la dignidad.
- Alicia Kozameh, escritora, militante del PRT. Detenida desde el 24 de septiembre de 1975 hasta el 24 de diciembre de 1978, cuando fue liberada bajo “libertad vigilada”; exiliada entre 1980 y 1984.
“Hasta aquí no se ha escuchado un solo sonido. Pero de pronto me despierto rugiendo, rugiendo, ahogada. Y advierto que mi intención repetida es apurar mi paso comprimido entre un techo, unas pocas baldosas, y dos altísimas, inalcanzables ventanas”
Carta desde el encierro, fragmento.
Mazmorras en las cuales también hubo espacio para compartir actos de solidaridad y compañerismo; actos profundamente revolucionarios, en medio de la deshumanización que era el objetivo central del estado, a través de sus verdugos.
- Ana María Ponce, militante de la Juventud Peronista y Montoneros. Secuestrada el 18 de julio de 1977 y trasladada a la ESMA, donde escribió una serie de poemas que hoy conocemos gracias a que Graciela Daleo, su compañera de detención, los rescatara después de su asesinato.
Que no me mientan, detrás de mi,
espera el fin.
Que no me mientan,
detrás de mi, están los recuerdos,
la simple alegría de vivir libre
Detrás de mí,
quedo un mundo
que ya no me pertenece
me miro los pies.
Están atados.
Me miro las manos,
están atadas,
me miro el cuerpo,
esta guardado entre paredes,
me miro el alma,
Esta presa
Me miro simplemente
me miro
y a veces no me reconozco …
Entonces vuelvo a mirarme,
los pies, y están atados;
las manos,
y están atadas;
el cuerpo,
y esta preso;
pero el alma,
ay, el alma,
no puede quedarse así,
la dejo ir, correr,
buscar lo que aun queda de mí misma
hacer un mundo con retazos,
y entonces río,
porque aún puedo sentirme viva.
Poema escrito durante su encierro en la ESMA.
¿Será que pecamos de conformistas si consideramos a estas palabras, escritas en la clandestinidad, como una pequeña victoria sobre el horror? Puede ser, pero elegimos aferrarnos a la idea de que las palabras de los detenidos nos obligan a conservar la esperanza en medio del espanto, la racionalidad en medio del caos y la más profunda humanidad, para volver a mirar el mundo y la naturaleza que nos rodea.
- Ignacio Ikonicoff, científico especializado en física, Doctor Honoris Causa de La Sorbona. Militante marxista y miembro del consejo redactor de la revista Ciencia Nueva. Había estado detenido en Rawson entre 1972 y 1973. Desapareció, junto a su mujer, María Bedoián, el 12 de junio de 1977, en el hecho conocido como la masacre de Marcos Paz. Tenía 35 años.
“Voy a contarte cosas de las gaviotas para que vuelvas a asociarlas con la tristeza. Recién vi una volar sobre mi ventana, cruzar el espacio verde que bordea el pabellón, atravesar el «campo de deportes» y posarse después de un giro perfecto junto al mundo exterior, sin batir sus alas ni una sola vez, planeando los cien metros y el aterrizaje. En días más ventosos las veo a lo lejos recorrer muchas cuadras «apoyándose» en las corrientes de aire y usando sus alas como un timón.
Cuando sale el sol hacen tanto ruido que creo tener un viejo gallinero de campo cerca (y en casos de encierro esta no es una sensación triste, por cierto); entonces, si uno en lugar de enojarse se despierta (prohibido a hora tan temprana por «ley de máxima peligrosidad») puede ver el cielo enrojecido, y desde mi ventana que da al este-sur-este ver cuando a gatas la puntita del sol comienza a asomar. Me permito una digresión: mirando el color del amanecer y del crepúsculo y comparándolo con el azul del mediodía, Einstein y otro que creo que fue Base calcularon ¡el número de moléculas por litro de aire! Realmente hay que ser muy buen tipo y sobre todo infinitamente pacífico y tranquilo para inventar un motivo de trabajo científico contemplando la puesta del sol”.
Carta escrita desde su encierro.
El golpe, servicial al gran capital, finalmente logró el objetivo que el gobierno peronista no pudo: la derrota del ascenso obrero, para imponer un plan económico al servicio de las grandes patronales. Esa clase obrera, que militaba y tenía consciencia de su rol en la historia; que luchaba en su vida cotidiana, en su trabajo, en su barrio, fue el objetivo principal de la represión.
- Dardo Sebastián Dorronzoro, herrero y escritor. Militante del PST. Secuestrado el 25 de junio de 1976.
Yo quiero una máquina para cada uno de nosotros.
Una máquina para ti, una máquina para mí.
Una máquina zumbadora y alegre,
grande y dócil como un elefante,
que produzca pan, rosas y olvido,
guardapolvos blancos,
mariposas,
y una dulce lluvia para cuando estemos tristes.Yo quiero, además, tres palmos de tierra para cada uno de nosotros.
Tres palmos de tierra donde poder sembrar una sola
semilla de trigo,
una sola violeta,
una sola golondrina,
o donde poder enterrar a nuestro perro cuando se muera.Yo quiero para cada uno de nosotros
un salvoconducto para andar por el mundo,
para andar por la primavera y los melancólicos bodegones,
sin que se nos mire la suela de los zapatos,
el pulgar de la mano derecha,
o el interior de nuestro corazón.Y yo quiero, especialmente para mí,
un carro con cuatro caballos de viento,
un esqueleto de nubes y rocío,
una muchacha sonriendo – para siempre en el recuerdo –
y una paloma de papel de seda.
Yo quiero una máquina. Editado póstumamente en Cantos de vida, amor y libertad – Madres de Plaza de Mayo
Poemario Nº 3 – Ed La Campana – 1984
La otra víctima predilecta del golpe, fue la juventud. Miles de jóvenes, casi adolescentes, muchos de ellos activistas estudiantiles, fueron alcanzados por la represión y la tortura. Toda una generación privada de sus mejores exponentes, sus representantes más conscientes, por una política planificada. Toda una generación que también tenía sus afectos, y que es recordada y extrañada cada día desde entonces. Vaya también, en este acto, nuestro amoroso homenaje a las madres y abuelas de Plaza de Mayo, que nos enseñaron a no olvidar.
- Alejandro Martín Almeida, estudiante de medicina, activista social desde los 14 años, militante del PRT; hijo de Lidya Uranga, más conocida como Taty Almeida. Desaparecido el 17 de junio de 1975, cuando tenía 20 años.
Si la muerte me sorprende lejos de tu vientre,
porque para vos los tres seguimos en él,
si me sorprende lejos de tus caricias
que tanto me hacen falta,
si la muerte me abrazara fuerte
como recompensa por haber querido la libertad,
y tus abrazos entonces sólo envuelven recuerdos,
llantos y consejos que no quise seguir,
quisiera decirte mamá que parte de lo que fui
lo vas a encontrar en mis compañeros
Poema sin título.
Palabras para sostener los afectos. Palabras como resistencia. Afectos para mantener la resistencia. Afectos que, muchas veces, debieron ser construidos sobre la ausencia, sobre ese espacio vacío que dejaron nuestros padres, madres, hijos, amigos, hermanos; al ser arrancados de nuestro lado.
- Greta Dose es hija de militantes. Tanto su padre como su madre estuvieron detenidos durante años. Ella y su hermana se criaron con sus abuelos, hasta que mamá volvió a despertar todas estas emociones.
Allá por los setenta, la niña que fue, caminó a la escuela como todos los días. La abuela que la cuidaba, como muchas abuelas supieron hacer, le acomodó la solapa del guardapolvo y la despidió con un beso en la frente.
Pero no era un día cualquiera. Ella sabía que era el último de esa etapa de su vida. Su madre estaba de regreso a buscarla a ese pueblito en las montañas de Córdoba. La dictadura militar que la había torturado y encarcelado por dos años, la liberaba. Todo se sentía raro, las tripas no se quedaban quietas y los mocos se le escapaban a chorros por más esfuerzo que hiciera por retenerlos.
Así la encontró la señora Teresita en el patio, hecha un mar de lágrimas, y se la llevó a la dirección, a su nido. Eso era la dirección de la Escuela San Martín. Un nido cálido, donde unas manos regordetas te abrazaban para acunarte contra unas tetas gigantes y una mirada enmarcada entre párpados pintados de verde loro que podían curar cualquier pena. La sostuvo un rato largo, en silencio, y después, casi en un susurro, le habló de un modo nuevo por descubrir, de aventuras inesperadas y divertidas, del viaje en tren que la llevaría hacia Rosario, ciudad a orillas de un río marrón como el barro de la canchita cuando llueve. Le contó también que cuando ella se sentía sola o cansada siempre encontraba un libro en la biblioteca de su casa que la conectaba con otros mundos, con otras historias diferentes o parecidas a la suya.
Entre hipos y pucheros lentamente le secó las mejillas con su pañuelito perfumado y, estirando su mano hacia la repisa que tenía a un costado, escogió un libro y se lo dio. Luego acarició su cabello y la invitó a volver al aula con sus compañeros a compartir las horas que restaban de la jornada escolar. La seño Teresita ronda cada tanto en sus recuerdos, su voz con acento cordobés invitándolos a jugar al patio o a izar la bandera mientras el himno suena en un tocadiscos destartalado.
El libro era La niña que iluminó la noche de Ray Bradbury y no solo iluminó sus noches sino que abrió todas las puertas.
Maestra, relato autobiográfico
Llegado el final de este espacio, renovamos nuestro homenaje a todas las luchadoras y luchadores que enfrentaron, como pudieron, el avance de la barbarie, a los que estaban en algún partido y los que no, a los activistas sindicales, a los protagonistas de las grandes luchas y movilizaciones, y también a los que pelearon batallas cotidianas y silenciosas. Nuestro homenaje a los desaparecidos. A los presos políticos. A los perseguidos, a los exiliados. A los familiares que nunca bajaron los brazos, a nuestras queridas madres y abuelas de plaza de Mayo
Renovamos nuestro compromiso de seguir luchando por el Castigo a los genocidas, la apertura de los archivos y por Memoria verdad y justicia.
¿Qué más nos queda?, nos preguntamos, mirándonos las manos, aparentemente vacías.
- Julio Huasi, periodista y poeta, exiliado durante la dictadura, nos responde…
«… mi pibe, cabrito, chango, botija, gurí, chaval, le hablo en mil idiomas, /tu hermana está muy lejos tras un mar nos miramos en silencio,/ papá les dejará un tesoro bárbaro de herencia,/ siete versos inservibles, una navaja que cojea,/ las banderolas del pantalón, cáscaras de ilusos delirios/ pero antes de eso les prometo un buen bailongo, una gran/ fogarata, y los niños serán reyes y las patrias alegrías,/ no te aflijas, guachito, total qué si venceremos,/ nunca estuvo más oscuro que antes de atacar».
Gurí, extracto