“El que controla el pasado controla el futuro; y el que controla el presente controla el pasado”
1984,  George Orwell

Por Luis Cuello

Agradezco los aportes de Miguel Espinaco y Juanjo Lazzari y en especial a Liz Moretti que no solo aportó, sino hizo la corrección final y la edición de esta nota.

Argentina 1985 se ha convertido  en un éxito de taquilla con más de un millón de entradas vendidas, y seguramente también tendrá un éxito importante en las plataformas. Justo es decir que ha generado un debate, sobre todo en sectores militantes de derechos humanos  e intelectuales y quizás también, aunque más dudoso, en el denominado “gran público”. Si bien todo hecho artístico expresa razones ideológicas, inevitablemente, como Argentina 1985 aborda hechos históricos recientes desde determinadas miradas políticas, merece no solo una crítica estética, sino una clara delimitación de estas miradas.

Presentándose como “ficción”, la película contrabandea una postura sobre la historia que se presenta como “objetiva» (“es lo que pasó en el juicio” dicen muchos), deslizando conceptos como que la represión fue una “guerra”, y que en ella se cometieron “excesos” y se mataron “inocentes”; como así también lo fundamental de la “teoría de los dos demonios”, entre otras cosas. Para hacerlo no escatima en presentar procesos complejos a la manera de los elementales libros de la secundaria y, lo que es más grave, omite deliberadamente hechos, historias y procesos, a la vez que falsea muchos de ellos. Sin embargo, la promoción de su exhibición por parte distintos ámbitos gubernamentales, en una exaltación absoluta de los valores que la película supuestamente transmite, también omite interesadamente estas cuestiones. 

Si bien el Juicio a las Juntas fue un hecho por demás relevante y de gran importancia, hay un debate vigente sobre el hecho histórico en sí -que excede a la propia película- que se ha expresado en innumerables ocasiones a través de las últimas cuatro décadas. Dicho esto, se entiende que la reversión del hecho en una producción cinematográfica despierte un interés generalizado. Así, la crítica a Argentina 1985 recorre un amplio arco: por un lado, los comentarios complacientes y alabadores expresados en distintos medios que sostuvieron durante años posiciones cercanas a la expresada por el film; en la vereda de en frente, muchas críticas que el autor de esta nota comparte, aun con matices, y de las cuales seguramente se repetirá algún argumento, que se replicaron en publicaciones -sobre todo- independientes y en redes sociales. Dos posturas claras y sin ambigüedades.

Paradójicamente, hay un amplio espacio de compañeros de ruta y amigos íntimos, con los que compartimos discusiones y luchas en este tema durante años, entre los que aparecen reivindicaciones de la película. Este hecho ya amerita una pregunta: ¿Cuál es la razón para alabar una película que reintroduce visiones contra las que hemos batallado durante años, como las señaladas anteriormente, ocultando hechos como el rol de la iglesia, la justicia y el empresariado en la represión; la miseria y los ajustes producto de la deuda externa a la par que se desarrollaba el juicio, entre tantas otras cosas? ¿Dónde quedó lo que decíamos cuando cantábamos: “no son errores, no son excesos…”, “iglesia basura vos sos la dictadura”? ¿Para qué fueron nuestras charlas en escuelas y universidades hacia jóvenes, en las que buscamos transmitir cosas contrapuestas por el vértice al discurso de la película? ¿Dónde quedó nuestra lucha contra la impunidad de ayer y de hoy? Preguntas que deberían interpelarnos.

En el momento de la edición final de esta nota,  en TN (¡TN!), en un largo programa dedicado a Argentina 1985 con algunos de sus protagonistas, se realizó un reportaje a Teresa Laborde Calvo, hija de Adriana Calvo, una de las primeras declarantes en el Juicio. En él, ella señala algunas críticas al proceso del Juicio a las Juntas y de los procesos judiciales que se dieron posteriormente que nos parece interesante compartir aquí. El mismo está precedido por el terrible testimonio original de su madre.

Consideré poner el video para su conocimiento, ya que en esta nota trato de desglosar muchos de estos elementos en una mirada completamente distinta a la de los realizadores de Argentina 1985. Quienes queremos cambiar la sociedad de fondo, deberíamos reflexionar sobre estas cuestiones en un necesario debate. Porque la lucha por la MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA  sigue presente y es actual. Lucha, dicho sea de paso, a la cual la película poco aporta, sino que más bien oscurece.

LA PELÍCULA

Argentina 1985 no es una gran película. Sigue las lógicas de las pelis sobre juicios, copiadas de un manual hollywoodense. Con actuaciones desparejas pero con “estrellas” como Darín, lo que ya da un piso de público. Millones de dólares permiten una gran producción en la que destaca la reconstrucción de época, pero llena de clichés y lugares comunes, diálogos previsibles, entre otras cosas. Presenta algunos golpes de efecto, como los terribles testimonios de los perseguidos y torturados, que abordan un tema tan sensible de nuestra historia reciente como es el horror de la dictadura militar argentina. Es decir, un combo perfecto para que Amazon, que la financió completamente y gastó millones de dólares en la publicidad para intervenir en la pelea de las plataformas de “entretenimiento” (como lo hizo alguna vez Netflix con Roma de Quarom) se dé por satisfecho. El resultado: una película taquillera, festivalera en un coctel perfecto para pelear por un Oscar, lo que se adelanta con algunas menciones que ya ha recibido en festivales internacionales como el de Venecia.

A esta altura uno se podría preguntar cuánto influyeron los criterios comerciales en el relato de la película. Claro que todo esto es discutible, ya que entramos en el mundo de la subjetividad, de los gustos. Y en eso, como dice el refrán, sobre ellos “no hay nada escrito”.

EL PROBLEMA CENTRAL, LA HISTORIA DE LA HISTORIA

Más allá de estas opiniones, el problema que nos interesa discutir sobre Argentina 1985, es centralmente político e ideológico. Porque un hecho artístico que nos sumerge en los terrenos de la política, merece una crítica en ese terreno. Y en esto es necesario aclarar ciertas cosas previas.

Los realizadores tiene todo el derecho del mundo de dar su visión sobre del Juicio a las Juntas. Y aclaramos esto porque, más allá de que nos digan que es una “ficción” (lo cual remite a la forma de contarla), la película tienen una mirada de cómo contar la historia; que incluye, obviamente, también una mirada política e ideológica sobre lo que se está narrando. No es nuevo en el cine el abordaje de hechos históricos. Me vienen a la mente rápidamente Sur de Pino Solanas o Tierra y Libertad del gran Ken Loach con resultados totalmente disímiles. Después de todo, el debate hoy casi abandonado por las visiones posmodernas entre formas y contenidos, ha cruzado durante décadas la historia del arte.

Tampoco es exigible que los realizadores nos cuenten “toda la historia”; cosa que sería desde ya imposible como es imposible en esta nota tomar todos y cada uno de los elementos que componen la peli. Ahora, el problema está cuando muchos hechos relevantes están obviados, recortados y hasta distorsionados.

Otra cuestión,  y no secundaria, es que, siendo estrictos en los acontecimientos del ayer, tomamos esos hechos no solo por lo que fueron, sino por lo que representan en el presente. La mirada del pasado es desde el hoy. Y es indispensable porque ese pasado explica las causas sobre el devenir histórico de las últimas décadas y de muchos elementos del propio presente. De ahí la necesidad de una mirada crítica hacia el mismo. Argentina 1985 (no es casual que se llame así y no El juicio a las juntas), que pretende contarnos los hechos que ocurrieron hace 37 años, carece absolutamente de este criterio.

LO QUE CUENTA (Y NO CUENTA) ARGENTINA 1985

"¿Quién construyó Tebas, la de las Siete Puertas?
En los libros figuran
sólo los nombres de reyes.
¿Acaso arrastraron ellos
bloques de piedra?"
Bertolt Brecht

Como adelantábamos en el apartado anterior, la película se presenta como una “biopsia” de la historia, abstraída del cuerpo histórico. No hay un antes o después de los juicios, no hay contextos. No hay debates, posiciones encontradas, contradicciones que cruzaban la vida argentina, incluso muy fuertemente en los propios organismos de DD.HH., ya no solo en el terreno del devenir histórico, sino en el propio año 1985. Es decir, una visión totalmente falsa, acomodada a una ideología que desde esa mirada, termina sosteniendo un régimen político defensor del status quo de un estado al servicio de los poderosos. Dado los límites de un artículo como este, me remitiré a puntualizar algunos ejemplos y en algunos casos, indispensables, a tratar de profundizarlos:

En los 30 segundos iniciales, una placa nos cuenta que: “En diciembre de 1983 la Argentina recobra la democracia después de 7 años de dictadura militar. El presidente Alfonsín ordena llevar a juicio a los ex comandantes por crímenes contra la humanidad”.

Esta sentencia recorre toda la película. Quizás sea mucho pedir algún indicio, alguna idea que explique el porqué del golpe, y los pasos del desarrollo de la represión “legal” e ilegal llevada adelante por Isabel Perón y López Rega con las tres A; o  la feroz represión por parte de la policía federal y bandas parapoliciales al pueblo de Villa Constitución. Fue justamente a partir del Villazo, expresión de un amplio movimiento sindical clasista, y de las grandes movilizaciones obreras contra el Plan Rodrigo de Isabel, que el dirigente radical Ricardo Balbín exigió “liquidar a la ‘guerrilla fabril’” [i]. Una muestra más de complicidad de la inmensa mayoría de los partidos del régimen (UCR y PJ incluidos) con la represión, lo que sería después un apoyo casi unánime por parte de ellos al golpe militar[ii].

Muy lejos de profundizar sobre estos aspectos, la película nos propone una visión edulcorada de Ítalo Luder, que aparece dando su testimonio en el juicio, asegurando que de ninguna manera el gobierno de Isabel Perón pretendía establecer una represión criminal como la instaurada por la junta militar. Recordemos que Luder, quien fuera Presidente Provisional de la Argentina, no solo avaló el decreto de “aniquilamiento” firmado por Isabel Perón para el Operativo Independencia en Tucumán, sino que lo extendió a todo el país. Operativo Independencia que acuño el criterio de “guerra”, y por ende la participación de las Fuerza Armadas, además de, por su metodología de secuestros, torturas y desapariciones no ya contra la Compañía de Monte, sino contra pueblos enteros, anticipar cruelmente los métodos represivos del golpe del 76[iii].  Esta secuencia falsea la realidad, exculpando al gobierno peronista, hasta el punto que roza el bochorno.

Pero quizás lo peor es que se obvia de manera absoluta que la caída de la dictadura fue producto de un sinnúmero de contradicciones, motorizadas fundamentalmente por la lucha de resistencia contra la misma.  No existen en la película las luchas de los trabajadores, ni los paros que se dieron en muchas fábricas, con sus secuelas de desaparecidos como en John Deere[iv], ni los sabotajes y acciones como la de los bancarios de Capital Federal, por citar algunos pocos ejemplos. Tampoco aparecen las organizaciones políticas y sindicales que, desde la necesaria clandestinidad, enfrentaron la dictadura. No hubo paro de la CGT el 31 de marzo de 1982, ni Malvinas. Ni Plan Cóndor comandado por EE.UU., ni el cambio de la política imperial con la administración Carter y su preventiva política de DD.HH. Y quizás lo más evidente, para el film no hubo organismos  de DD.HH., ni  Madres de Plaza de Mayo (sobre esto me detendré más adelante).

Nada, absolutamente nada de todo esto, ni un solo elemento que nos permita entender el proceso de lucha y resistencia popular por el cual se “recobró la democracia”, que fue lo que permitió y presionó para realizar el juicio a las juntas. Coherente con esto, la película nos muestra un Darin–Strassera convertido (no sin algunas contradicciones) en un justiciero moderno, en un héroe solitario e individual, ocultando que lo determinante fueron los cientos de miles de héroes colectivos que, como parte de amplios sectores populares, lucharon contra la dictadura.

El gobierno  alfonsinista, asentado en una épica “democrática” (recuérdese la famosa frase “con la democracia se come, se cura y se educa”) enfrentó la dramática secuela de los crímenes de la dictadura con varias políticas. En primer lugar, la conocida como la Teoría de los dos demonios. En segundo lugar con la creación de la CONADEP, con “notables” que adscribían a estos preceptos (recuérdese el nombramiento del, hasta hacía pocos años, oficialista Ernesto Sábato, mientras un impulsor de campañas internacionales como Julio Cortázar, propuesto para el cargo de coordinador, ni siquiera fue recibido por las autoridades alfonsinistas[v]). La tercera política encarada fue el Juicio a las Juntas, exculpando a la inmensa mayoría de los represores. No casualmente Madres de Plaza de Mayo lo denominó el “juicio de los 9”. Todo esto en medio de rumores y desmentidas de amnistías y perdones.

AREGENTINA 1985 O LA HISTORIA OFICIAL

En un momento interesante de la película, la familia Strassera se indigna con el discurso de Troccoli, (ministro de gobierno de Alfonsín) exhibiendo la teoría de los dos demonios. Pero eso se disuelve rápidamente. En el alegato final del juicio, escena que se convierte en un centro importante de la película, Darin-Strassera fervorosamente proclama:

“…El cuadro de violencia era imperante en el país, cuando tres de los hoy procesados decidieron una vez más tomar por asalto el poder… ¿Y cuál fue la respuesta del estado a la guerrilla subversiva? Para calificarla me bastan tres palabras: feroz, clandestina y cobarde. Los guerrilleros secuestraban y mataban. ¿Y qué hizo el estado para combatirlos?: secuestrar, torturar y matar en una escala infinitamente mayor (sic)”. Y más adelante se pregunta: “¿Cuántos de las víctimas de la represión eran culpables de actividades ilegales? ¿Cuántos inocentes? Al suprimirse el juicio se produjo una verdadera subversión jurídica que sustituyó la denuncia por la delación, el interrogatorio por la tortura”.  Y después de una encendida intervención, donde desarrolla muchos hechos termina diciendo: “El sadismo no es una ideología política, ni una estrategia bélica, sino una perversión  moral”.

Si me he extendido en esta cita textual es porque quizás concentre la mirada de los realizadores. Una mirada que, dicho de paso, no le sienta muy mal a los “negacionistas”, con los cuales se discute hoy. Después de más de 30 años de recolectar evidencias, de investigaciones, y sobre todo de la lucha de amplios sectores; hablar de guerra, de subversión, parece atrasar el reloj o reinstalar una visión que aporta más a quienes justificaron y siguen justificando el golpe.

Recrear la teoría de los dos demonios y de la guerra, esconde que el verdadero objetivo del golpe fue el de imponer a sangre y fuego un modelo de país, y que para eso era necesario “aniquilar” toda oposición obrera y popular al mismo, y que justamente ellos los que fueron masacrados. Esconder esto es obviar que el golpe fue la respuesta que logró derrotar la resistencia que se venía desarrollando durante el gobierno peronista de Isabel, para imponer un plan económico y global al servicio no solo del imperialismo sino de las grandes patronales, cosa que finalmente ocurrió. Planes que, de una u otra manera, siguieron siendo aplicados por los distintos gobiernos «democráticos» hasta la actualidad, donde, entre otras cosas, la deuda externa conformada en la dictadura ha significado y significa la aplicación de planes de ajuste y miseria.

Reducir la crítica a la dictadura a la sistemática mención de “víctimas inocentes” (que las hubo) esconde a esta altura intencionalmente esta realidad incontrastable. Porque no solo recrea acríticamente la teoría de los dos demonios, sino la visión de los “excesos”, adscribiendo a la idea de que “algo había que hacer pero de otra manera”. Presentar el horror como alguna desviación psicológica de la perversidad, es a esta altura una profunda intencionalidad de la película, contrabandeando conceptos que han sido enfrentados por amplios sectores de la sociedad argentina en estas décadas.

Valga decir que esta perspectiva sí sigue siendo reivindicada por otros sectores sociales. Si hasta personajes nefastos como Milei se suma a algunas de estas miradas: «Entonces, lo que hizo el terrorismo es gravísimo. Ahora lo que hizo el Estado fue peor todavía. ¿Qué quiere decir esto? Que hubo una guerra. Sí. Pero los abusos cometidos por el Estado son peores”[vi].

JUSTICIA, IGLESIA Y EMPRESARIOS

“Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia”
Litto Nebia

Darin-Strassera habla de “subversión jurídica”. A esto podemos agregar la escena donde Lanzani – Moreno Ocampo interpela a tu tío militar sobre porqué las víctimas no fueron juzgadas. Más allá de estas contradicciones, las largas escenas del desarrollo del juicio nos muestran una justicia, en cierto aspecto, “justa” por así decirlo. Aquí los realizadores contrabandean nuevamente una realidad, pero ya no vista solo desde la actualidad, sino evidente en el propio 1985.

Porque esconden un “pequeño” problema: que el poder judicial  fue una de las patas institucionales de la dictadura. Esa institución rechazó todos y cada uno de los Habeas Corpus presentados por los familiares de desaparecidos. Rechazó todas y cada una de las denuncias de torturas. Y cuando actuó, lo hizo aceptando complacientemente los decretos leyes emitidos por la dictadura, que prohibían cualquier actividad política o sindical. Dicho sea de paso, Strassera fue parte de ese engranaje, lo que no es dato menor. Jueces, fiscales y hasta defensores oficiales actuaron apoyando esa incondicional “subversión judicial”.

El film apenas insinúa esto en la discusión entre Lanzani-Moreno Ocampo y Darín-Strassera, cuando el primero interpela al segundo diciéndole “Yo puedo responder por mi pasado, ¿puede usted?”. Y por segunda vez cuando alguien del equipo de investigación de fiscalía va a buscar información a un organismo y se da este diálogo con la mujer que lo atiende: “-Que bueno que Strassera vaya a hacer algo ahora sobre esto. -¿Por qué? ¿Qué hizo Strassera? -Nada. Hasta ahora, absolutamente nada”. Pero estas pequeñas críticas a la justicia ocupan en el metraje de la película, apenas unos minutos y quedan absolutamente soslayadas en el espíritu general de construcción del fiscal como el héroe de la historia.

En este punto me permitiré una digresión. Sin querer ser autorreferencial, quien escribe esta nota pasó, durante su detención en la dictadura, momentos no muy “lindos”, aunque ínfimos en relación a tantos compañeros torturados hasta el hartazgo y desaparecidos o muertos. A la hora de ser detenido, era parte de una organización (el Partido Socialista de los Trabajadores) que formaba parte de la resistencia a la dictadura. Trabajé dos años con el Dr. Broquen, defensor de presos políticos. Participé activamente en la lucha por la aparición con vida de la última desaparecida-asesinada de la dictadura, Ana María Martínez. Viví durante años el exilio interior para continuar la militancia y fui testigo de un crimen de lesa humanidad. Quien escribe esta nota, además, fue condenado a tres años de prisión por esa justicia que en la película se presenta como la abanderada de la democracia, continuó hasta el presente luchando contra la impunidad y no se siente parte de esos “inocentes” de los cuales habla Darin-Strassera. Todo lo contrario. Como tantos miles de anónimos militantes anti dictatoriales, de los cuales me enorgullezco, no puedo más que indignarme con esta visión.

Argentina 1985 soslaya, entonces, que la dictadura no fue solo militar, sino MILITAR, CIVIL, EMPRESARIA, ECLESIÁTICA Y JUDICIAL. Es decir, de un régimen que de conjunto aplicó el terrorismo de estado al servicio de los poderosos.  Resulta sorprendente que la película esconda bajo la alfombra estas cuestiones que por tantos años peleamos por develar.

La Iglesia Católica, cuyas  máximas autoridades bendijeron las armas y a los represores, no existe en el relato “ficcional” (¿quizás un guiño a Francisco?). Que sus más altas jerarquías y muchos de sus integrantes brindaran su apoyo a la dictadura no merece para los realizadores ningún señalamiento ni reflexión. Aun aceptado que existió una resistencia dentro de ella como fueron  Monseñor Novack de Quilmes o el asesinado Obispo Angellelli de La Rioja entre otros, silenciados y perseguidos por esas cúpulas oficiales. Si bien alguien pueda mencionar al Videla leyendo la biblia en el juicio o a la madre de Moreno Ocampo que iba a misa con él, convengamos que el silencio general al respecto es ensordecedor.

Y lo mismo podríamos señalar con la participación activa de sectores de empresarios nacionales y extranjeros, que en el apoyo irrestricto a las dictadura, fueron actores directos de la represión. Ejemplos sobran, como cuando la familia Blaquier provocó el apagón en Ledesma para asegurar el secuestro de activistas sindicales; o cuando se habilitaron los centros de detención clandestinos en Acindar de Villa Constitución o en la Ford; o en la desaparición de militantes sindicales en la propia Ford o en John Deere de Granadero Baigorria, o de la Comisión Interna en la Mercedes Benz, entre tantos otros casos. También, en algunas ocasiones, con la inestimable ayuda de algunos dirigentes sindicales al servicio de la dictadura.

Nuevamente: ¿olvido o intencionalidad? Insistiendo en que es imposible que una película pueda abordar la totalidad de la historia, es sorprendente que no exista referencia mínima a estas cuestiones. Usando un folclore futbolero, uno se siente como esos directores técnicos que, desde el borde de la cancha, le piden al referee bombero: “¡Dame una, dame una!”. Y los realizadores poca respuesta tienen.

1985 Y EL DESPUÉS

Porque hubo, como dice el tango, un después. La placa final nos dice que: “a pesar de las leyes de impunidad, el reclamo de memoria, verdad y justicia no se detuvo”. A esta altura, si la película distorsiona cómo se llegó al juicio, es imposible siquiera rogarle que la ubique en el después al cual los realizadores, austeramente, se refieren. Sabemos que este debate supera completamente la peli, pero no podemos dejarlo pasar sin, como mínimo, repasar rápidamente ese devenir.

El régimen político y judicial, a pesar de esta inicial condena a parte de la cúpula militar, avanzó en garantizar la impunidad a los miles de ejecutores materiales de los crímenes de lesa humanidad. En Semana Santa del `87 Alfonsín nos mandó a casa con un “Felices Pascuas”, desarticulando la movilización con la que cientos de miles salimos a enfrentar el levantamiento cara pintada. Acto seguido, en una nueva “subversión judicial”, impulsó la Ley de Obediencia Debida, que salvó, y en muchísimos casos sostuvo en sus cargos en las fuerzas represivas, a los asesinos y desaparecedores. Después el Punto Final cerró los juicios contra la inmensa mayoría de ellos.

Más tarde, entre diciembre de ‘89 y del ‘90, Menem decretó dos indultos con los que salvó de la cárcel a centenares de altos jerarcas procesistas, entre ellos a los propios condenados en el juicio en cuestión. Políticas orientadas a sostener la estructura del aparato represivo, utilizado en mayor o menor medida por los distintos gobiernos “democráticos”. Una prueba más de esa política ha sido la negativa sistemática de todos los gobiernos (aun el que estamos transitando) de abrir los archivos de la dictadura, medida reclamada por muchas organizaciones de DD.HH., que permitiría conocer datos, por ejemplo, de los cientos de bebés que aún no han sido restituidos a sus familias.

Este largo proceso de “salvataje”, impunidad e intentos de reconciliación tuvo y tiene serias consecuencias. Es larga la lista de represiones y asesinados por las fuerzas represivas, desde Maxi y Darío, Carlos Fuentealba, Mariano Ferreyra, la segunda desaparición de Jorge Julio López, las miles de víctimas del gatillo fácil, Santiago Maldonado y la represión indiscriminada a sectores obreros y populares. Son miles de casos donde los genocidas siguieron siendo parte de esos aparatos represivos serviles a los gobiernos y las patronales de turno, y actuando física e ideológicamente. Y si bien la derogación de las leyes de impunidad bajo el gobierno kitchnerista fue un paso, lejos estuvo de enfrentar y resolver esta cuestión. Como dice Teresa, hija de Adriana Calvo, solo hay 1,5 represores juzgados por cada uno de los 600 centros de detención clandestina. También César Milani, acusado de la desaparición del soldado Ledo, es un ejemplo claro de esto. Razón por la cual la pelea contra la impunidad del estado en todos sus niveles está presente cada día.

Contradictoriamente, en un discurso que tergiversa ese pasado, muchos que se dicen “progresistas” lo utilizan de pantalla para llevar adelante, no solo ya los planes de ajuste, sino las propias represiones. Axel Kichilof anuncia rimbombantemente la emisión por TV de los testimonios de víctimas del terrorismo de estado y la exhibición de Argentina 1985 en las escuelas, mientras es el responsable político, él y su ministro de seguridad Sergio Berni, del desalojo de cientos de familias desarropadas en Guernica, de la desaparición y muerte de Facundo Astudillo Castro, entre tantas otras barbaridades como los asesinatos por la espalda a cientos de jóvenes por el gatillo fácil. Una política de sacralización del pasado que elimina el hoy y sobre todo el hilo histórico que los une.

1985 NO ES 1985

Dejando de lado el análisis de las razones del golpe de estado, de las complicidades, de las impunidades, de las tergiversaciones y olvidos del antes y el después, uno espera que la película refleje, aunque sea, 1985, es decir su contexto más cercano. Que la tan alabada “reconstrucción de época” supere los límites de la vestimenta, el fumar en todos lados o los modelos de los autos que cruzan la calle. Y que trascienda mínimamente el juicio a las Juntas. Sin embargo los realizadores también obvian esos “pequeños” detalles de la vida política y diaria de ese año.

No hablamos del empate de la selección argentina con Perú con el agónico gol de Garecca, que dio la clasificación al mundial del ‘86. Sino del clima reinante en la sociedad, donde quizás la atención de la mayoría no estaba puesta en el juicio sino, como tantas veces en el país, en la supervivencia diaria. La inflación de los primeros meses de ese año 1985 rondaba el 25% mensual. La carne, en tres meses, subió el 80% (¡vaya si hay hilos conectores con el presente!). El gobierno de Alfonsín, frente a esta situación, cambia a su ministro de economía Grinspun por Sourrouille, quien en la negociación con el FMI (el mismo de ahora) lanza un plan de “estabilización” y ajuste ortodoxo que, como siempre en los últimas décadas signadas por la deuda externa dejada por la dictadura, imponía congelamiento de precios y salarios y ajustes presupuestarios. Y si bien el Plan Austral en un comienzo generó la expectativa de amplios sectores, se hizo añicos en poco tiempo, provocando la hiperinflación, la caída del propio Alfonsín y el nefasto Pacto de Olivos.

Podríamos pensar que quizás la calle que cruza Strassera con su familia, habría estado ocupada por trabajadores fabriles en conflicto, docentes de paro, sectores universitarios en huelga. Y sobre todo por los dos paros de la CGT (cuyo secretario general era Saúl Ubaldini) contra las políticas económicas y por la exigencia del No Pago de la Deuda, que dieron lugar a movilizaciones de 120 y 200 mil personas.

También en el terreno de los derechos humanos y las libertades democráticos, la política alfonsinista generó grandes debates, acaloradas discusiones, rupturas y alineamientos con idas y vueltas. Nada de lo cual está reflejado en la película. Hay  cuatro hechos de significativa importancia:

Mario Firmenich En consonancia de la teoría de los dos demonios llevada adelante por Alfonsín, en el año 1984 la justicia lanza el pedido de detención de Mario Alberto Firmenich, dirigente de Montoneros, con quien, vale decirlo, me separan infinidades de diferencias políticas y metodológicas. Ya extraditado, es condenado a 30 años de prisión, siendo indultado por Menem en el ‘90.

Obregón Cano Pero el hecho quizás más importante sea el de Ricardo Obregón Cano, quien había sido elegido democráticamente en el ‘73 a la gobernación de Córdoba,  junto con su vice, Atilio López, dirigente sindical (asesinado el 16 de septiembre de 1974 por los sicarios de la Triple A). En el año ‘74, un golpe de estado provincial promovido por la policía de Córdoba, y con acuerdo del gobierno nacional de Perón llamado el Navarrazo, destituye a Obregón, que debe exilarse a México, donde es fundador del Peronismo Autentico. A su regreso del exilio, Alfonsín, por Decreto Nº 157/83, le imputa “asociación ilícita y resistencia armada” y el 27 de agosto de 1985 es condenado a diez años de prisión. En noviembre de 1987, después de cuatro años de detención, fue absuelto y recuperó la libertad en el mes de diciembre, al cumplirse los dos tercios de la pena[vii]. La teoría de los dos demonios a todo vapor.

Lucha y represión en Ford Motors A fines de junio de 1985, una masiva asamblea votaba tomar la planta de Ford de Pacheco, en respuesta al despido de 33 obreros. A partir de ahí se desata, por parte del gobierno “defensor de los derechos humanos” de Alfonsín, un proceso de hostigamiento y represión, que culmina el 14 de julio. Cuenta la crónica: “dentro de la planta de Ford, cerca de 1500 obreros debatían qué hacer ante el cerco represivo. En la asamblea habían discutido que intentarían resistir el desalojo, y se habían dispuesto en distintos puntos del predio, a pesar de que sus 160 hectáreas lo hacían inabarcable. Afuera, el operativo dispuesto por el gobierno de Raúl Alfonsín era impresionante: 2.500 efectivos armados, 200 patrulleros, carros de asalto, camiones grúas para levantar las alambradas, tres helicópteros de combate con potentes reflectores, policía motorizada y montada, perros y tanquetas”[viii]. Finalmente la planta fue desocupada. Si tomo este hecho es no solo por la clásica represión de los gobiernos patronales, sino porque, paradigmáticamente, la Ford es unos de los ejemplos más claros de la unidad patronal-dictadura. En la Ford constan los secuestros y torturas a 32 trabajadores, de los cuales la mitad están desaparecidos. Y además, esas torturas se realizaban en la mayoría de los casos en el centro clandestino de detención que funcionaba en la misma planta. Tal fue así que en un juicio (sumamente tardío debemos decir) fueron condenados dos gerentes de Ford por la responsabilidad empresarial en crímenes de lesa humanidad[ix].

Si bien, estos hechos están más alejados del contexto en que se desarrolla la película, valen para ratificar la teoría de los dos demonios impuesta por el estado y las complicidades con las patronales que fueron activos partícipes y ejecutores de la represión.

MADRES

He dejado para el final de este racconto de hechos perdidos y silenciados, a las Madres de Plaza de Mayo, que tienen mucho que ver en aquello que se narra en la película, aunque casi no aparezcan.

Las Madres de Plaza de Mayo tienen una significación especial durante el proceso militar y hasta nuestros días. No solo por el valor simbólico que representan (no solo en el país sino internacionalmente), por el coraje y la perseverancia en la lucha por los desaparecidos, sino también por su lucha contra la impunidad de ayer y de hoy. Sin embargo, los realizadores deliberadamente han silenciado nuevamente esa lucha y su voz, reduciéndolas a dos o tres fotografías en los títulos finales y a exactamente a 70 segundos en la película, en los que, encima, se las muestra como sumisas y obedientes.

Las únicas escenas en las que aparecen son un ejemplo más de cómo Argentina 1985 ha edulcorado la historia. No fue el amable pedido de nuestro héroe Darin-Strassera el que logró que se sacaran sin discutir los pañuelos blancos, sino que fue la policía, a la entrada de la sala de audiencias, la que las obligó a hacerlo. De hecho, en el momento de la lectura del veredicto, Hebe de Bonafini, (única Madre en la audiencia, ya que había un solo lugar para ellas) se puso el pañuelo en su cabeza, frente a lo cual el Tribunal suspendió la lectura para amenazarla de que si no se lo sacaba debía retirarse. Hebe se fue[x].

Claro está que darle voz a las Madres o a la Comisión de Familiares de Presos y Desaparecidos, hubiera dinamitado la mirada de los realizadores. Hubiera puesto sobre el tapete las voces críticas a las políticas llevadas adelante por Alfonsín y, en general, por todos los partidos defensores del régimen. Hubieran expuesto la denuncia a la iglesia cómplice, a los empresarios represores. Hubiera puesto sobre la mesa la ligazón del genocidio con las políticas económicas y las denuncias sistemáticas contra las políticas de impunidad de los gobiernos. Y eso no es poca cosa.

Porque más allá incluso de debates en su seno, esa fue una conducta permanente de parte de las Madres . Durante el propio año 1985, por ejemplo, se dio la movilización del 21 de marzo como parte de la campaña “Dele una mano a los desaparecidos”. O, frente al ninguneo de Alfonsín y su negativa de recibirlas, el 24 de junio, tomaron por más de 20 horas de la Casa Rosada, donde pasaron la noche[xi].

El no relato sobre las Madres en la película, no ya solo de las anécdotas aquí mencionadas, sino de sus posiciones y lucha, es un nuevo bochorno.

A MODO DE REFLEXION FINAL

A medida que avanzaba en esta escritura me fueron apareciendo hechos y recuerdos de quien participó activamente, como tantos, en ese proceso. Algunos fueron incorporados en este texto y otros, muchos, quedan en el tintero. Es indudable que por el tema que toca la película, tienen una relevancia importante. Después de todo no es un hecho menor que en el reclamo por Memoria, Verdad y Justicia se exprese también la defensa de las libertades democráticas avasalladas por los gobierno de hoy. Y si bien hay muchos que en función de simpatías políticas obvian hablar de las represiones actuales, no es menos cierto que las multitudinarias marchas cada 24 de marzo son un ejemplo único en el mundo. Seguramente esta es la base de público que tiene la película.

¿Abre debates la película? Puede ser que sí… o que no. Pero si lo hace, lo hace de la peor manera, como he tratado de expresar: tergiversando, silenciando y planteando una visión que bastante le sirve a las clases dominantes. Porque solo algunos de los espectadores contarán con la posibilidad y espacios para mirarla críticamente, la inmensa mayoría no, y se irá de las pantallas aceptando inconscientemente el relato que criticamos.

Volvamos a interpelar con la pregunta: ¿qué les pasa a muchos, para reivindicar lo impresentable?

En honor a los 30 mil desaparecidos, a las decenas de miles de presos políticos, a los exilados, a todos los familiares y su dolor sin límites ni tiempos, a los ignotos luchadores anti dictatoriales, a los que siguen luchando contra la impunidad de ayer y de hoy,  ¡MEMORIA VERDAD Y JUSTICIA!


[i] Página/12 :: Dialogos :: Prueba piloto de la dictadura

[ii] Videla vinculó a Balbín con el golpe – LA NACION

[iii] A 45 años del Operativo Independencia: el decreto del gobierno de Isabel Perón y los inicios del terrorismo de Estado – Infobae

[iv] CAUSA POR LOS DESAPARECIDOS EN LA DICTADURA EN EL CORDON INDUSTRIAL – Arroyo Al Día

[v] En el caso de la CONADEP tenemos que señalar que, más allá de su política oficial, en muchos lados del país como Rosario, movilizó a cientos de abogados militantes, familiares y ex presos políticos que, jugándose el pellejo, desarrollaron esa investigación, clave después para los juicios. Vaya mi reconocimiento para algunos de ellos que en Rosario llevaron esto adelante, como la abogada Delia Rodríguez Araya, o los militantes Ana María Ferrari y Eduardo “el tortuga” Nassini, entre tantos otros.

[vi] ¿Qué piensa Javier Milei sobre el golpe de Estado de 1976 y Malvinas?

[vii] Ricardo Obregón Cano – Wikipedia, la enciclopedia libre

[viii] Historia. A treinta años del desalojo de la Ford ocupada por sus obreros

[ix] Secuestros y torturas a 24 trabajadores de Ford: confirmaron las condenas contra dos exdirectivos de la empresa | Montaron un centro clandestino de detención en la planta de General Pacheco | Página12

[x] A 35 años del fallo del Juicio a las Juntas: así fueron las 24 horas que cambiaron la historia – Infobae

[xi] Las Madres de Plaza de Mayo toman la Casa Rosada – 24 de Junio 1985 – Asociación Madres de Plaza de Mayo; https://youtu.be/w_FvKPGlM9c