A pocos días de conmemorarse un aniversario más del golpe de estado de 1976, nos parece que, más nunca, debemos tomar las calles, enfrentando la política oficial que con la excusa de la pandemia llamará a desmovilizar como sucedió el año pasado. En este sentido el 8 de marzo marca el camino, ¿seremos capaces de seguirlo?
Han pasado 45 años de la madrugada aquella en que se instaló en el poder uno de los gobiernos más represivos de la historia. La dictadura vino a restablecer el orden y la tranquilidad burguesa, alterada por grandes luchas obreras y por el surgimiento de una importante vanguardia clasista que se alzaban contras las políticas del gobierno peronista.
El gobierno de Isabel y López Rega trató de aplastarla, sacando el ejército a la calle con el Operativo Independencia y la represión al Villazo. Estos fueron los pasos previos al golpe, que vino a continuar los ataques a las conquistas obreras y el endeudamiento y la sumisión a los poderes internacionales, como parte de una estrategia continental que ya se había manifestado en los golpes de Chile y Uruguay, y que tomaría cuerpo a través del Plan Cóndor.
Fue la lucha de los trabajadores y el pueblo la que terminó por echar a la dictadura asesina, responsable de la entrega del país, la deuda externa y de un plan de terror con decenas de miles de desaparecidos, presos políticos y exiliados.
Fue esa misma lucha la que enfrentó la impunidad con que los gobiernos ¨democráticos¨ trataron de reconstituir las fuerzas armadas como garantes del orden burgués, como fue siempre.
En los quince años que pasaron desde que se reabrieron los juicios contra los genocidas, sólo se ha logrado condenar a algo menos de 1000 represores. Si tomamos en cuenta que se calcula que en el país funcionaron más de quinientos centros clandestinos de detención, la cuenta no da. E incluso la mayoría de aquellos sobre quienes pesa una pena, la cumple con arresto domiciliario.
Pero donde la justicio no sólo fue lenta sino que directamente no existió, es en el juzgamiento de los dueños de las empresas, de la cúpula de la iglesia católica y del propio sector del poder judicial que instigaron el golpe y se beneficiaron con él.
Hoy, a 45 años, esa pelea sigue presente y pendiente. Como también sigue presente la lucha no sólo por las libertades democráticas sino contra los planes de explotación que, bajo distintas formas, han tenido continuidad en todos los gobiernos ¨democráticos¨.
Los aparatos represivos siguieron funcionando, los sectores obreros y populares siguen siendo reprimidos en sus luchas y poniendo muertos, ahora bajo el ropaje “democrático”. Muertos por gatillo fácil, por luchas obreras, por la pelea contra el hambre, por la defensa de sus tierras en las comunidades originarias, por enfrentar las políticas extractivistas y sus consecuencias y un largo listado que sólo nos habla de muertes de quienes, consciente o inconscientemente, se enfrentan a las lacras que este sistema tiene para ofrecer, hoy tanto como hace 45 años. En esto no hay grietas.
Cientos de razones para marchar el 24
El año pasado enormes sectores eran arrojados a la marginalidad. A partir de las duras medidas impuesta en los comienzos de la cuarentena, muchos vieron perder sus trabajos y fueron condenados a la calle, sin mayor ayuda del gobierno. Situación que agravó aún más lo conseguido con las políticas de ajuste del macrismo.
Las patronales no sólo aprovecharon la crisis para despedir, sino también para avanzar con la flexibilización laboral, como lo hacen hoy en Tenaris y ArreBeef, con la siempre inestimable ayuda de la burocracia sindical peronista.
Miles de trabajadores y trabajadoras se quedaron sin un mísero techo donde dormir y comenzaron a darse, por todo el país, tomas de tierras. Así surgió, como emblema de estas ocupaciones, la toma de Guernica, donde todo se resolvía con el método asambleario. Sin embargo la respuesta del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Kicillof, fue mandatar a su fascista ministro de seguridad, Berni, para que, en tándem con la justicia, desalojara violentamente las familias que allí resistían. Esto como única respuesta a las genuinas demandas de los ocupantes.¿No es ésta una razón para marchar el 24?
También se debería marchar en repudio al eterno gobernador de Formosa, Gildo Insfran, que viene de reprimir protestas en su provincia y que se cansó de atacar a las comunidades originarias al servicio de ampliar las fronteras de la soja.
Otro motivo para no bajar las banderas este 24 es el apoyo a los pueblos de Chubut, Mendoza, Catamarca, San Juan, La Rioja, que pelean contra la mega minería extractivista que destruye el medio ambiente, impulsada por los gobernadores y por el gobierno nacional de los Fernández.
O para rodear de solidaridad a los pueblos de la Comarca, arrasada por el fuego de los poderosos.
Mientras con palabras de artificio se denuncia desde el gobierno lo fraudulento de la deuda, se acuerda con los buitres y el FMI su pago, sin siquiera investigarla. ¿No es un motivo más para honrar la memoria de nuestros desaparecidos, repudiando el pago de la deuda este 24 de marzo?
¿O acaso este 24 de marzo no es necesario poner en la calle la consigna de aparición con vida de Julio López, el reclamo de justicia por Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, y todxs los pibxs que fueron asesinados por la policía? Y junto a ellos, exigir justicia por Luis Espinoza, Facundo Astudillo Castro y todos los casos de gatillo fácil, asesinados el año pasado durante la cuarentena por las distintas fuerzas represivas, federales y provinciales.
Así podríamos seguir enumerando motivos…
Por una gran marcha nacional contra la impunidad de ayer y de hoy
Este 24, el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia ha llamado a movilizarnos en todo el país. Desde Borrador Definitivo nos sumamos a esta convocatoria, avalada además por las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora: Elia Espen, Mirta Baravalle, Elsa Pavón y Nora Cortiñas.
En ese sentido criticamos a quienes, amparándose en la pandemia, no llaman a ganar las calles. Sinceramente, y más allá de valiosos luchadores en muchos de esos espacios, las organizaciones sociales, organismos de derechos humanos y agrupaciones políticas que sostienen esta política desmovilizadora, no hacen otra cosa que actuar en los hechos en apoyo al gobierno.
Quizás pueda parecer que una marcha más o menos no cambiará la historia, pero comprendamos que con esa lógica no hubiera habido movilizaciones el 8 de marzo, ni en Chubut para enfrentar el proyecto mega minero, ni de los trabajadores de Sideral Canning o del frigorífico ArreBeef en defensa de sus salarios y derechos laborales.
En el muro de Facebook de Cristian Rossi leemos esta interesante reflexión, que bien pinta la situación y que hacemos nuestra:
“De todas las actividades en marcha, que son todas, independientemente si te mata el bicho, hay sólo dos que de una u otra manera están vedadas: 1; la elección de delegados, comisiones internas y demás por decreto del ejecutivo. 2; la autodefinición de no marchar el 24 de marzo. Pocas veces el estado definió tanto desde su naturaleza represiva sobre la vida de sus ciudadanos. Es selectiva la peste, les trabajadores pueden ir a pagar su cuota de plusvalía, hacinados en fábricas o colectivos, pero no pueden elegir a sus dirigentes, y menos para salir a manifestarse en el día más simbólico de lo que puede hacer la violencia estatal”.
Está claro que el Kirchnerismo y el gobierno, están más preocupados en recrear una pelea ficticia con una derecha de la que se diferencian en poco (Insfran, Manzur, Perotti y Berni son sólo ejemplos), en función de sostener estas políticas y en la perspectiva electoral, y atrapan en esta estrategia a los distintos organismos de DD.HH. afines, con evidentes fines de desmovilizar.
Para que este 24 sea la jornada de lucha que necesitamos, debe ser tomada por los organismos de DD.HH. independientes, como así también sindicatos, organizaciones barriales, sociales y partidos políticos que estén dispuestos a movilizar junto con Memoria, Verdad y Justicia para que esta fecha repita masivamente (como se expresó el pasado 8 de marzo) la pelea contra el hambre y la represión y por las libertades democráticas, que siguen siendo avasalladas.