No hace mucho, este medio publicaba las voces de algunos intelectuales vinculados a la universidad pública, aportando a la defensa de la gratuidad de una educación de calidad y debatiendo sobre qué universidad necesitamos como pueblo.

Ya pasada la Segunda Marcha Federal Universitaria y aprobado el veto presidencial a la Ley de Financiamiento Universitario; quienes tomaron la iniciativa política fueron los y las estudiantes. Surgieron en todo el país asambleas que, poco a poco, fueron haciéndose masivas; la mayoría de las cuales desembocaron en tomas de facultades, clases públicas y nuevas movilizaciones.

Así es que quisimos conocer cómo está viviéndose ese proceso desde dentro. Para ello consultamos a estudiantes de las universidades de Córdoba, Buenos Aires y Rosario.


La primera en hablar es Malena Mulhall, estudiante de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba.

Ella nos cuenta los inicios del proceso de organización y marca dos ejes que serán retomados en los testimonios siguientes. El primero es el crecimiento de la participación estudiantil, incluso por fuera de la militancia más activa. El segundo es cierta “impotencia” por parte de las burocracias estudiantiles, así como docentes y no docentes, a la hora de frenar o por lo menos controlar el proceso. La palabra “desborde” se repite al hablar, tanto de las asambleas como de las tomas y las movilizaciones, para caracterizar un proceso al que, como dice la misma Malena, todavía no se le ve un techo en su crecimiento.


El segundo testimonio es de Joaquín, estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Al igual que Malena, Joaquín marca la movilización contra el veto presidencial y su posterior ratificación por el Congreso, como el inicio de un movimiento estudiantil que, según él, no se desmoralizó sino que, por el contrario, se está poniendo en pie de lucha contra las políticas gubernamentales.


Otra estudiante en brindarnos su testimonio es Emilia Pozzi, estudiante de la Universidad Nacional de las Artes.

Emilia, que nos aclaró que no milita en ninguna organización estudiantil, sino que participa del proceso en su carácter de independiente; se preocupa por la necesidad de tender lazos con ese sector del estudiantado que está participando por primera vez en un proceso de estas características. Marca algunas alertas sobre prácticas que podríamos denominar “de aparato” al interior de las asambleas y se pregunta cómo establecer una comunicación, incluso, con quienes no vienen participando del proceso de organización. También destaca, como el resto de quienes dieron su testimonio, el crecimiento de la participación estudiantil. Pero alerta sobre la ausencia de comunicación y discusión política con el sector docente.


El último testimonio que presentamos es de Pedro Cuello, estudiante de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario.

Pedro acababa de volver de una asamblea donde se decidió retomar la toma de la Facultad, por lo que inicia su intervención contándonos sobre lo discutido y decidido en ella. Coincide en señalar una participación estudiantil masiva y vuelve a remarcar (como ya lo había hecho Malena) el carácter de “desborde” que tienen las instancias de debate y las medidas de lucha, que superan la voluntad de las direcciones estudiantiles, arrastrándolas a acciones más radicalizadas. Pedro nos aporta dos definiciones que nos parece interesante destacar aquí. La primera es que, después de tantos años de quietud, por primera vez “parece que existe el movimiento estudiantil”. La segunda es que aún no hay una auto organización capaz de prescindir de las direcciones estudiantiles. Pero que las mismas están cada vez más condicionadas por la radicalidad del movimiento de conjunto.


El movimiento estudiantil argentino ha tenido, en su historia, enormes hitos de lucha. Pero es cierto que, desde hace décadas, no viene teniendo un peso significativo en la política nacional. Hoy, después de mucho tiempo, ese animal dormido empieza a dar algunas muestras de querer ponerse de pie. Apostamos porque así sea; por el nacimiento de un nuevo movimiento estudiantil, cada vez más democrático y participativo.

Cuál será la resolución de este proceso, nadie lo sabe. Pero por lo menos parece haber algo que esperar. Ya es mucho.


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