Hace unos días, la Ministra del Interior británica autorizó la extradición del periodista australiano a los Estados Unidos. Esto fue calificado por el portal Wikileaks -y el periodismo independiente del mundo, agregamos nosotros- como un “Día oscuro para la libertad de prensa”. Es imperioso luchar a nivel mundial por la libertad de Julian Assange.
El periodista Julián Assange lleva más de 10 años confinado en Inglaterra. Antes de eso estuvo 7 años asilado en la embajada de Ecuador, pero una vez producido el recambio político en el país sudamericano, perdió esa condición fue a dar a una prisión de máxima seguridad en la ciudad de Londres. Durante todo este tiempo le inventaron supuestos delitos que a su tiempo fueron desestimados. Sin embargo continuó en condición de detenido y con el potencial peligro de ser extraditado a Estados Unidos, donde se enfrentaría a una justicia que está dispuesta a procesarlo por 18 delitos, con una pena que algunos estiman en 175 años de cárcel, una verdadera condena a muerte.
Todo lo anterior nos lleva a la pregunta del millón: ¿Qué fue lo que hizo Julián Assange para merecer semejante condena? Simple: develó a los ojos del mundo cómo actúa la mayor “democracia” del mundo a nivel internacional. Los incuestionables documentos publicados por WikiLeaks demostraron cómo las últimas invasiones militares yankees se hicieron mediante el asesinato masivo y el terror de los ejércitos invasores, desnudaron las matanzas de civiles y cómo la CIA sabía exactamente de esta situación, de la misma forma que se conocía la existencia de cárceles donde no se respeta ningún derecho humano, como la Guantánamo en Cuba y Abu Graib en Irak. La brutalidad de los métodos utilizados en estos centros de detención también fue sacada a la luz por WikiLeaks, con el manual de instrucciones que los militares utilizaban en esas instalaciones, que más bien era una guía con las técnicas más avanzadas de tortura, en donde más del 20 por ciento de los detenidos eran totalmente inocentes.
Pero Assange y sus colaboradores no se quedaron solamente con esto, sino que, al develar cientos de cables diplomáticos, expusieron cómo los gobiernos Europeos se acoplaron a los métodos del Imperialismo yankee, para no perder su tajada en el saqueo de los pueblos invadidos.
Con esto el país que se presenta como defensor de la libertad de prensa asume su verdadera identidad, que es instituir y defender solo a la prensa que le allana el camino para conseguir sus objetivos mientras cierra sus ojos a los desastres que provoca en todo el mundo. Mientras que a la otra prensa, la que dice claramente que el rey está desnudo, a esa hay que destruirla. Ese es el pecado por el cual Assange puede pasar el resto de su vida entre rejas, por exponer los manejos ocultos del capitalismo y para que nadie más vuelva a intentarlo.
Las filtraciones que el portal WikiLeaks hiciera públicas, desnudaron los negocios y los crímenes que los gobiernos centrales cometen, por todo el mundo, para defender los negocios del gran capital. Esto fue lo que convirtió a Julián Assange, director del portal, en el enemigo número uno de EE.UU. y sus socios.
Esta persecución debe ser repudiada por un amplio arco de organizaciones de Derechos Humanos, de entidades independientes de periodistas, y por todos aquellos que defiendan las libertades en el planeta. Assange no puede terminar en las cárceles de Estados Unidos.
La persecución a la que Assange está sometido nos propone una interesante reflexión sobre el rol del periodismo, de los periodistas y, en última instancia, de nosotros mismos. Creemos que al Australiano le cabe perfectamente aquello de “dar testimonio en tiempos difíciles, con la certeza de ser perseguido” y más allá de las diferencias políticas que podamos tener con él -imaginamos que deben ser muchas- nos permite ubicarlo en la vereda opuesta de todos aquellos que utilizan este oficio para obtener privilegios, convirtiéndose en meros engranajes al servicio de los dueños de los medios de comunicación como tantas veces señaló el Lingüista Naom Chomsky
Por supuesto que no creemos que esta degeneración del periodismo sea cuestión de unos pocos años a nuestros días. En nuestro país, por poner un ejemplo, la posición editorial de La Nación siempre fue tan reaccionaria como lo es hoy y Clarín siempre pactó con los gobiernos para construir el impresionante imperio que hoy es. Pero deberemos destacar que aun en esas circunstancias había (y hay) periodistas, con los cuales no tenemos mucho en común en lo ideológico, pero que cubrían la información con la máxima seriedad que les era posible. Para decirlo claramente: uno recuerda a Sergio Villarroel cubriendo el Cordobazo desde las barricadas obreras y barriales y no desde detrás de las columnas de la policía. De eso se trata, y eso es lo que reivindicamos de Assange.
Más allá de esta visión sombría y amarga del “periodismo” escriba de los grandes medios, tendremos que señalar que también hay otra clase de periodistas, que no escriben para el poder y que en ocasiones, como le está pasando al director de WikiLeaks, la suelen pasar muy mal. Solo recordemos que en la última dictadura cívico-militar en nuestro país, este oficio fue uno de los más castigados por la represión: se han constatado cerca de 100 periodistas desaparecidos o muertos en aquellos años, entre quienes Walsh es la figura más reconocida pero no la única. La situación del periodismo actual en México, Colombia, Cisjordania, la muerte de Don Phillips, asesinado cuando intentaba documentar como están destrozando la Amazonia con el extractivismo y del cual Bolsonaro mencionara, como al pasar, que se habían metido en un territorio complicado, son todos hechos trágicos, que demuestran que, por lo menos una parte de quienes ejercen este oficio siguen siendo incómodos para los poderes fácticos.
Esto último sirve para decir que nosotros pretendemos ser parte de este periodismo, y no somos los únicos, ¡por suerte no somos los únicos! Como alguna vez escribimos: somos una pequeña islita que, junto a otras, flotamos en un inmenso océano. Y mientras empujamos para que la lucha de clases nos junte y conforme en un enorme continente desde donde mejor ejercer la posibilidad de ser las voces de los oprimidos, de los trabajadores, hacemos todo lo que podemos para ser parte de esa trinchera de resistencia que compartimos con otros y otras. Y en la medida de nuestras microscópicas posibilidades, como parte de ese compromiso, hoy debemos unir nuestras voces pidiendo la libertad incondicional de Julián Assange.