Por Walter Paoluzzi (Docente en EESO 328 de puerto San Martín, 374 de Timbúes, 604 de Luis Palacio y 518 de Rosario, Provincia de Santa Fe) para Borrador Definitivo.
Hay momentos que la reflexión es necesaria. La situación actual abre la posibilidad para hacerlo alrededor de la cuestión educativa, la cual está quedando en un segundo plano, lo que no implica que no estén actuando diversos factores sobre ella. Por eso, nos disponemos a comenzar a analizar este sector tan importante para la sociedad.
Se dice que el mundo está en crisis, que se encuentra ante graves problemas y desafíos producto de la pandemia originada por el Coronavirus y su impacto en las diversas dimensiones de nuestras vidas como sujetos y como parte de la sociedad. Es de destacar que en realidad un mundo como el nuestro, donde las mayorías son excluidas de acceder siquiera a niveles mínimos de vida que otorguen dignidad mientras minorías se apropian del trabajo, necesidades, y recursos, para lo cual necesitan bagajes político ideológico institucionalizados para reproducir esta situación (vale decir a grandes rasgos Estados burgueses), está en crisis desde el momento mismo de su nacimiento, o síntesis en términos dialécticos desde mas o menos la doble revolución (industrial y francesa) para acá. La crisis del capitalismo es inherente al mismo como sistema. La actual coyuntura solo pone en mayor evidencia el fenómeno crítico.
En perspectiva histórica y en un plano general, con la consolidación del capitalismo y las corrientes que dieron impulso o legitimidad política-ideológica como el Liberalismo Político, el Contractualismo y la Ilustración, aparece la idea de una educación mucho más abierta con respecto a los claustros cerrados del antiguo régimen donde los conocimientos eran posesión exclusiva de los sectores aristócratas y clericales. Los conocimientos legitimantes de la burguesía en el poder tenían que ser difundidos y que mejor herramienta que la educación masiva, pública y hasta gratuita. Los nuevos sectores dominantes, la burguesía, van a volcarse a la vez hacia una educación laica acorde con las tendencias ideológicas legitimantes y a la vez entendiendo que la iglesia es un factor de poder por lo menos en estos momentos delimitantes, demasiado incómodo. Luego habrá de nuevo tiempo nuevamente para pensar a la iglesia como herramienta de disciplina social.
Desde allí la escuela ha cumplido el rol que históricamente ha desempeñado, y es el de reproducir la sociedad de la cual es parte. Con la consolidación del sistema capitalista (en sus diversos modos de funcionamiento) y los Estados burgueses (en sus diversas mutaciones al ritmo del funcionamiento capitalista), la escuela se transformó en uno de los principales elementos de reproducción de dicho ordenamiento, a través ya no de la monopolización del saber en los sectores dominantes, sino de la difusión de los saberes, percepciones e ideología legitimantes de la dominación social burguesa. Al coro había que enseñarle a cantar la letra que impone el patrón.
Así, el Estado como herramienta de dominación de clase, más allá de mantener en niveles “tolerables” las tensiones de las fracciones burguesas nacionales como internacionales que lo encarnan, posee como parte de su aparato ideológico a la escuela. Y lo que no se aprende por las buenas a través de la aceptación de lo que se impone, se incorpora por las malas a través de los aparatos represivos. Es la lógica política del consenso y la violencia.
Por último, la educación no solo responde a los lineamientos capitalistas en cuanto herramienta de sometimiento. También es un ámbito de inversión, desde la década de los 60 en nuestro país; porque el proceso de acumulación del capital implica abrir nuevos espacios para el mismo, como lo sería el del sector servicios, donde se incluyen los educativos (avance del sector privado). Este proceso es muestra de la denominada “mercantilización de la educación”.
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Deterioro de condiciones educativas en contexto.
Como la educación tiene una relación estrecha con el sistema y la superestructura resultante, manifiesta una situación crítica también y a la vez aumentada por las consecuencias de la Pandemia. El sistema educativo hay que pensarlo en solución de continuidad de un proceso.
En la Argentina y en buena parte del mundo, la educación se ha venido degradando al mismo ritmo que la crisis que en su esencia lleva el capitalismo. Esto se percibe en lo salarial, las condiciones laborales, edilicias, de servicios, etc. Se mantienen desde el Estado solo aquellas cuotas de inversión que permitan que el sistema no colapse (que por otro lado no lo hace en gran parte por la “voluntad” docente). Se imparten los conocimientos necesarios, para los sectores altos (aquí intervienen el sistema privado también) aquellos que permitan la reproducción en términos clasistas, para el resto aquellos bienes culturales mínimos que permitan entendernos como explotados felices, desocupados por responsabilidad propia (auto sanción), cuando no como un desclasado. Adaptación desfigurada de la mentalidad burguesa adrede y transmitida a los sectores populares.
Parece ser un gasto del que nadie se quiere hacer cargo: desde allí vienen procesos de descentralización y fragmentación que avanza desde los 90 con la ley federal, pero que tienen un fuerte antecedente en la segunda mitad de los 70.
Los contenidos son funcionales también: se pone énfasis al pragmatismo, a la aplicación de fórmulas prestando atención particularmente al resultado, a pensar en rearmar y reconstruir categorías creando una atmósfera de relatividad cuando no de total incertidumbre, con un perfil de estudiante flexible y adaptable (los ejemplos pueden ir desde los horarios, tareas y ritmos de trabajo hasta las actividades interdisciplinarias así como multidisciplinarias), crítico pero dentro de los parámetros permitidos.
El rol de los sindicatos estructuralmente se encuentra inscripto en el campo de la lucha económica reivindicativa. Mas allá de haber excepciones en este sentido, la generalidad pone de manifiesto que no intervienen por lo menos en forma sostenida o como agenda permanente en estos tipos de debates con el Estado, dejando este espacio de lucha ideológica sobre políticas, programas, diseños y prácticas educativas a cargo de la patronal. En este sentido sucede muchas veces que los docentes aislados sostienen esta confrontación en los espacios escolares donde intervienen, lo cual demuestra también una clara separación propia de organizaciones burocráticas, entre base y dirigencia.
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La educación, es una farsa creada a necesidad del sistema?
De alguna manera puede pensarse que la provisión del servicio educativo público parece convertirse en una especie de puesta en escena donde se le hace creer al ciudadano sobre la garantía del acceso a los bienes culturales de manera tal que “tranquiliza y a la vez deja con la conciencia tranquila” a los sectores medios y altos en tanto que es el principal vehículo de sometimiento ideológico sobre los sectores populares. Y también estos, al ser parte del sistema capitalista que construye una superestructura al paladar burgués son convencidos de que el sistema es el único posible así como la democracia liberal es el régimen mas perfectible en existencia. De esta manera, la educación, reproductora de la sociedad de la cual forma parte, es el eje de la sociedad civil en cuanto constructora de hegemonía.
La actual coyuntura pandémica, que implica en lo educativo un supuesto avance del vínculo virtual, no modifica un ápice esta lógica: además de que la presencialidad como forma de desarrollar procesos de enseñanza aprendizaje es ireemplazable[1], la realidad donde el 40,9 % de los argentinos son pobres (y el 56,3 % de las personas hasta 14 años), el 10,5% indigentes, donde la desocupación aumentó mas del 13%, y la inflación es casi del 43%[2], hablar de virtualidad es una fragante e infame mentira. Como demandar conexión y herramientas tecnológicas en situaciones donde siquiera se puede garantizar la olla diaria? Los Estados, nacional y provinciales, hacen oídos sordos a las demandas de conectividad y utillaje apropiado para mantener la educación garantizadas por los mismos. Claro, resulta mas barato presionar a directivos y docentes que desarrollen estrategias para mantener el vínculo pedagógico, apelando a cierta idea de romantización y hasta heroicidad que muchos docentes tenemos (aparece nuevamente la idea de hegemonía), haciéndonos cargo muchas veces sin querer debido a mandatos internos ya incorporados desde el sistema, de atribuciones que no nos corresponden como trabajadores, sino que les corresponde a los empleadores. Cuando no sale algún trasnochado proyecto de volver a la escuela en plazas[3], o con docentes reemplazantes en negro denigrados salarialmente, jugando con la necesidad del trabajador en un contexto de difusión viral horizontalizada[4], teniendo que ir a “educar” a los hogares de los estudiantes que no disponen de conectividad. Esto coloca en cuestión el espacio escolar como centro de la educación.
La supuesta continuidad pedagógica es funcional entonces a la farsa que en términos estructurales tiene la educación dentro del capitalismo. Farsa porque estructuralmente se disciplina y adiestra amoldando sujetos al sistema usando nuevos lenguajes para solapar la continuidad de la dominación en términos culturales (lo cual lleva al sometimiento objetivo). La supuesta continuidad en la virtualidad en el panorama descripto, refuerza su naturaleza en forma descarnada, excluyendo (y disciplinando a través no del conocimiento, sino de la ignorancia) abiertamente.
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Aportes para el debate sobre lo que se viene: Educación presencial y a distancia. Formato combinado en clave de mayor explotación?
Puede pensarse con razón y desligándonos de discursos en general del oficialismo burgués de todo pelaje, que las prácticas pedagógicas virtuales son solo una fachada que la patronal estatal muestra como un «algo estoy haciendo», cuando la realidad muestra como obviedad los resultados académicos de aquel formato en contextos excluyentes. Es pobre la atención que hasta ahora le ha puesto a la formación en esos ámbitos, que por otro lado quedan supeditados por ser en su mayoría privados (un negocio con la educación), al bolsillo del trabajador. Ello amén de que la sobreexplotación al trabajador de la educación impide la mentada «formación continua» porque además no tiene tiempo de vida para ello.
Estas modalidades pueden hibridar en argumentos pro aulas-docentes virtuales (docentes “multicursos” bajo una misma plataforma), o en modalidades simultáneas realizadas por un mismo trabajador.
El trabajo para los docentes en la modalidad virtual es mayor, aunque a simple vista puede parecer un formato de trabajo que produce cierta cuota de libertad. Tiende a confundir el horario laboral y el tiempo de vida personal, implica un avance hacia la despersonalización, flexibilización y precarización, exigiendo mas tiempo por igual o menor salario, abriendo la puerta al socavamiento de los derechos docentes en cuanto trabajadores.
Y si a ello le agregamos el hipotético caso de la simultaneidad de este tipo de educación a distancia y la educación presencial estaremos ante un grave avance en perjuicio de nuestras vidas como trabajadores docentes, así como ante las responsabilidades de brindar educación a los alumnos avanzando aun más en la degradación de la calidad educativa.
Por lo pronto las supuestas recetas de los gurúes educativos varían u oscilan desde la deconstrucción para el vaciamiento y la confusión, hasta los aforismos que no dicen nada. Estamos como nos descubrió Sócrates. La diferencia es que él fue honesto. Hoy en cambio la premisa del “sólo se que no se nada” tiene un profundo objetivo ideológico político con motivaciones económicas, solapado detrás del relativismo imperante en las ciencias. Esta es una cuestión que, hoy mas visiblemente al calor de la profundidad creciente de la crisis, trasciende lo meramente epistemológico.
[1] No obstante, la mercantilización de la educación en una coyuntura donde una difusión viral le permite meter la cuña para su negocio virtual en desmedro de los que ponemos el cuerpo, crea discursos que apuntan al trillado argumento de la virtualidad en la educación para reducción de costos del empleador (sea este público o privado). Además que abren un importante mercado de cursos, obviamente pagos, a recibir por la entidad privada propiciadora de los mismos. Así, además de continuar con la lógica de la formación continua como punta de lanza para convertirnos en eternos consumidores de propuestas formativas del ámbito privado, se asocia a lo virtual con el futuro y lo nuevo como si estos fueran por sí mismos y despojados de contexto, necesariamente positivos en algún sentido.
[2] Datos del INDEC sobre el primer semestre del 2020, publicado el 30-09-2020.
[3] https://www.perfil.com/noticias/sociedad/gremios-docentes-rechazan-la-idea-de-dar-clases-en-plazas-calles-portenas.phtml
[4] Según comunicación pública del gobierno de la provincia de Buenos Aires con fecha 30-09-2020, se presenta por parte del ejecutivo un programa para “seguir vinculando estudiantes en sus escuelas”.
https://www.gba.gob.ar/comunicacion_publica/gacetillas/la_provincia_present%C3%B3_un_programa_para_seguir_vinculando_estudiantes