Desde noviembre de 2020, y con un pico en junio pasado, la isla caribeña viene sumida en una grave crisis política solo achacable en parte (y en su manifestación más coyuntural) a las dificultades económicas producto de las restricciones por la pandemia de Covid-19.
En su momento, abordamos el tema con la publicación de diversos artículos que abrían el debate sobre los orígenes de la crisis, la caracterización del régimen cubano y otros temas. Siempre aclarando que la publicación de determinada nota no significa, necesariamente, el pleno acuerdo de quienes hacemos Borrador Deinitivo con las posturas vertidas en ella, sino que nos interesa la difusión de información y el planteamiento de debates que permaneces abiertos.
Actualmente, las protestas contra el régimen castristas se reanudaron con un nuevo llamamiento a manifestarse, de parte del grupo opositor «Archipiélago», el pasado 15 de noviembre. Finalmente, el régimen pudo, mediante la intimidación a los líderes del llamado y a partir de unindar las calles de La Habana de fuerzas policiales, desactivas la protesta que sí se dio en algunas embajadas y consulados cubanos fuera de la isla (en la Argentina, por ejemplo).
Más alá de este desenlace, la crisis no está cerrada ni muho menos, y esta situación abre debates sumamente interesantes al interior incluso, de las fuerzas políticas que se reclaman de la izquierda revolucionaria, dentro y fuera de la isla. Es por ello que presentamos en esta publicación dos notas aparecidas en la página Comunistas Cuba, que expresan dos posturas diferentes y efrentadas sobre la situación.
Carta de Carolina Barrero a las izquierdas críticas
En unos días será 15 de noviembre y muchos de ustedes se preguntan si habrán de marchar. Algunos ya lo habrán decidido; otros, sofocarán las noches repasándolo. Es una pregunta que a nadie deja indiferente, es la pregunta en el aire.
La calle ha sido siempre el lugar de la izquierda. Es en las calles, y en el espíritu de protesta, de donde proviene la esencia de la izquierda, y donde la izquierda es; no en las parrafadas tiesas de los burócratas, ni en el discurso hueco de los demagogos. En La Revolución Rusa. Un examen crítico, Rosa Luxemburgo escribía en 1918:
«(…) con la represión de la vida política en el conjunto del país, la propia vida muere en todas las instituciones públicas, se convierte en una apariencia de vida en la que queda solo la burocracia como elemento activo. La vida pública se adormece paulatinamente, dirigen y gobiernan unas pocas docenas de cabecillas del partido (…). Entre ellos, lleva en realidad la voz cantante solo un puñado de cabezas pensantes. (…) Una dictadura, en definitiva; pero no la dictadura del proletariado, sino la dictadura de un puñado de políticos» (1).
Si algo es común a esa diversidad de pensamiento que llamamos izquierda es la preocupación por la persistencia de la hegemonía, de cualquier forma de hegemonía, y la defensa de los oprimidos, de las minorías, de los sin poder.
El poder en Cuba ha tejido una narrativa unívoca y polarizada, que segrega las ideas de unos sobre otros; un poder osificado y retráctil, que ha perdido el pulso a la realidad de las personas. No digo los ciudadanos, no digo el pueblo, digo las personas, porque socialismo, en tanto tal, significa mirar sobre lo humano; no entiende de socialismo quien nunca ha sido capaz de ponerse al servicio de los otros por encima de la comodidad y el bienestar personal.
Una cosa irrumpe el período implacable de esa persistencia hegemónica. Es eso que Nietzsche llama el impulso de la vida y que Arendt define como libertad: «lo que usualmente permanece intacto en las épocas de petrificación y ruina predestinada es la facultad de la libertad en sí misma, la pura capacidad de comenzar, que anima e inspira todas las actividades humanas y constituye la fuente oculta de la producción de todas las cosas grandes y bellas.» (2)
El embargo es cierto, pero también son ciertas, sin embargo, la vulneración constante de nuestras libertades y derechos por parte de las autoridades. No hay ninguna causalidad entre estas dos cosas. Como tampoco sirve de excusa para disculpar la mala gestión de la administración y la ineficiencia de la burocracia. Poder gobernar es, en primera instancia, asumir responsabilidad.
Lo más hermoso de este año ha sido constatar que las posiciones más críticas, las más duras, han venido del pensamiento de izquierdas. De una izquierda plural y viva, efervescente, que retoña y crece en el interior de una autocracia que se dice comunista.
El 15 de noviembre no marcharemos bajo el influjo de ninguna ideología, marcharemos contra el autoritarismo, por la liberación de los que hoy están injustamente presos, por la libertad y por el derecho común. Cada uno lo hará defendiendo sus ideas, porque no existe manera real de caminar si no es junto al que piensa diferente.
Muchas veces he imaginado una marcha así. Una caminata de carteles distintos. Uno podría ser de la Luxemburgo, otro de Chaplin, otro de Maxwell, y otro quizás, de Leonardo da Vinci. La única manera de ser iguales existe en la pletórica diferencia. Son los hombres quienes protagonizan [los milagros], los hombres quienes por haber recibido el doble don de la libertad y la acción pueden establecer una realidad propia.
Nos vemos el 15. Por la potencia de lo humano, por la injusticia y el dolor de los oprimidos, por la fuerza incontenible de la poesía.
Carolina Barrero
El Comité Editorial no subscribe la posición expresada en el artículo.
(1) Luxemburgo, Rosa. La revolución rusa, un examen crítico. Caracas, Fundación Editorial el perro y la Rana, 2017, pp 65-66.
(2) Arendt, Hannah. ¿Qué es la Libertad? Publicado originalmente en Revista: Zona Erógena. Nº 8. 1991.
Réplica a Carolina Barrero o ¿Qué hacer si cae el Gobierno cubano?
Ante el grave 15 de noviembre, a la interna de la izquierda crítica cubana se definen posiciones. Publicamos la réplica abierta del intelectual marxista Frank García a la Carta a las izquierdas críticas, de Carolina Barrero.
Estimada Carolina:
Desde que supe de tu carta vi en ella un documento de un importante valor en esta tensa crisis política nacida el 27 de noviembre de 2020, sublimada el 11 de julio y con un venidero 15 de noviembre del cual nadie tiene la certeza absoluta de cuál será su final. Por ello propicié la publicación de tu carta en Comunistas. Sin embargo, desde la primera versión de tu documento, me saltaron una serie de puntos los cuales, por su mismo calibre, me veo urgido a replicar, y por ello desde un inicio te solicité autorización para dirigirte mi palabra en público.
No es esta una pretensión de debate banal. En este momento de peligro no valen precisiones teóricas. Solamente creo que, como mismo tus palabras fueron necesarias, creo, modestamente, que las mías pudieran servir de algo en este largo camino hacia el triunfo del pueblo, de los ciudadanos todos, de la justicia social, de la libertad, de la igualdad, del poder para las trabajadoras y trabajadores, campesinas y campesinos, los hambreados, los que hacen solo una comida al día, los humildes: los explotados de la tierra.
Respondo tu carta porque sé que crees en el diálogo, como mismo yo creo que el poder político de un país lo detenta o la burguesía, o la clase trabajadora. En este último caso, la historia, digamos la lucha de clases -porque las clases se enfrentan siempre de una manera u otra, como lo estamos viviendo hoy en Cuba- nos ha demostrado que si el socialismo no se construye en libertad termina degenerando en un sistema dirigido por una burocracia la cual tiende a priorizar sus intereses por encima de las mayorías. Al punto de que, por varios caminos, puede restaurar el capitalismo; o sea, devolver el poder a la burguesía, quien hará todo lo posible para impedir el retorno de la clase trabajadora al poder y explotarla cada vez más.
Llegado este punto, es donde me salta la primera y gran duda. Convengamos que este gobierno haya traicionado a la clase trabajadora, que no le interese construir el socialismo, lo que es igual: no le interese el bienestar de las mayorías; convengamos que está deviniendo en un perfecto aliado de la burguesía porque ellos mismos se están convirtiendo en burgueses, al ser propietarios de negocios privados. Partiendo de ahí, sería un gobierno que merecería ser derrotado por una Revolución popular. Supongamos que el Gobierno actual cae. Sabemos que, en este caso, la caída del Gobierno implicaría la caída del sistema, es decir, se iría con él el sistema socialista -algo que no deseo-. Supongamos que partimos de cero, que tenemos la oportunidad de construir todo.
¿Quiénes tendrían la oportunidad de construir? Seamos ingenuos de pensar que no importa ya quién sea el posible nuevo Gobierno, sino la propuesta que traiga consigo. En ese futuro nuevo Gobierno ¿Qué sistema económico nacería? ¿Un sistema donde la mayor parte de los medios de producción sean de la burguesía, del sector privado o sea de los trabajadores? No hay término medio. Menos aún para un país subdesarrollado como nosotros. El capitalismo no nos convertirá en la Islandia del Caribe. Estados Unidos desembarcará haciéndonos pagar las décadas en que Cuba no se sometió a sus multinacionales. Los hijos y nietos de la oligarquía derrotada se apoderarán de las empresas. Para lograr el apoyo del Fondo Monetario Internacional, el nuevo Gobierno pedirá y pagará puntualmente, haciendo drásticos recortes inmediatos.
No ha habido un solo caso en la historia que no haya sido así. Tras la caída de los deformados Estados que alguna vez pretendieron construir el socialismo en la Europa del Este y con la desaparición de la Unión Soviética, en cada uno de los casos se aplicaron estas terapias de choque. Medidas las cuales serán de mayor shock en Cuba pues no tenemos las riquezas naturales de ninguno de aquellos países. Por demás, como mismo sucedería aquí, mayormente se instauraron regímenes anticomunistas persecutores.
Entre quienes asumen la marcha y la enarbolan como suya, están quienes han hecho explícito querer recortar los empleos estatales, privatizar, entregar las empresas a la burguesía derrotada, recortar el presupuesto de las políticas públicas. Este programa económico no ha sido cuestionado. No ha sido cuestionado tampoco el apoyo del sector más neoliberal del exilio cubano ¿Para qué salir a marchar el 15 de noviembre, en grupo apretado con estos grupos que que traen para una Cuba futura años de explotación neoliberal? ¿Cambiaremos esto por un sistema de minorías explotadoras en el poder? ¿Es esa la Cuba futura que queremos?
No. Yo quiero una Cuba donde las grandes mayorías puedan decidir y solo pueden decidir si son dueños de sus fábricas, de sus bancos, de sus tierras, de sus hoteles: de Cuba. No estoy defendiendo el actual Gobierno. Estoy preguntando cuál es la propuesta de esos grupos -que no es Archipiélago, ni Yunior García- que van a marchar el 14 y el 15 de noviembre.
No. No puedo marchar el 15 de noviembre. No voy a tener la conciencia dolida de saber que marché con quienes, en el caso de tomar el poder, despidan, recorten presupuestos sociales y apliquen políticas económicas neoliberales. Cuba es muy pobre. Un Gobierno así solo la hará más pobre. Quizá tú, yo, intelectuales, podamos vivir mejor en esa sociedad capitalista, pero no quienes desde los barrios populares salieron a protestar el 11 de julio. No me interesa esa Cuba.
Lucho por una Cuba de iguales, no solo en derechos, sino también en oportunidades. Quiero una Cuba donde no sea una casta de privilegiados quienes vivan a costa de las mayorías. Pero no es ese el programa de buena parte de quienes convocan a marchar. No tiene sentido entonces salir a marchar para entronizar a otra casta que irá más rápido y cruel a enriquecerse a costa de la explotación de la clase trabajadora, o sea, el capitalismo. No voy a caer en la discusión de si vivimos un Capitalismo de Estado o no. Yo, simplemente no quiero capitalismo para Cuba y ese el programa de una buena parte de quienes convocan.
Hago extensivo este llamado a las izquierdas críticas cubanas. Defendamos sí, el derecho a la libre y pacífica manifestación. Condenemos, sí, los hechos de violencia que puedan sufrir quienes decidan marchar el 14 y el 15 de noviembre. Condenemos también todo lo ya sufrido por los convocantes de la marcha. Pero no marchemos junto a quienes presentan un programa neoliberal. No lo hace Yunior García, pero sí muchos de quienes se alían con Archipiélago, o llaman a desfilar, como es la pléyade de organizaciones derechistas organizadas en el Consejo para la Transición Democrática.
La argumentación para aceptarlos en la Marcha para el Cambio es que ellos, el Consejo para la Transición Democrática y similares, son cubanos quienes luchan por la libertad. Sí, pero son cubanos que una vez hayan construido su libertad, tendrán la libertad de desemplear, privatizar, hacer recortes públicos. O sea: un pequeño grupo de cubanos que dañarán a millones de cubanos.
Yo pensé marchar cuando Yunior García presentó su solicitud, pero no puedo hacerlo ahora.
La noche del 11 de julio, en mi celda, junto a trabajadores de barrios humildes, canté La Internacional. Tuvo una fuerza diferente oír de las gargantas de quienes habían pedido alimentos y medicamentos, gritar ahora ¡Arriba los pobres del mundo! ¡De pie los esclavos sin pan! Esos versos tantas veces macerados por los altavoces de los actos de la burocracia, ahora volvían a salir de quienes en Cuba son los verdaderos herederos de la Comuna de París. No es con quienes defienden el neoliberalismo y depositan su confianza en el capitalismo con quienes deseo marchar. Es con las herederas y herederos de la Comuna de París con quienes quiero construir la Cuba futura.
Madrugada del viernes 12 de noviembre de 2021, desde la periferia obrera de Marianao, oyendo llover sobre los techos de zinc.
Frank García Hernández, hijo de obreros, nieto de campesinos