El domingo a la noche, un temeroso Alberto Fernández no se atrevía siquiera a nombrarlo, cualquier peregrina esperanza alentada por los esforzados pogres de que el gobierno se le parara de mano a la multinacional se diluyó rápidamente. El capo de Techint no sólo no se sintió amenazado, sino que redobló la apuesta y consideró que la cuarentena había terminado, estableciendo que, a partir de este viernes, se volviera a trabajar normalmente en la planta de SIDERAR. Así es que, a las salidas de los turnos, se volvieó a ver lo que era una postal cotidiana: filas y amontonamiento de trabajadores por todos lados, demostrando, por si hacía falta, lo poco que le importa a Don Paolo la salud de sus trabajadores. Esto es algo que a los empresarios no les quita el sueño y la única diferencia con las caóticas imágenes de las filas de jubilados frente a los bancos, es que en la portería de la acería no estaban las cámaras de ningún medio.
Pero el chantaje de Techint al gobierno no se detuvo allí. Desconociendo el decreto del gobierno que “prohíbe” los despidos y las suspensiones, empezó a cesantear trabajadores en distintas plantas, mientras que en la planta ubicada en Ramallo se proyectan suspensiones extendidas. La caída en las ventas es nuevamente la excusa, algo difícil de entender si tiene en cuenta que el director de la empresa es uno de los personajes más ricos del planeta, que SIDERAR viene de años de grandes ganancias y que, en el año ’92, recibió una planta funcionando a precio de regalo. Con semejante panorama nadie puede creer que no pueda bancar una crisis como esta sin descargarla sobre la espalda de los trabajadores.
Sin embargo, por los que nos cuentan algunos compañeros, la idea de la empresa sería mantener activo el alto horno entre 10 y 12 días al mes, embancándolo los restantes. De llevarse adelante esta medida no es difícil de imaginar el efecto dominó que tendría para el resto de los sectores y la pérdida de horas y puestos de trabajo que traería aparejada.
Para peor, el Diario El Norte informa que la empresa está negociando con la UOM local las futuras medidas y allí empieza otro problema: ¿quién autorizó al sindicato a negociar, con qué mandato, cuántas asambleas se hicieron para saber qué piensan los obreros, si cuando corría la cuarentena atendían los problemas por Whatssap? Cualquier compañero medianamente informado y con espíritu crítico sabe, a esta altura, para quién juega la conducción sindical y que nada bueno se puede esperar de esa “negociación”.
Juntarse en el sector, contactarse con el resto de los galpones, ir viendo cómo organizarse desde abajo es la salida. Difícil, es cierto, pero que permitirá por alentar mayores esperanzas que las “negociaciones” de Brunelli y compañía.