El domingo a la noche, un temeroso Alberto Fernández no se atrevía siquiera a nombrarlo, cualquier peregrina esperanza alentada por los esforzados pogres de que el gobierno se le parara de mano a la multinacional se diluyó rápidamente. El capo de Techint no sólo no se sintió amenazado, sino que redobló la apuesta y consideró que la cuarentena había terminado, estableciendo que, a partir de este viernes, se volviera a trabajar normalmente en la planta de SIDERAR. Así es que, a las salidas de los turnos, se volvieó a ver lo que era una postal cotidiana: filas y amontonamiento de trabajadores por todos lados, demostrando, por si hacía falta, lo poco que le importa a Don Paolo la salud de sus trabajadores. Esto es algo que a los empresarios no les quita el sueño y la única diferencia con las caóticas imágenes de las filas de jubilados frente a los bancos, es que en la portería de la acería no estaban las cámaras de ningún medio.