Según el relevamiento hecho por el Espacio Basta de Asesinatos Laborales, durante el año 2020, murieron por lo menos 1295 trabajadores, por causas relacionadas con sus trabajos. Un promedio de uno cada 7 horas.
La inseguridad de la que no hablan los grandes medios de comunicación. La carne más barata del mercado, es la carne obrera.
Entrevista: Borrador Definitivo Radio. Edición: Elizabeth Moretti
En ocasión de la presentación del tercer Anuario de Asesinatos Laborales, charlamos con Ariel, miembro de la Lista Roja del Neumático y del Espacio Basta de Asesinatos Laborales.
Él va desmenuzando los fríos números: 1295 trabajadores y trabajadoras muertos producto de sus condiciones laborales. Una muerte obrera cada siete horas. ¿Pero por qué llamarlos “asesinatos laborales”? ¿Por qué no simplemente accidentes?
“Porque cuando se investigan los llamados accidentes, encontramos que se podían haber prevenido –nos responde Ariel-. Si hubiera una política por parte de las patronales y del Estado, e incluso de las centrales sindicales, la mayoría de estos accidentes se evitarían.
Entonces nosotros decimos que si se podía prevenir, no es un accidente por lo tanto nosotros empezamos a conceptualizarlos como asesinatos laborales”.
Inseguridad laboral y Covid
Al mismo tiempo, el 2020 fue un año particular. El primer año de la pandemia de Covid-19. Se pensaría entonces que, con buena parte de la producción detenida durante los meses de la cuarentena más estricta, la cifra de muertos debería haberse reducido en relación a años anteriores. Pero no es así. Y es que la misma pandemia, agregó una causa más de mortandad obrera, producto de las condiciones insalubres y de hacinamiento en las que se trabaja y se viaja, y de protocolos insuficientes o que rara vez se cumplen.
El 75% (985 casos) de las muertes obrera registradas durante el 2020, corresponde a infectados de Covid, con rubros laborales donde la desidia en los cuidados por parte de las patronales y el estado, es padecida con especial gravedad por los y las trabajadores.
“Nosotros vamos a denunciar fuertemente por ejemplo, la situación de los trabajadores y trabajadoras de la sanidad, –dice Ariel- que nuestro registro da alrededor de 400 muertes, pero hay sindicatos como FESPROSA, que denuncian más de 500 muertes. Y nosotros no podemos naturalizar que se hayan muerto esa cantidad de compañeros y compañeras, por más que haya una pandemia. Evidentemente no tuvieron los recursos suficientes para cuidarse y no hubo una política de que haya protocolos para que se puedan salvaguardar sus vidas.
Nosotros conocemos constantemente situaciones de trabajadores y trabajadoras que publican cómo se han muerto compañeros en sus lugares de trabajo. Por ejemplo el subte lleva 9 muertes por Covid. Los trabajadores ferroviarios, que en distintas líneas los presionan para que el personal de riesgo vuelva a trabajar. Y evidentemente esto demuestra que los contagios se producen en los lugares de trabajo. Y se producen cuando vas o cuando volvés del trabajo. Todos hemos visto las condiciones en las que la clase trabajadora viaja diariamente. Los y las docentes registran ya 36 muertos de trabajadores de la educación.
Entonces es una afrenta la que hace el gobierno cuando dice que no se contagian en los lugares de trabajo”.
Para ilustrar la mala gestión estatal de la pandemia, así como también el modus operandi patronal, basta tan sólo un ejemplo. La Clínica San Andrés, en la ciudad de Buenos Aires, se encuentra, desde febrero de este año, y en plena segunda ola de la pandemia, con sus puertas cerradas, sus instalaciones vacías e inutilizadas y sus 144 trabajadores sin saber qué va a ser de sus puestos laborales.
“Está siendo ocupada por sus trabajadores y trabajadoras –cuenta Ariel- porque, en el medio de la pandemia, la patronal se borra, el estado no toma cartas en el asunto, y los trabajadores y trabajadoras están pidiendo al estado que reabra esa clínica. Tienen 90 camas disponibles, 16 respiradores nuevos y un tomógrafo comprado el año pasado que está a disposición para atender esta pandemia y todavía no hay respuesta por parte del estado”.
Qué hacer
El espacio Basta de Asesinatos Laborales (BAL) nace en 2016, por el impulso de trabajadores y trabajadoras de la Línea 60 y del INTA; para luego ir sumando a más trabajadores y militantes gremiales antiburocráticos de distintos sectores, otros espacios como el Taller de Estudios Laborales, como así también a familiares de las víctimas de esta forma desquiciada de producir.
Por aquel entonces, morían en el mismo día, David Ramallo, mecánico de la línea 60, aplastado por un colectivo; Diego Soraire, trabajador del INTA, y Richard Alcaraz, trabajador de la construcción.
De la bronca y el reclamo por justicia, es que nació este espacio que se propone objetivos tan ambiciosos y necesarios como denunciar la situación de inseguridad en el trabajo, señalar a sus responsables, y colaborar en la necesaria organización de obreros y obreras para, desde abajo, comenzar a cambiar esta dolorosa realidad.
Trabajan a pulmón y contra la marea que pretende esconder estos casos bajo la alfombra o, en el mejor de los casos, entre la niebla de las frías estadísticas. Ariel termina nuestra charla haciendo referencia a esto:
“Son verdaderos asesinatos y los ocultan porque acá hay un entramado entre las Patronales. Ellos tienen muy claros estos números y los cuentan dentro de sus costos y gastos, porque para ellos seguimos siendo números y gastos.
Y nosotros lo que queremos hacer con esto es, a cada número ponerle un nombre y un apellido. Porque eran compañeros y compañeras que tenían familias atrás y que hubo seres queridos que los estuvieron esperando y nunca más llegaron a la casa.
Este espacio nació con la intención de denunciar toda esta situación que está invisibilizada. Pero también nos planteamos, después de muchas reuniones, que no solamente queríamos hacer la denuncia, sino que también queríamos que esto sirva como un granito de arena a la clase trabajadora a la hora de organizarse en los lugares de trabajo.
Insistimos mucho con la cuestión de que los primeros que tienen que tomar en sus manos esta cuestión de la salud son los propios laburantes. Nadie le puede ir a explicar a un trabajador cómo es que se trabaja en tal maquina o en tal oficina. Son los propios trabajadores los que saben qué es lo que les perjudica de sus lugares de trabajo. Qué les hace mal y qué les afecta su salud. De alguna manera, el espacio BAL trata de aportar en ese sentido también”.
El capitalismo mata y enferma de muchas formas. El trabajo es una de esas formas, quizás una de las más legitimadas. Y sólo pocas de esas formas de matar, como decía Bertolt Brecht, están prohibidas en nuestro Estado.